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La huida hacia adelante del IRA

La ofensiva terrorista del grupo norirlandés no produce resultados políticos

Un portavoz republicano en Belfast, la capital de Irlanda del Norte, ha expresado su confianza en que la campaña de atentados del Ejército Republicano Irlandés (IRA), que se cobró la semana pasada 5 muertos y 28 heridos, supondrá un éxito ante la opinión pública internacional. Tras hacer explícita su intención de convertir la nueva ola terrorista en un vasto ejercicio de relaciones públicas, recibían algunas malas nuevas: la campaña no alteraba el pulso del Gobierno contra el que actúa.

El acento en el impacto internacional de la campaña del IRA está cargado de connotaciones históricas. Los provisionales quieren recordar al mundo que, 20 años después del inicio de la Campaña por los Derechos Civiles, nada ha cambiado y los británicos no han conseguido doblegar a la población católica.La tesis del IRA no se sostiene. Hace 20 años, un movimiento inspirado en su homónimo norteamericano, tuvo capacidad para convocar a sectores católicos moderados y a liberales protestantes. La Campaña por los Derechos Civiles constituyó en el verano de 1968 un movimiento que, centrado en la protesta contra las políticas de empleo, vivienda y voto al uso en Irlanda del Norte, llamó la atención de la opinión pública internacional sobre la marginación social y política de los católicos en la región.

La actual campaña de atentados, si se acepta el sufragio universal, tan sólo cuenta con el apoyo de cerca de 90.000 habitantes en el Ulster y menos del 2% del electorado en la República de Irlanda. Sus objetivos tampoco admiten paralelismo con el movimiento, que cumple ahora 20 años. Terry Carlin, portavoz de los sindicatos irlandeses, lo ha demostrado esta semana de forma explícita. Al condenar el asesinato de dos trabajadores que realizaban tareas de mantenimiento en un cuartel policial, el líder sindical católico reivindicó frente al IRA el derecho a la vida y al trabajo de los irlandeses.

Si la opinión pública internacional difícilmente va a trazar un paralelismo entre ambas situaciones, las consecuencias de la campaña del IRA en el Reino Unido y en Irlanda han sido, en primera instancia, descorazonadoras para los republicanos. Voces unionistas han pedido la instauración de la pena de muerte sin encontrar apenas eco. Los partidarios del "cuanto peor, mejor" han tenido un leve consuelo.

Derrota política

Organizadores policiales, portavoces unionistas y políticos del Parlamento de Londres han pedido esta semana la reintroducción del encarcelamiento sin juicio previo como medio para acabar con los cabecillas del terror católico y protestante. Para negar la validez de la medida, los portavoces gubernamentales y la primera ministra, Margaret Thatcher, tan sólo han tenido que recurrir a las estadísticas.En 1972, primer año de vigencia del encarcelamiento sin juicio previo, se produjeron en el Ulster 467 muertos en atentado. Entre 1972 y 1975, período de vigencia de la medida, se produjeron 1.180 muertes violentas. Desde 1977, la siniestra contabilidad anual de muertos no ha arrojado nunca un saldo superior a 113. Desde 1982, siempre hubo menos de 100 muertes anuales.

Margaret Thatcher ha rechazado esta misma semana, en plena oleada de atentados, que su Gobierno estudie la próxima introducción de medidas legales extraordinarias como medio de atajar la violencia política. Por el contrario, tanto ella como su secretario de Estado para el Norte de Irlanda, Tom King, han reafirmado su convicción de que la derrota política del IRA se ha de basar en una creciente colaboración ciudadana y en el diálogo entre católicos y protestantes.

A su favor cuenta también el repaso de la actividad del IRA en los últimos meses. Desde noviembre de 1987, los republicanos han matado a 17 civiles en atentados que no iban dirigidos contra ellos. Han atacado en celebraciones religiosas, han mutilado a católicos que paseaban al lado de "objetivos legítimos", han hecho explotar bombas en un autobús repleto de escolares. Los provisionales han perdido además 22 miembros de sus comandos por disparos de la policía o el Ejército británico.

Antes de esta campaña, el IRA atravesaba una de las más graves crisis de credibilidad. El Sinn Fein, su rama política, había iniciado conversaciones con partidos católicos moderados para acabar con su aislamiento político. A raíz de la racha de atentados, los católicos moderados han amenazado con interrumpir cualquier diálogo. El problema para el IRA es que si la lógica del terror exige demostrar capacidad mortífera para doblegar a un Gobierno, la lógica de éste obliga al inmovilismo ante el acoso de las bombas.

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