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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Mi gato y yo, contra Iberia

Vivo en una pequeña finca a la que, por los caprichos, costosos e improductivos, de mi esposa en la misma, llamé La Caprichosa. Nunca hasta ahora he podido entender cómo los ruidos pueden hacer agresivo a un hombre, a no ser que en este pequeño espacio, donde los pajaros son mi despertador mañanero o los únicos altisonantes de mi paz matutina como despertadores insólitos de la naturaleza, hayan dejado de actuar, cambiando su ininteligible charla tempranera por un revoloteo en espantada, causada por los progresos de la técnica en ruidos de los motores de Iberia.Ya es un tópico en mí el decir al que está al otro lado de la línea telefónica: "Por favor, espere un momento porque está aterrizando un Boeing de Iberia en mi escritorio".

Hace unos días creí por un momento que mi satírica interpretación se convertía en realidad. Pensé por entonces que lo que estaba ocurriendo en mi dormitorio no era un aterrizaje, sino un despegue, pues temblaron los cristales de mi ventana y casi podía oír los gritos de los pasajeros. Hasta mi gato, que insiste en dormir a los pies de mi cama, a pesar de las patadas tipo Butragueño que le propino para apartar sus calorías corpóreas, salió huyendo de mis pies. Por un momento creí que le había golpeado en sus partes nobles, pero no era así, era un avión de Iberia, el cual, por su bajo vuelo o rasante y por lo que se dijo en la Prensa, tuvo que regresar a su base por fallo de uno de sus motores, dando éste la correspondiente pasada a mí y a mi gato.

"¡Eso no lo perdona ni el gato!", comenté.

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¿Cómo es posible que esta compañía sea la única causante de ruidos ensordecedores ambientales y la única que no puede desplazarse a suficiente altura, como las otras compañías, y la única que tenga tantas dificultades para tomar altura? Es posible que esto pueda deberse a querer ahorrarse algo de queroseno, comprobado hace unos años que, con un viento en contra, tuvimos que aterrizar en la pista de emergencia de Miami porque se quedó el monoplano de 250 pasajeros casi sin combustible.

Independientemente del ahorro de combustible y de los ruidos, creo que es más seguro para los pasajeros tomar la máxima altura posible en el despegue, aunque le cueste a la compañía unos decilitros más de combustible y aunque no sea más que en caso de averías; aunque sea en punto muerto, en vez de aterrizar en mi escritorio, lo que denunciamos mi gato y yo, asumiendo ambos las responsabilidades que nos afecten jurídicamente derivadas de nuestra enérgica protesta; a zarpazos, si es necesario, por parte de mi gato.-

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