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Bush lanza la patria contra Dukakis

Golpes bajos en la campaña electoral de EE UU

Francisco G. Basterra

George Bush le ha echado la patria encima a Michael Dukakis, acusando al candidato demócrata a la presidencia de falta de patriotismo. La batalla por la posesión en exclusiva de este valor y por demostrar que el hijo de inmigrantes griegos carece del mismo se ha convertido en la principal de una campaña electoral que ha entrado en sus 70 días de recta final. Y está impidiendo que se debatan los verdaderos problemas nacionales: los déficit, el futuro de la economía y el papel de EE UU en un mundo más repartido y competitivo.

Bush, espoleado por unos sondeos de opinión favorables y por la sensación de que la campaña de Dukakis se ha detenido en seco, se ha envuelto en la bandera de las barras y de las estrellas y está utilizando el patriotismo como arma arrojadiza. Para ello ha encontrado un gancho casi perfecto. Dukakis vetó en su estado de Massachusetts, del que es gobernador, el juramento de adhesión a la bandera con el que los niños iniciaban la jornada en las escuelas públicas.Esto es, para Bush, un ejemplo claro de la tendencia antipatriótica en la que está tratando de encasillar a Dukakis. Y con cierto éxito por cierto. Los estrategas republicanos persiguen que los llamados demócratas de Reagan, la clase media blanca, trabajadores industriales blue collars, que se pasó electoralmente al Partido Republicano en 1980 y 1984, asustados por los excesos del liberalismo demócrata de McGovern y Mondale, siga votando el 8 de noviembre por Bush. Y para ello nada mejor que identificar al liberal Dukakis con el antipatriota Dukakis, tanto monta, monta tanto. Bush, en un gesto bastante demagógico, cerró la convención republicana de Nueva Orleans pidiendo a sus encendidas huestes -en directo, por televisión, ante medio país- que pronunciaran con él el compromiso de adhesión a la bandera.

De nada ha servido que Dukakis haya explicado que él no tiene absolutamente nada en contra del juramento, más bien al contrarío. Simplemente acató la opinión del poder judicial de Massachusetts, que decretó que la recitación de la promesa de adhesión a la enseña nacional dirigida por los profesores al comenzar el día escolar es anticonstitucional.

El Tribunal Supremo de Estados Unidos declaró, ya en 1943, que obligar a un alumno a formular el voto de adhesión, que habla de EE UU como "una nación bajo Dios", bajo amenaza de expulsión "viola la garantía constitucional de la libertad de expresión y de culto".

Dukakis respondió públicamente a Bush diciendo que su defensa de una práctica anticonstitucional demuestra que no está preparado para ser presidente. Pero no se trata de legalismos, sino de política, y de la calidad más baja: la electoral. Y los sondeos indican que la mayoría de los norteamericanos está con Bush en esta cuestión, que hace aparecer al vicepresidente como más patriota que su rival.

En este juego de golpes bajos en que se está convirtiendo la campaña presidencial vale todo. Sólo hace tres semanas, los republicanos alimentaron el infundado rumor de que Dukakis había estado sometido a tratamiento psiquiátrico. Y el senador republicano Steve Symms acaba de asegurar que existe una fotografía de Kitty Dukakis quemando una bandera norteamericana en los años sesenta, durante una manifestación contra la guerra de Vietnam. Por supuesto, es una falsedad.

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Lo que obliga a Dukakis a lamentarse de que "me están poniendo en la posición de tener que negar hechos que no existen". El candidato demócrata repite que "los norteamericanos no están interesados en un debate sobre quién de nosotros ama más a su país. Todos amamos a nuestro país. Esto no debiera ser debatido". Pero en una América que sale de una etapa de ocho años de reaganismo, basada en una exaltación del hiperpatriotismo, el tratar de envolverse políticamente en la bandera es rentable electoralmente.

Nunca se han vendido más banderas que en estos años, ni el alistamiento a los ejércitos ha estado en cotas tan altas. Ya lo descubrió Richard Nixon en 1968, cuando la frase "no permitiré que la bandera norteamericana se convierta en un felpudo", introducida en uno de sus discursos, enloqueció de entusiasmo a las masas.

Y no sólo es la bandera. Bush parece haber encontrado un filón de temas patrióticos dirigidos a provocar la reacción de los instintos más primitivos del votante. "Dukakis no es partidario de la pena de muerte, ni siquiera para los traficantes de droga que matan policías. Yo, sí". El candidato demócrata es también -ocurrió un caso en Massachusetts- el que pone en libertad para el fin de semana a presos condenados por asesinato, que luego violan y asesinan a honradas ciudadanas.

Pecado de liberalismo

Bush defiende la más amplia libertad de los ciudadanos para armarse, mientras su rival quiere regular este sacrosanto derecho de los norteamericanos. El vicepresidente afirma orgulloso su pertenencia al poderoso lobby armamentista National Rifle Association. Y al mismo tiempo ironiza que Dukakis es miembro, "de carné de la American Civil Liberties Union" (ACLU), una asociación liberal y activista de defensa de los derechos civiles. Y éste es el peor pecado a ojos republicanos.El Iiberalismo del candidato demócrata, que, ya lo dijo hace unos días Ronald Reagan, es un "liberal, liberal, liberal", enmascara sus verdaderos colores y quiere acabar con todo lo conseguido en ocho años de paz y prosperidad. George Bush lleva dos días visitando instalaciones militares y denunciando que Dukakis es un izquierdista al estilo socialista europeo, que haría "concesiones unilaterales" a Mijaíl Gorbachov.

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