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Salinas y la 'apisonadora' del PRI

Demostración de fuerza en el cierre de la campaña del candidato oficialista a la presidencia de México

Antonio Caño

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México cerró el sábado su campaña con una gran demostración de fuerza, que dejó patente, al mismo tiempo, las condiciones adversas en las que el candidato presidencial, Carlos Salinas de Gortari, habrá de ejecutar su proyecto de renovación interna. El aparato estatal fue utilizado como apisonadora para reunir en el Zócalo de la capital a cientos de miles de personas y evidenciar que el partido que ha gobernado el país durante 60 años no se resignará fácilmente a ceder el poder tras las elecciones del miércoles.

El espectáculo ofrecido en la principal y más simbólica plaza del país era propio de una superproducción del Hollywood de los cincuenta o de los más grandiosos actos que hayan podido celebrarse en la plaza Dienanmen de Pekín o en la plaza Roja de Moscú. Desde un día antes había sido transportada gente desde todo el país que incluso durmió sobre el suelo. Toda la policía fue puesta al servicio del éxito del mitin, decenas de autobuses, miles de plazas hoteleras, decenas de miles de comidas gratuitas, un helicóptero para la Prensa, un almacén de camisetas y obsequios al servicio de los asistentes, cuyo número superaban los 300.000.La escenificación fue sobrecogedora. La fachada del Ayuntamiento fue cubierta con un enorme manto tricolor sobre el que estaban grabados los rostros de las principales figuras nacionales: Hidalgo, Morelos, Juárez, Zapata y Madero. Otro gigantesco mural con los símbolos de los tres sectores que componen el PRI (obrero, campesino y popular) tapaba el edificio del Gobierno del Distrito Federal. Frente al palacio presidencial había sido levantada una tribuna de 50 metros de ancho por 20 de alto, con capacidad para 3.000 personas, en la que se instalaron todas las fuerzas -vivas del país, desde los más ricos empresarios hasta los más influyentes sindicalistas. Había amigos y enemigos de Salinas aplaudiendo al unísono las consignas. En las esquinas, dos globos aerostáticos que, junto con la continua lluvia de confetis, dieron color a un espectáculo deslumbrante. Un mariachi integrado por 800 músicos y otros 20 grupos musicales distribuidos por toda la plaza se encargaron de animar la fiesta.

La soledad del jefe

Casi diminuto, apareció de pronto, sobre un podio protegido por cristales, Carlos Salinas, a quien, voluntariamente, sus acompañantes dejaron solo ante las aclamaciones, en la soledad propia del jefe único, del caudillo. Vestido con traje azul oscuro y saludando contenido a los congregados, Salinas fue el reflejo, más que nunca, de la distancia que todavía separa a su proyecto reformista de la realidad del partido político más poderoso del mundo occidental.El discurso estuvo en esa misma línea. Breve, frío y sin contenido de especial relevancia, no provocó más aplausos que los que se contemplaban en el guión. Se comprometió "de cara al pueblo" a llevar a cabo .un cambio que sea causa de esperanza, base de bienestar y aliento al orgullo de ser mexicano". "Hay pasión por la libertad", dijo, "y por eso tenemos la energía para desterrar la arbitrariedad, el abuso y la corrupción".

Aseguró que "hoy surge de la lucha del pueblo la necesidad de modernización para construir un México más justo, más fuerte y más soberano". "Nuestra propuesta", explicó, "tiene sus raíces en el pasado y es profundamente revolucionaria".

Arrastrado por el triunfalismo y grandilocuencia del acto, Salinas rompió con su tradicional moderación para prometer el oro y el moro: "No permitiremos mayores bajas del nivel de vida, vamos a dejar la crisis atrás, vamos a elevar los salarios, creceremos, acabaremos con la inflación...". Se comprometió, por último, a gobernar para todos y a convertir el triunfo del PRI, que se da por descontado, "en la victoria de México'".

Inmensa mancha roja

No habló el sábado Salinas para convencer a quienes no creen en sus promesas de cambio; se dirigió, más bien, a las decenas de miles de trabajadores que, instruidos por sus sindicatos, llenaron el Zócalo. Destacaba entre la multitud la inmensa mancha roja formada por las gorras de los petroleros. La presencia de cada uno de ellos allí, para aclamar al candidato, tendrá que pagarla Salinas a los dirigentes sindicales con la moneda de la negociación y las componendas, opinan incluso fuentes del propio PRI.Con el mitin del sábado se pone fin, a nueve meses de campaña en la que Salinas ha recorrido 125.000 kilómetros, ha pronunciado 1.200 discursos y ha dirigido 31 mensajes por radio y televisión. Durante 72 horas el país descansará de mensajes políticos para reflexionar su voto del próximo miércoles. No interesa el resultado final, ya conocido de antemano, pero sí existe una gran expectación por conocer el detalle de las cifras. Con una victoria del PRI por el 50% de los votos emitidos (alrededor de un 20% menos que en ocasiones anteriores), muchos observadores creen que se podría empezar a confiar en que el cambio es posible.

El candidato presidencial del Partido de Acción Nacional, Manuel Clouthier, cerró también su campaña en el Zócalo, horas después de que lo hiciese Carlos Salinas de Gortari. Clouthier aprovechó la ocasión para advertir del peligro de que se produzca un fraude electoral.

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