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Bartolomé Mitre

Una tradición argentina en el periodismo y la cría de caballos

Tiene 48 años y dos pasiones de las que le gusta hablar: el periodismo y los caballos árabes. Pertenece a la estirpe de los Mitre argentinos, histórica dinastía encabezada en el siglo pasado por un personaje mítico y legendario: Bartolomé Mitre, señor de la guerra y de las letras, presidente de su país, protagonista de forzosos exilios y audaces historias bélicas. Su tataranieto, también Bartolomé Mitre, director del periódico La Nación, que aquél fundó el 4 de enero de 1870, asiste en Santander a un acto conmemorativo que une a dos relevantes figuras de la historia de España y de Argentina: la de su antepasado y la del polígrafo cántabro Menéndez Pelayo, quienes mantuvieron relaciones de amistad.

Bartolomé Mitre declaró ayer en la biblioteca que lleva el nombre del sabio santanderino que su tatarabuelo siempre achacó a la tiranía de Rosas el haber empuñado las armas y abandonar su carrera literaria Lo cual es sólo una verdad a medias, porque el estadista y general, sin descuidar los obuses dejó escritos numerosos libros y poesías y legó una vasta biblioteca americana que sus familiares cedieron al Estado argentino en la década de los setenta.Dedica 12 horas diarias a la dirección de La Nación, uno de los diarios más antiguos del mundo, segundo en difusión en su país, pero "probablemente" puntualiza, "el primero en gravitación, esto es, en influencia". Política, economía y cultura son, actualmente, las secciones periodísticas más buscadas por los argentinos tras la larga noche de la dictadura. Reconoce que la Prensa escrita, en este amanecer democrático de su país, atraviesa por una pujante situación. "El futuro es esperanzador porque todos confiamos en que el presidente Alfonsín cumpla la promesa de privatizar los medios de comunicación electrónicos que el Estado todavía tiene en sus manos".

La Nación, que ha cumplido 118 años de existencia, siempre ha estado dirigida, salvo una breve fase, por la misma línea genealógica de los Mitre. "Yo recibí el testigo de manos de mi padre tras haber trabajado con él en la Redacción a lo largo de 17 años. Fue un legado que me fortificará de por vida en el ejercicio de la profesión".

Y luego están los caballos árabes, que curan el estrés a este veterano y fornido jugador de polo, casado con una dama argentina de significativa ascendencia española, Blanca Isabel Álvarez de Toledo. "Poseemos la yeguada más antigua del país fundada hace más de medio siglo por mi padre, allá en la provincia de La Pampa, a 600 kilómetros de Buenos Aires. Cada 15 días, si es que puedo, acostumbro a pasar unas horas en aquella vasta hacienda de 5.000 hectáreas, donde en estos momentos pastan 40 yeguas madres". Podría hablar horas y horas, entusiasmado y ensimismado, del linaje ecuestre. "Mi padre", dice, "regaló hace años al rey de Marruecos el único caballo de pura raza árabe, allí nacido. Lo habíamos bautizado con un nombre árabe, Lasuad, y creo que hace sólo dos años Hassan II todavía se lo mostró orgulloso al rey Juan Carlos en una visita a Rabat. Y es que la sangre más pura de los caballos hay que buscarla en el linaje árabe, a mi modo de ver la raza madre de la especie. No hay animales más dóciles e inteligentes. A su grupa, los árabes han escrito su propia historia, y no puede hablarse de su cultura sin mencionar sus caballos".

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