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Medio centenar de casos similares

En los últimos años han sido muchas las personas que han muerto a consecuencia de actuaciones desproporcionadas de agentes del orden en el transcurso de discusiones o incidentes que no justificaban el uso de armas de fuego. Muchas de las víctimas han sido familiares de los propios homicidas, en particular las esposas de aquéllos.El 10 de junio de 1976, en Éibar (Guipúzcoa), un guardia civil de paisano mató de un disparo a un hombre y puso así fin a una discusión por un problema de aparcamiento. Desde entonces, y según los casos registrados en la prensa, 27 personas han muerto en España a manos de agentes del orden sin que las víctimas tuvieran ninguna relación especial con sus homicidas. Las propias familias de los agentes han sido con frecuencia las destinatarias de sus iras: ocho guardias civiles y siete policías dieron muerte a sus respectivas esposas. Un guardia civil mató a su hijo, e hicieron lo mismo tres policías nacionales, uno de los cuales mató a sus dos hijos, por lo que el número de infanticidios se eleva a cuatro.

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Alguno de los casos alcanzaron gran notoriedad, como el de la muerte del cura Antidio Fernández, a manos del guardia civil Luis del Álamo, que viajó desde Luarca a Madrid y sorprendió al sacerdote en compañía de la mujer del agente, el 25 de septiembre de 1986. También en Madrid, el 30 de junio de 1987, el subcomisario Ángel Acero mató a su esposa, María Eulalia Morgado, de tres tiros, en el interior de un ascensor. El 27 de junio de 1986, fue un teniente de la policía, Cristóbal Barbero, quien mató a sus dos hijos de 11 y 13 años de edad, luego se suicidó, en Barcelona.

El 25 de noviembre de 1987, un guardia civil, en el transcurso de una discusión trivial, mató de un tiro en la cabeza al ciudadano belga Erik Antoon Haelewin, en una discoteca en Irún. En Barcelona, el 11 de abril, dos policías nacionales, que presentaban signos de embriaguez, fueron detenidos tras herir a varios transeúntes contra quienes dispararon indiscriminadamente. Los incidentes protagonizados por agentes en estado de embriaguez se han dado con cierta frecuencia. En Madrid, tuvo amplia repercusión la muerte de un joven de 19 años, Miguel Colorado Rodríguez, muerto cuando estaba caído en el suelo por disparos del policía nacional Francisco Mansilla.

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