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Tribuna:ANÁLISIS
Tribuna
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Los otros temas de la 'cumbre' de Hannover

Con la presidencia alemana se ha empezado a resolver uno de los grandes temas que quedaban por anudar en el proceso de integración europea: el proyecto de unión monetaria. Para decirlo en titulares: "los europeos pueden viajar hoy sin pasaporte; mañana pagarán sus compras con una sola moneda". Hace unos meses, esta definición resultaba grandilocuente y utópica; hoy, de golpe, empieza a parecer viable.La decisión de estudiar un proyecto de unión monetaria y su consecuencia inevitable, el Banco Central Europeo, ha sido el resultado más espectacular de la cumbre de Hannover, pero no el único. Los comentarios casi se han limitado a este aspecto del Consejo, pero existen otros que vale la pena analizar.

1. La Europa de los ciudadanos. En el comunicado de Hannover, dentro de la maraña de declaraciones generalmente retóricas que contienen siempre estos documentos, son reconocibles un centenar de decisiones (de las 300 previstas por el Libro Blanco sobre el mercado único) tomadas en el año transcurrido desde el Consejo de Bruselas. Son temas que, por fin, han empezado a acercar a los ciudadanos, ideas que hasta ahora eran abstractas, medidas inmediatamente reconocibles. El mercado interior avanza: se ha decidido liberalizar el movimiento de capitales, quitar trabas al transporte aéreo, poner en común propiedad intelectual, títulos universitarios y estándares de fabricación. Aunque a Margaret Thatcher no le gusta nada, existe un compromiso para estudiar la armonización fiscal, que la apertura total de fronteras en 1992 hace inevitable.

Se ha acordado controlar la, polución en Europa, especialmente la lluvia ácida, que tan ruinosa está resultando para los bosques y las montañas centroeuropeos. Un día después de celebrada la cumbre, una reunión de ministros del Medio Ambiente acordó la aplicación práctica de esta disposición, regulando la emisión de gases tóxicos, tanto de centrales térmicas como de automóviles de pequeña cilindrada (los de gran cilindrada ya utilizan. catalizadores). Aunque, para España, la lluvia ácida es menos grave que, póngase por caso, la desertización creciente, nuestro Gobierno ha tenido que aceptar disciplinadamente el acuerdo, que le costará 300.000 millones de pesetas. El Gobierno de Thatcher, por su parte, ha conseguido bloquear un acuerdo que debía impedir la exportación de residuos tóxicos europeos a países en desarrollo, con el argumento de que corresponde a éstos decidir si los aceptan o no.

Delors, presidente de la Comisión, dijo al término de la cumbre de Hannover que "Europa vuelve a andar sobre dos piernas", alusión clara al hecho de que el mercado único, con los incentivos cuya aprobación queda reseñada más arriba, no sólo favorecerá al capital, "sino al empleo y al bienestar de los ciudadanos". No es absurdo sugerir que la raíz del optimismo de los europeos, de su creciente deseo de llegar a la unión política (el 54% de los ciudadanos la quiere ya), está en la comprensión de que este tipo de medidas les favorece a la larga.

Política exterior

2. La política exterior de la Cornunidad se basa todavía en mínimos comunes denominadores. Se ha progresado mucho, pero se está lejos de practicar una acción progresiva y decidida.

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Al margen de casos concretos en los que el acuerdo, no siempre fácilmente obtenido, es unánime (Oriente Próximo Centroamérica, relaciones Este-Oeste), el ejemplo mayor de debilidad comunitaria está en el caso de Suráfrica. Se trata de una clásica prueba del empecinamiento de la primera ministra británica, tras la que, por otra parte, se esconden convenientemente los intereses de varios de sus socios comunitarios. Es general en el mundo el deseo de que se impongan sanciones al régimen del apartheid: castigo global, fuerte que aísle verdaderamente a los surafricanos.

Margaret Thatcher se niega a ello, utilizando tres argumentos: las medidas de boicoteo real propuestas no son eficaces, empeoran el sino de la mayoría negra y, probablemente, forzarían a Pretoria a endurecer su posición. Los tres son discutibles. Los países de la CE son, con EE UU, los que tienen mayores intereses económicos en Suráfrica (que sólo unos pocos empiezan a estar dispuestos a sacrificar); difícilmente encontraría Pretoria mercados sustitutivos. Sin sanciones, el sino de los negros no está mejorando apreciablemente, y los seis condenados de Sharpeville, sobre cuya suerte se trataba de hacer un llamamiento muy duro, serán probablemente ejecutados de todas maneras, por un crimen además inexistente en cualquier sociedad civilizada. El llamamiento a la clemencia de Pretoria ha sido muy débil (las relaciones con Suráfrica "corren el riesgo de empeorar"), tan débil como la modestísima sugerencia de que se ponga en libertad a Mandela. Una verdadera lastima.

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