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EL FUTURO DEL COMUNISMO

Una comisión oficial húngara investigará la muerte de Imre Nagy

El Partido Socialista Obrero Húngaro (PSOH) ha decidido que una comisión de su comité central elabore un estudio "objetivo" sobre la historia húngara de las pasadas cuatro décadas. La decisión ha sido tomada al cumplirse el pasado 16 de junio el 30º aniversario de la ejecución de Imre Nagy, el primer ministro comunista que se puso a la cabeza del levantamiento de octubre de 1956 y fue ahorcado dos años más tarde.

A la cabeza de la comisión del comité central estará el miembro del buró político y presidente del Frente Patriótico Nacional, Imre Poszgay, lo que viene a suponer una garantía de que la investigación histórica va a ser tomada en serio. Poszgay, posiblemente el más radical de los reformistas en el partido comunista, partidario del pluralismo político y de la democracia parlamentaria, goza de gran credibilidad entre la opinión pública húngara.Treinta años después de los trágicos acontecimientos, la tarea no es fácil. La comisión deberá juzgar el papel de personalidades que, aún vivas, han desempeñado después un papel clave y en muchos casos favorable a la liberalización posterior del régimen húngaro, a la cabeza de ellos Janos Kadar.

Garantías de seguridad

La tragedia de 1956 ha sido durante largos años un asunto intocable en Hungría. La superación del clima de enfrentamiento de entonces y la reconciliación nacional encauzada con éxito por Janos Kadar, exigían que no se pidieran responsabilidades. El consenso se basó en la común represión de la memoria.

Aún hace dos años, al cumplirse los 30 años del levantamiento, el número de la revista independiente Liget que solicitaba una "nueva valoración de los acontecimientos de 1956" fue secuestrado y destruido. Hoy es el partido el que hace la recomendación de Liget.

Ahora, tan sólo un mes después de que Janos Kadar fuera destituido como secretario general del partido, la comisión del comité central se encargará de arrojar luz sobre su misterioso papel jugado en los días de la crisis en 1956 y sobre sus posibles responsabilidades en la ejecución de Nagy, el ministro de Defensa Pal Maleter y otros dirigentes del partido.

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A todos ellos les habían sido dadas garantías de seguridad personal. Maleter es posiblemente el único general del mundo que infligió una derrota al Ejército Rojo después de 1945, en octubre de 1956. Todos fueron ejecutados después de juicios secretos o asesinados en la cárcel, como fue el caso del secretario de Estado Geza Losonczi.

Muchos de ellos se hallan enterrados en tumbas anónimas en un recóndito y abandonado rincón del cementerio Rakoskeresztur de Budapest. Desde hace años, familiares de los ejecutados y vecinos de Budapest acuden el 16 de junio al cementerio. En las tumbas nunca faltan ya flores frescas.

La presión para la rehabilitación de Nagy y los varios miles de ejecutados tras ser aplastado el levantamiento por los tanques soviéticos crece desde hace años. Hace unas semanas, familiares y amigos de las víctimas fundaron en Budapest el Comité para la Justicia Histórica. Forman parte del mismo la hija de Nagy, las viudas de Maleter y de Joszef Szilagy y otras personalidades vinculadas al levantamiento. En un documento solicitaron además plena aclaración del papel representado por Janos Kadar en la represión, además de la rehabilitación de personalidades ejecutadas o perseguidas antes de 1956, como el ministro del Interior Laszlo Rajk, ahorcado en 1949, y el cardenal Josef Mindszenty.

El nuevo jefe del partido comunista de Hungría, Karoly Grosz, se halla ante una prueba de fuego para su credibilidad ante la población. Rehabilitar a Nagy y a las demás víctimas sin arrojar graves sombras sobre la figura histórica de Kadar es difícilmente posible. Entre el 1 y el 4 de noviembre, cuando los tanques soviéticos entran en Budapest, Kadar desaparece de la capital con destino desconocido y sólo vuelve ya con órdenes para reprimir el movimiento independentista.

Gabinete pluripartidista

Entre tanto, lmre Nagy anuncia la salida de Hungría del Pacto de Varsovia, al tiempo que establece un Gabinete pluripartidista y pide ayuda a Occidente. Ésta no llega.

El mismo 4 de noviembre, Nagy y sus más estrechos colaboradores se refugian en la Embajada de Yugoslavia. Diez días más tarde, Kadar declara a Radio Budapest: "Como ministro que fuí del Gobierno de Imre Nagy, declaro con toda franqueza que ni él ni su grupo quisieron apoyar la contrarrevolución". El 22 de ese mes la abandonan con la garantía oficial de la Unión Soviética y de Janos Kadar de que no peligra su seguridad personal.

La sentencia del juicio secreto que los condena les acusa de "querer derrocar al régimen legítimo en cooperación activa con el imperialismo".

La comisión, no obstante, tzimbién tratará otros puntos negros de la historia húngara de la posguerra. Éstos se refieren tanto a los juicios farsa bajo el estalinista Matyas Rakosi, como al papel desempeñado por Hungría en la invasión del Pacto de Varsov¡a en Checoslovaquia, hace ahora 20 años.

El nuevo miembro del buró político, Resz Nyers, que fue alejado del poder en 1974 a instancias de la Unión Soviética, ha declarado hace días que el régimen de Kadar era contrario a la violenta entrada en Praga para destituir a Alexander Dubcek, y que sólo participó bajo fuerte presión de la URSS y para salvaguardar sus propias reformas ya en curso.

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