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Rosa Montero

Son cuatro, son jóvenes y están solas. Inmaculada, Consuelo, Lourdes y Candela. Son las hermanas de Corella, el Nani. En estos días finales del proceso me admiro aún de la proeza que han llegado a culminar estas mujeres.Son cuatro, son jóvenes y provienen de una clase social desprotegida, de un barrio sin lustre y sin historia, de un mundo carente de influencias. Da vértigo pensar desde qué infinita nada comenzaron su lucha. Quién iba a creerlas cuando se pusieron a explicar que su hermano, para colmo un vulgar delincuente, se había evaporado en forma extraña. Apenas si eran cuatro pulgas intentando perforar la piel de una sociedad elefantina; y su voz quedaba sepultada bajo los vozarrones oficiales. Bajo la versión omnipotente de una legión de policías y el respaldo del Ministerio de Interior. Bajo los prejuicios y la confortable rutina de las gentes.

En estos años han tenido que arrostrar el riesgo de ser procesadas por calumnias, el miedo a las represalias del contrario. Son cuatro, y ahora están mucho más solas. En su entorno ha ido creciendo un vacío alimentado de temor, un sálvese quien pueda. Amigos de la infancia que ya no las visitan, conocidos que eluden el saludo por no comprometerse, gentes que las contemplan con interés malsano, como quien escruta a un lepidóptero. Resultan incómodas, y han de pagar por ello. La Corella pequeña, por ejemplo, hubo de abandonar la peluquería en la que llevaba 10 años trabajando cuando los dueños le hicieron la vida imposible y las clientas se negaron a peinarse con "la hermana menor de un delincuente".

Así, dejándose la piel, estas cuatro pulgas obcecadas han conseguido montar un tribunal. Ahí están los jueces, los letrados, el lustre pomposo de las togas, toda la prosopopeya de la ley. Sea cual sea la sentencia, este juicio de David contra Goliat se ha convertido en un proceso histórico, en un triunfo democrático. Habrá que darles las gracias por su perseverancia y su entereza. A Inmaculada, Consuelo, Lourdes y Candela.

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