Sobre el laismo
Con ánimo de esclarecer su error, ya que se lo merece por su interés y conciencia lingüística, no de rebatirla públicamente, ruego publiquen en su diario esta nota dirigida a Ángela Herrero Vicario, acerca de su Laísmo del día 30.Primer argumento: no es necesario expresar el género del complemento indirecto cuando ya lo conocemos, porque al utilizar un pronombre es que el antecedente al que representa está claro. Usted misma se contradice cuando en su carta escribe textualmente: "No es de extrañar las críticas de esos señores de Andalucía, ya que tenemos una Real Academia empeñada en darles la razón". ¿Por qué no escribe darlos en vez de darles? Según dice, pertenece a la propia estructura del lenguaje para distinguir el masculino del femenino. ¿Dónde está la coherencia de su postura?
El laísmo no es una peculiaridad del castellano de Castilla, a la que pertenezco; es una incorrección extendida sobre todo en determinadas áreas de provincias y sectores sociales. Aquí, en Salamanca, por ejemplo, la mayor parte de los hablantes lo repudiarnos, nos suena a vulgarismo.
La razón de este fenómeno es esa que usted invoca incoherentemente: asignar género al complemento indirecto, cuando en la etapa anterior de nuestra lengua, en latín, es unisex: illi, que evolucionó a le unisex singular e illis, unisex, que evolucionó a les como usted escribe para plural masculino o femenino. Otra cosa son los complementos directos, que sí tenían y tienen género: a ellos/los, a ellas/las, a ella/la, a él/lo. Estas formas, con el laísmo, se mezclan en los hablantes inseguros y viene el caos, inadmisible en una lengua que es precisamente un código de signos inequívocos, como los colores del semáforo, para que podamos entendernos.-
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