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Un oasis sin luz

La odisea de una veintena de extranjeros que compraron chales en una urbanización de Alicante

Claudine Dawson vive desde hace casi cuatro años en un pequeño chalé de la urbanización El Oasis, en l´Alfàs del Pi (Alicante). Formada por una veintena de casitas ocupadas por británicos y noruegos, carece de los más elementales servicios. Por no haber, no hay ni siquiera sumistro regular de electricidad, que depende de un generador Diesel ubicado a escasos metros de las viviendas. Así, las neveras y demás electrodomésticos pueden funcionar sólo unas horas al día. Pero no mucha porque el generador hace un ruido infernal, inaguantable.

El promotor y el Ayuntamiento llevan años prometiendo soluciones a estos incautos extranjeros que compraron los chalés pensando en un cálido y tranquilo retiro.L´Alfàs del Pi es un pequeño pueblo de la comarca alicantina de La Marina Baixa. El padrón de 1986 señala que tiene 6.580 habitantes, aunque en realidad son más de 15.000 las personas que viven permanentemente allí, que se convierten casi en 30.000 en los meses de verano. En el padrón figuran 3.633 nacidos en el extranjero. De estos, muchos tienen entre 60 y 70 años de edad: son jubilados de diversos países europeos.

Los últimos años han sido duros para los propietarios de chalés en la urbanización. Pero han sido especialmente difíciles para Claudine Dawson, de 63 años y nacionalidad británica. Primero junto con su marido y, tras la muerte de éste en febrero pasado, en solitario, la señora Dawson ha luchado por defender sus intereses frente a un promotor por el que se siente engañada y ante un Ayuntamiento del que dice que se ha lavado las manos. Sólo 17 de las 42 parcelas de El Oasis están ocupadas por chalés y sus propietarios han intentado, sin éxito, hacer valer sus derechos frente al engaño de que han sido objeto.

Hasta el pasado mes de abril, los chalés disponían de luz de obra, que pagaba el promotor. No era un servicio seguro, cada dos por tres se producían cortes, aunque más valía eso que nada. Pero era una situación irregular y la compañía eléctrica cortó el suministro. El promotor puso el generador.

Por ser la que vive más cerca del lugar donde ha sido ubicado, Claudine Dawson es la encargada del generador. Pese a su precaria salud, sale invariablemente de su casa alrededor de las ocho de la mañana, cruza la calle y pone en funcionamiento el monstruo, hasta las once de la mañana. Ese tiempo se aprovecha para poner las lavadoras, pasar el aspirador, etcétera. Luego, la tranquilidad. Pero el descanso no puede durar mucho, porque durante el tiempo que el generador permanece en silencio las neveras no pueden funcionar. Por eso, el monstruo tiene que volver a rugir por la tarde, hasta que a medianoche la señora Dawson, linterna en mano, vuelve a salir a la oscura calle y lo hace callar para poder dormir.

No toda la urbanización está así. El colegio noruego, al que asisten los numerosos niños de esa nacionalidad que viven todo el año en la zona, sí que tiene luz. Fue construido por iniciativa del consulado de Noruega. L´Alfàs del Pi está hermanada con Oslo y esta circunstancia fue decisiva para permitir la conexión del colegio con la red eléctrica normal. Eso y las presiones diplomáticas ejercidas por la embajada y el consulado de Noruega. Los vecinos no han tenido tanta suerte, pese a que el Defensor del Pueblo y el Parlamento Europeo se han interesado por este y otros desmanes de que son objeto ciudadanos europeos en España.

Como en muchas otras urbanizaciones de las zonas turísticas, en El Oasis no hay alcantarillado, ni alumbrado público, tampoco aceras. El plan parcial de El Oasis fue aprobado en 1981. Pero, una vez más, la ley no se ha cumplido y las viviendas precedieron a la infraestructura. Por si fuera poco, algunos chalés fueron construidos sin licencia, o sin el correspondiente proyecto, y carecen de cédula de habitabilidad.

Los extranjeros que compraron viviendas en El Oasis, -como los que lo han hecho en muchas otras zonas costeras lo hicieron creyendo que todo estaba correcto. Pero fueron engañados. El promotor ha asegurado una y otra vez que todo se resolvería pronto. Pero nada. Ahora ya, no aparece. Este periódico tampoco pudo localizarlo.

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