Amenazas mal comprendidas a la prosperidad mundial
Al empezar 1988 había un temor racional de que la caída mundial del mercado de valores acaecida en octubre de 1987 condujera a una recesión norteamericana que amenazana la prosperidad de Europa y Asia. Pero, según el autor, al iniciarse la primavera de este año electoral, la evidencia reduce las probabilidades de una depresión económica a lo largo del presente año.
El desempleo en Estados Unidos, que es después de todo el punto menos importante, ha descendido en vez de aumentar. Con sólo un 5,6% de parados, Estados Unidos no puede andar muy lejos del pleno empleo. Al mismo tiempo, los ciclos comerciales, ¡ay!, están tendiendo de nuevo a ser internacionales. Así, pues, es tranquilizador observar que el Banco de Japón y el nuevo Gobierno del primer ministro Noboru Takeshita han reaccionado con éxito ante la desolación en las industrias exportadoras.Incluso en Europa están teniendo lugar acontecimientos alentadores. La política de hierro del Gobierno de Margaret Thatcher va acompañada de un consistente crecimiento real de la producción. Aunque el desempleo en Holanda y Escandinavia sigue siendo alto, en comparación con lo que se consideraba normal; en otros países se ha producido una mejoría en las oportunidades de empleo. La República Federal de Alemania, en lo relativo a la política expansionista, sigue hibernando.
No cabe duda que tengo que embellecer el panorama. Unos cuantos meses. de acumulación inventarial no deseada en el mercado norteamericano del automóvil y una sobrerreacción de la Reserva Federal de Alan Greenspan ante los primeros indicios de aceleración de la inflación podrían provocar de nuevo la inquietud sobre el crecimiento de una recesión mundial.
Lo que sucede en Estados Unidos y lo que hacemos nosotros se considera en todas partes de la máxima importancia. Nuestro catarro es la neumonía del resto del mundo es la versión exagerada de este papel central de la economía norteamericana. Es necesario, por tanto, que resuma cuáles son las probabilidades de los distintos escenarios de Washington en este año electoral.
Economía y elecciones
1. En primer lugar quiero refutar la reconfortante opinión de que los dirigentes republicanos, quienes quiera que sean, nunca permitirían una debilidad económica en un año electoral. Aunque todos los gobernadores de la Reserva Federal fueron nombrados por un presidente republicano, hay muchas razones para creer que el presidente Grenspan y sus colaboradores restringirán los créditos antes del día de las elecciones de noviembre si la economía les agobia.En 1960, el vicepresidente del republicano Eisenhower, Richard Nixon, se presentaba como candidato electoral; sin embargo, la Reserva Federal permitió que se produjera la recesión de 1960-1961. Igualmente, en 1980, cuando los demócratas regían la Casa Blanca y la Reserva Federal, durante ese año electoral el presidente Carter y el presidente de la Reserva, Paul Volcker, no sólo permitieron la recesión, sino que la provocaron.
2. Si para cuando, en otoño, George Bush se presente a la presidencia los pronosticadores del tiempo político-económico esperan un clima favorable a las aspiraciones de un titular republicano, lo que contará para los votantes, según informan los estudios polimétricos, es lo bien que crece la producción durante los 10 meses anteriores a las elecciones y la estabilidad del nivel de precios en esa fecha.
3. Los observadores coinciden en que los candidatos principales están evitando intencionadamente los temas económicos serios. El candidato que se atrevió a mencionar un posible aumento de los impuestos para hacer frente al intolerable déficit presupuestario fue el primer candidato en ser eliminado en las votaciones primarias.
Con excepción del tema del proteccionismo, en que el demócrata Richard Gephart es el único en defender unas cuotas y tarifas restrictivas, Bush, Dukakis y los demás tienen el mismo y vacío programa económico. No se trata de una economía de vudú, porque ni siquiera es una economía. Supongo que a los votantes de ambos partidos les gusta así. Los observadores extranjeros perspicaces del panorama norteamericano siempre me hacen dos preguntas: cuándo y cómo abordará Estados Unidos su déficit presupuestario estructural y cuándo se resolverá el déficit en la balanza de pagos de Estados Unidos.
Por lo dicho hasta aquí es evidente que hay que adoptar una postura escéptica y reconocer que esos dos importantes problemas no están, ni mucho menos, cerca de encontrar una solución satisfactoria. Para decir las cosas como son, las mejoras de 1987 en el déficit fiscal hechas por Reagan fueron mínimas, y en gran parte de fachada. Razonando la impresión sobre 1988, se observa un ligero empeoramiento de la situación presupuestaria.
El déficit comercial norteamericano no es tan irremediable. Depreciando el dólar a la mitad de su paridad de 1985 con el yen y el marco basta para recuperar la competitividad norteamericana. La producción fabril ha aumentado. Las exportaciones físicas aumentaron y bajaron las importaciones físicas, y el déficit de pagos rectificados por la inflación se ha reducido algo. ¡Dos hurras! De todas formas, lo que se ha ganado en este aspecto se ha perdido en la misma medida en el aspecto de los precios relativos de nuestras exportaciones e importaciones. Vendemos más unidades, pero el necesario recorte en los precios para hacerlo nos deja casi en la misma carencia de dólares netos. Son dólares lo que debemos (y lo que tenemos), por lo que al entrar en 1990 nuestra situación como nación deudora neta será peor.
Si los dos problemas hermanos del déficit norteamericano van a seguir virulentamente con nosotros al final de los años ochenta, ¿no es ésa una lúgubre premonición sobre la continuidad de la prosperidad mundial?
Paul A. Samuelson pertenece al Instituto de Tecnología de Massachusetts.
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