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Reunidos por la paz

La ONU está pasando por su fase más esperanzadora desde la breve euforia que tuvo lugar cuando se fundó hace 42 años. El secretario general, señor Pérez de Cuéllar, se encuentra en una posición de mayor fuerza de la que llegó a tener cualquiera de sus predecesores. Esto quedó demostrado la semana pasada, cuando los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad -Reino Unido, China, Francia, la Unión Soviética y Estados Unidos- presionaron, de forma individual, a Bagdad y Teherán, apoyando los esfuerzos del señor Pérez de Cuéllar por Ciar fin a la guerra del Golfo, de acuerdo con la resolución 598 del Consejo de Seguridad.Rara vez ha disfrutado un secretario general del apoyo unánime de los miembros permanentes, ni siquiera cuando se ha tratado de poner en práctica una resolución por la que todos ellos han votado. En realidad, creo que el apoyo explícito y activo a sus esfuerzos por llevar a cabo la resolución 598 no tiene precedentes en la historia de la ONU.

El valioso papel del secretario general es el resultado de la mejora general de las relaciones entre las grandes potencias: no sólo la reconciliación entre la Unión Soviética y las potencias occidentales, sobre todo simbolizada en la mente pública a través de las cumbres de Washington y Moscú, sino también entre la Unión Soviética y China, y entre Occidente y esta última.

Si fuese posible mantener el consenso de las grandes potencias -y este sí es más bien tirando a grande-, el Consejo de Seguridad podría convertirse en un animal rnucho más formidable de lo que lo ha sido hasta la fecha. En realidad, podría convertirse en la especie de animal que los fundadores de la ONU pretendieron que fuera: un cuerpo capaz de intervenir con fuerza, por el interés colectivo, cuando se adivina una amenaza común. Los fundadores contemplaban, y siguen contemplando, la creación de un comité logístico, que surtiría de dientes al Consejo de Seguridad.

Durante muchos años, cuando los miembros del Consejo de Seguridad se enseñaban los dientes con tanta frecuencia, la idea de un comité logístico llegó a considerarse como letra muerta, un vestigio verbal de una visión que había fracasado. Pero en la actualidad, cuando los dirigentes soviéticos y americanos se visitan amigablemente en sus respectivos paises, la idea de un comité logístico, responsable de la seguridad del Consejo General, ya ha dejado de ser un asunto del que no se pueda hablar. De haber existido una maquinaria tal, la guerra del Golfo habría sido cortada en plena floración al poco tiempo de haber empezado y se habrían salvado millones de vidas.

No cabe duda de que Gorbachov desea que la ONU se desarrolle dentro de estas líneas generales. Este concepto de las Naciones Unidas encaja no sólo con la opinión soviética acerca del papel de la ONU, sino también con el compromiso personal de Gorbachov de mejorar las relaciones entre las superpotencias y de incorporar en las instituciones esas relaciones mejoradas.

Por el lado americano, el compromiso de consenso se queda corto en el apoyo a las Naciones Unidas respecto al papel tan importante y significativo de esta organización, y, probablemente, así continuará siendo mientras haya un republicano en la Casa Blanca.

En mi opinión, a los republicanos de derechas les gusta menos la ONU que la Unión Soviética. Los rusos son bestias peligrosas, pero son un hecho RaúL que pesa dentro de la vida internacional y hay que negociar con ellos. Por otra parte, se considera a la ONU como un complicado engaño, perpetrado por los liberales americanos que, a propósito o no, sirve a los intereses soviéticos. Si uno comete la imprudencia de mencionar la ONU a un republicano de este tipo, lo más probable es que se enfrente a esta forma de pensar: "El Nuevo Pacto, Roosevelt, tanto Franklin como Eleanor, Yalta, Alger Hiss, todos traidores americanos, espias rusos en Nueva York".

Mientras esto continúe retumbando en el subconsciente de su partido, lo más probable es que ni Reagan ni Bush deseen que la ONU juegue un papel tan visiblemente importante. El consenso del Consejo de Seguridad, sí, donde sea posible, pero sin que impida una acción unilateral por parte de Estados Unidos cuando la Administración americana lo juzgue necesario. Nada de un papel supranacional potencial para las Naciones Unidas. Nada de comité logístico.

De todos modos, es posible que aumente la importancia del Consejo de Seguridad, aunque despacio, incluso bajo la Administración de Bush, siempre que continúe existiendo un alto grado de consenso entre las superpotencias. Cesará el estrépito de la propaganda entre distintos adversarios, que durante tanto tiempo ha llenado los salones de las Naciones Unidas -por lo menos a nivel de grandes potencias- La gente tendrá más tiempo para pensar en los intereses comunes a medio y largo plazo en vez de en las ventajas a corto plazo, con las que sólo se beneficia una parte. Una perspectiva que no está mal.

Michael Dukakis, si sale elegido el próximo noviembre, es posible que, en cierta medida, no en toda, quiera unirse a Gorbachov en lo de incrementar la autoridad del Consejo de Seguridad. La verdad es que Dukakis no tiene mucho que perder en esto, políticamente hablando. Los americanos que odian a

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Reunidos

Traducción: C. Viamonte.

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