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Paolo Flores d'Arcais

El papel crítico del intelectual en los partidos de izquierda

Paolo Flores d'Arcais, un italiano de 44 años de edad y de profesión filósofo -como gusta definirse-, considera que el compromiso es una obligación para el intelectual de nuestros días. Es codirector de la revista Micromega, un experimento que aglutina a intelectuales de izquierda italianos "comprometidos con la vida política, pero que actúan con independencia de los aparatos de los partidos políticos".

Flores d'Arcais participa este fin de semana en el seminario sobre socialismo y cultura que se celebra en Jávea, organizado por los socialistas españoles. La relación entre el mundo de la política y el del pensamiento es precisamente un tema presente en sus libros de ensayos, entre los que se cuentan La duda y la certeza (dentro y fuera del marxismo) y El desencantamiento traicionado. Un tema además que deriva de su trayectoria intelectual y política, de su compromiso personal.Entre 1963 y 1967, Flores d'Arcais fue miembro de la dirección de las juventudes comunistas. Fue expulsado bajo la acusación de trotskista. Su siguiente experiencia política la tuvo con el partido socialista en los años 1970-1971, cuando dirigió un centro cultural "similar a la Fundación Pablo Iglesias de España". "Estuve muy ligado en esa época", afirma, "a las ideas de renovación lanzadas por Bettino Craxi [secretario general del Partido Socialista Italiano], cuando todavía no estaba en el Gobierno, pero cuando entraron en el Gabinete se hicieron conservadores. Rompí entonces virulentamente con ellos".

Como condición para su colaboración con los socialistas había planteado que no se le exigiese tener el carné del partido. Flores d'Arcais plantea la difícil relación entre los partidos de izquierda y los intelectuales. "Buscan su apoyo, los exhiben, pero no aceptan la crítica", afirma.

D'Arcais, sin embargo, es optimista con respecto a la superación de la fase de desencanto sufrido por la intelectualidad de la izquierda europea después del Mayo del 68, que lo llevó a refugiarse en su especialidad profesional y en lo privado, pasando del rechazo a los aparatos de los partidos a la negativa hacia toda responsabilidad pública". En su opinión, quienes tienen el privilegio de "estar en el mundo de los medios de comunicación no pueden sustraerse a esa responsabilidad".

Tiene muy claro el compromiso que le corresponde: "El intelectual debe empeñarse en la política, pero libremente y de forma no orgánica -es decir, con independencia de los aparatos de los partidos-, con una actitud crítica".

Ésta es la filosofia que preside la revista Micromega, de la que es codirector, aunque el peso de esa responsabilidad recae ahora sobre él, ya que el otro director, Giorgio Ruffolo (socialista), ha pasado a ser ministro de Medio Ambiente.

La revista tiene tres años de existencia. "Es una experiencia inédita en Italia. Se trata de una revista-libro sobre cultura y política que ha tenido un éxito inusual: vendemos más de 6.000 ejemplares y hemos logrado en algunas ocasiones llegar a los 10.000, mientras las demás publicaciones de este tipo apenas llegan a los 2.000".

De su vida privada se limita a contar que estuvo casado con una disidente polaca, que vive desde hace 12 años con una italiana y que no tiene hijos.

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