Reino Unido y Europa
Los vínculos del Reino Unido con el resto de Europa han sido el factor dominante en nuestra historia. A lo largo de los siglos liemos luchado y muerto por su libertad. Todavía hoy tenemos estacionados a 70.000 soldados en el continente europeo como contribución a la defensa de Europa.El Reino Unido, como España, nunca ha creído que su destino estuviese solamente en Europa. Nosotros también hemos puesto nuestras miras en horizontes más amplios. Y gracias a Dios que lo hicimos, pues Europa nunca ha prosperado ni prosperará jamás como club restringido que mira hacia dentro.
Además, la Comunidad Europea es sólo una manifestación de la identidad europea. No debemos olvidar nunca que al este del telón de acero pueblos que en otro tiempo gozaron plenamente de la cultura, libertad e identidad europeas han sido separa(los de sus raíces.
El Reino Unido y España comparten un interés en una Europa económicamente fuerte que esté bien defendida y ofrezca a sus ciudadanos una calidad de vida que mejore constantemente. Esto no se logrará nunca con en una mayor burocracia, más reglamentos y tratando de dirigirlo todo desde el centro. Así se ahoga la iniciativa y la individualidad del ciudadano europeo.
La mejor manera de construir una Comunidad Europea próspera es a través de una cooperación decidida y activa entre Estados soberanos independientes. Europa será más fuerte precisamente porque tiene a España como España y al Reino Unido como el Reino Unido, cada uno con sus propias costumbres y tradiciones. El intento de suprimir el carácter nacional y de aglutinar el poder en el centro de un conglomerado europeo sería sumamente perjudicial y pondría en peligro los objetivos que intentamos alcanzar.
Es una ironía que, precisamente cuando países como la Unión Soviética están empezando a comprender que el éxito depende de repartir el poder V las decisiones alejándolos del centro, en la Comunidad Europea algunos parezcan querer moverse en la dirección opuesta.
Por lo que al Reino Unido se refiere, no hemos hecho retroceder las fronteras del Estado en casa para verlas reimpuestas a un nivel europeo con un superestado que ejerza un nuevo dominio desde Bruselas.
Sin duda queremos ver a Europa más unida en los asuntos que resolvemos mejor juntos y con un mayor sentido de propósito común. Pero tiene que ser de una forma en la que se preserven las diferentes tradiciones y costumbres y el sentimiento de orgullo por el propio país, pues ésa ha sido la fuente de la vitalidad y del ingenio de Europa a lo largo de los siglos.
También es vital que la Comunidad estimule la iniciativa individual si quiere florecer y triunfar. Existe el marco básico: el Tratado de Roma es de hecho una carta de libertad económica. Debemos procurar que sea entendida así.
La lección de la historia económica de Europa en los años setenta y ochenta es que no funciona el dirigismo, sino la iniciativa y el esfuerzo personales. Que la planificación central es una receta para el crecimiento lento. Que la empresa libre dentro de un marco de leyes y normas produce los mejores resultados.
Ésta es la fuerza motriz que está detrás de la creación del Mercado único Europeo para 1992. En el programa del Mercado único estamos adoptando medidas para liberalizar mercados, mejorar las alternativas y reducir la intervención del Gobierno. Eliminando barreras podremos competir mejor con Estados Unidos, Japón y otras potencias económicas nuevas que están surgiendo en Asia y en otras partes del mundo.
Esto significa abolir controles de divisas; significa abrir mercados financieros a instituciones del mundo entero; significa abrir nuestros mercados nacionales de telecomunicaciones; significa pasajes aéreos más baratos y una elección más amplia para los pasajeros; significa abrir el tráfico costero a barcos de todos los países de la Comunidad.
Todas éstas son medidas que el Reino Unido ya ha adoptado.
También tenemos que estar dispuestos a reformar aquellas políticas comunitarias que son evidentemente erróneas o ineficaces. De lo contrario, no obtendremos el apoyo de nuestros ciudadanos para el desarrollo futuro en la. Comunidad.
Europa necesita una industria agrícola; estable y eficaz. Pero la política agrícola comunitaria se ha vuelto inmanejable, ineficaz y enormemente cara. Supone un gasto elevado para los contribuyentes y consumidores, y la producción de excedentes no garantiza las rentas ni el futuro de los agricultores.
Por fin, las Comunidad se ha enfrentado al problema de controlar el gasto en la agricultura. Pero no podemos contentarnos con lo que hemos conseguido hasta ahora. Tenemos que continuar con políticas que adapten más estrechamente la oferta a las necesidades del mercado, que reduzcan el exceso de producción y limiten los gastos.
Hacer frente a estos problemas requiere valor político. La Comunidad sólo se perjudicará a sí misma ante los ojos de sus propios ciudadanos y ante el mundo entero si le falta ese valor.
Como dos países que en otro tiempo dirigieron grandes imperios, el Reino Unido y España tienen la particular responsabilidad de asegurar que la Comunidad permanezca abierta al mundo exterior. Esto se refiere, en particular, a los países en vías de desarrollo, que necesitan oportunidades de comercio más aún que ayudas.
Sería una parodia que la Comunidad, mientras suprime las trabas al comercio dentro de Europa, erigiese nuevas barreras frente al resto del mundo. Esto perjudicaría al sistema de comercio multilateral del que depende la prosperidad de Europa. El camino correcto es insistir en abrir mercados en todo el mundo a través de la ronda de negociaciones de comercio multilateral del GATT.
Finalmente, los países europeos deberán desempeñar un mayor papel en lo que se refiere a su propia defensa.
Podemos estar satisfechos con lo que ha conseguido la OTAN a lo largo de 40 años. Es evidente que las cosas van en nuestra dirección, que el modelo democrático de una sociedad de libre iniciativa ha demostrado ser superior, que la libertad ha pasado a la ofensiva: una ofensiva pacífica en todo el munelo.
Pero no podemos cejar en nuestros esfuerzos. Es la firmeza y resolución lo que nos ha llevado al punto en que podemos mirar hacia un futuro más pacifico y tenemos que defenderlo.
Debemos mantener la confianza pública en la necesidad permanente de la disuasión nuclear. Debemos satisfacer las neceisidades de una defensa convencional eficaz ante un enemigo potencial que moderniza constantemente su armamento. Tenemos que desarrollar la Unión Europea Occidental (UEO), no como una alternativa a la OTAN, sino como un medio para fortalecer la contribución de Europa a la defensa común de Occidente. Y, al mismo tiempo, debemos mantener abierta la puerta a la cooperación en el control de armament o y todas las cuestiones que prevé la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE).
En todas estas tareas, no debemos dejarnos distraer por objetivos utópicos. Los textos para la Europa que deseamos están todos en el Tratado del Atlántico Norte, el Tratado revisado de Bruselas y el Tratado de Roma. Lo que necesitamos ahora es proseguir en el empeño de hacer efectivos estos textos.
Por muy lejos que todos queramos llegar, sólo lo conseguiremos adoptando medídas prácticas. Debemos concentrarnos en resolver estos temas. Así conseguiremos el mayor progreso con el máximo apoyo de nuestros distintos países y ciudadanos.
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