Estado de desecho

En mi país ocurre a veces que el Gobierno, cuando es requerido por un juez, se lee la ley (parece que no muy a fondo), se juzga a sí mismo y al caso en cuestión, y le escribe una amable misiva al mismo juez en la que le expone las razones jurídicas que le llevan a no colaborar con él, es decir, a no colaborar con la justicia. Los jueces podrían, en justa reciprocidad, aplicar sólo las leyes que consideraran políticamente convenientes; eso si, previo envio al Ejecutivo o al legislativo de un escrito con las argumentaciones políticas que a su juicio justifican la improcedencia de ciertas leyes.Sucede que mi país no está, como pudiera pensarse, en el Sahel africano ni en el istmo centroamericano, sino que está a la espera de desempeñar la próxima presidencia de la CE. Y sucede que lo que constituye el mayor escándalo político de la joven democracia española desde el 23-F no ha merecido sino tibias condenas de otros partidos políticos y colectivos sociales. No hace falta esforzarse mucho para adivinar qué hubiera dicho Guerra

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si a Suárez o a cualquier otro se le hubiera ocurrido hacer o decir algo similar.

Y con todo, no es esto lo peor. Lo peor es que el Gobierno no ha investigado, como públicamente acaba de reconocer, sobre los GAL ni obre la presunta vinculación de funcionarios del Ministerio del Interior con los mismos. ¿Para qué? Al Ejecutivo le debe dar igual que pueda haber asesinos en el aparato del Estado, siempre que disparen contra el objetivo adecuado. Tampoco parece que le preocu pe que esta sospecha se extienda entre la ciudadanía. En vez de investigar se dedica a obstaculizar las investigaciones judiciales con la falaciajurídica de confundir fondos reservados con unos supuestos fondos secretos, incluso a efectos penales, lo que supondría que el Estado habría de aceptar la impunidad de cualquier delito cometido con los mismos. Y hay que recordar que las indagaciones del juez se han producido por la inexistencia de investigaciones internas en la misma policía y por la inhibición del mismo fiscal del Estado. A los ciudadanos ya sólo nos queda la duda de si la actitud de nuestro Gobierno se limita a la negligencia, llega a la cónnivencia, o va incluso más allá, hasta donde da miedo imaginar. Y pensar que algunos llegamos a creernos eso de que lo que caracterizaba a los terroristas no era la divergencia de fines, sino la de medios para conseguirlos. Ahora resulta que lo que define a los terroristas es quizá la naturaleza del blanco a que apuntan sus pistolas, y que la diferencia fundamental entre la policía y ETA parece estribar para algunos en el tamaño de sus arsenales y en el número de sus efectivos. ¿Qué les vamos a contar ahora a los de HB?

Tanto burlarnos de Rambo y de pronto resulta que a lo mejor lo teníamos dentro de casa. Siento una vergüenza profunda del Gobierno de mi país. Y ojalá se quede todo en eso- José Ignacio Cano Gestoso.