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La puesta de largo de Noboru Takeshita

El primer ministro japonés se esfuerza por internacionalizar la imagen de un país que genera el 13% del PIB mundial

Algunos comentaristas de la Prensa japonesa han destacado que en la reciente cumbre de Toronto ya no figuraba en las fotos al lado de Ronald Reagan, como su anterior predecesor, Yasuhiro Nakasone. Sin embargo, pocos dijeron que Reagan, el presidente de una potencia en apuros económicos, está a punto de irse, mientras que Noboru Takeshita, el líder de la fulgurante segunda potencia económica mundial, acaba tan sólo de llegar a la escena política internacional.

Japón, el país cuya economía contribuye al 13% del PIB mundial, vive un momento de euforia gracias a la vitalidad de sus productos, cuyas ventas y penetración en los mercados internacionales han convertido a este país en la primera plaza Financiera del mundo. Y así estos nuevos ricos pueden permitirse el lujo de doblar -hasta un total de 50.000 millones de dólares- su aportación de ayuda a países en vías de desarrollo.Takeshita capitanea hoy el potente Partido Liberal Democrático (PLD), prácticamente en el poder desde la posguerra, debiendo estimular la economía interna, modificar el sistema fiscal y abrir progresivamente las duras fronteras japonesas a los productos extranjeros, estadounidenses y europeos en particular, de donde provienen las principales críticas por el éxito de la gestión económica japonesa.

Pero Takeshita tiene también ante sí la necesidad de crearse una imagen de líder internacional, como la tenía Nakasone, en un Japón donde la palabra de moda es internacionalización. Y para ello, Takeshita, desde su llegada al poder, el pasado mes de noviembre, orquestó una serie de giras por el mundo que le han llevado a Filipinas, a la cumbre del sureste asiático de la ASEAN, dos veces a Estados Unidos, otras dos por casi todas las principales capitales de la CE -con excepción de las meridionales Madrid, Atenas o Lisboa, que parecen seguir estando calificadas en un segundo rango para los estrategas japoneses-, a su puesta de largo internacional en la reciente cumbre de las siete primeras potencias económicas capitalistas, celebrada en Toronto, y, a partir del próximo mes, a viajes por Australia, China y Corea del Sur.

Viejos recelos

Los viajes de Takeshita, que reciben un amplio despliegue informativo, sobre todo televisivo, han ido acompaiftados de otros no menos importantes a puntos delicados, como Europa del Este, Moscú o Tel Aviv, por altos dignatarios gubernamentales, incluido su ministro de Exteriores, Sesuke Uno.La nueva pujanza de Japón despierta algunos viejos rece los, sobre todo entre los países vecinos, cuando se aborda el delicado capítulo de la defensa. Yakeshita recuerda que Japón continúa limitando su gasto militar en torno al 1 % del PIB japones, siendo la otencia economica que gasta menos en ar maniento. Lo que no impide que las denominadas Fuerzas de Autodefensa japonesa cuenten cada vez con material más moderno. Algunas multinacionales niponas comienzan a fabricar sofisticados tanques y se preparan para construir nuevos aviones de combate -en cooperación con EE UU-, mientras el Gobierno de Nakasone vinculó ya la alta tecnología japonesa al proyecto de guerra de las galaxias de Ronald Reagan Al mismo tiempo, el consorcio Gobierno -Universidad-empresas prepara la aventura espacial nipona, en la frontera del siglo XXI. Japón emerge claramente como la primera potencia regional en la zona Asia-Pacífico, la de mayor crecimiento económico y en el próximo decenio.

Sus turistas e inversores han desembarcado literalmente de nuevo en Pearl Harbour, en Hawai, lugar preferido de los japoneses, en cuyas tiendas se les recibe hablando japonés y cuyos yenes han revalorizado espectacularmente el mercado inmobiliario. En Australia, otro de los destinos preferidos por los nipones, el sentimiento de reserva hacia los nuevos samurais es cada vez más fuerte. En China, Filipinas o Indonesia se recibe con los brazos abiertos la inversión o la ayuda financiera japonesa, no sin ocultar ciertos temores por una nueva neocolonización económica, que está desplazando de la zona a la tradicional presencia estadounidense.

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