Recuerdo de Andrés Segovia homenaje a la guitarra

Al cumplirse el primer aniversario de la muerte de Andrés Segovia ha querido el festival granadino rendirle un homenaje que práctica mente ha venido a ser un festival paralelo de la guitarra o, si se quiere, incluido dentro del otro. Buenas razones hay para ello, no sólo por la singularidad del mítico guitarrista y su prolongada adhesión a Granada, sino porque, junto a Gallego y Burín, Segovia y Cassadó fueron los motores de un festival con el que hace 37 años España se incorporó al gran mapa musical europeo.

Siete guitarristas de diversa procedencia han expuesto -y todavía exponen- la interminable y creciente biografía de la guitarra, tanto en su aspecto clásico como en el popular de Andalucía. El norteamericano Eliot Fisk, el gaditano Gerardo Nuñez, el uruguayo Eduardo Fernández, el malagueño Pepe Romero (que cubrió el hueco dejado por Julián Bream y remedió una indebida ausencia, la de Francisco Tárrega), la belga Godelieve Monden, el venezolano Alirio Díaz, la sevillana María Esther Guzmán, salida de las aulas de América Martínez, y el granadino Manuel Cano, abordan un repertorio tan vario como el que va de los antiguos ingleses y españoles a la recientísima Sequenza, de Luciano Berio, fechada este mismo año. Casi una treintena de autores, en total, entre los que figuró el propio Andrés Segovia con Estudio sin luz, Oración y Tonadilla.Me parece que algunos otros nombres debieron figurar en la selección. Así, el polaco-francés Alexandre Tansmann, que Segovia llevó siempre en repertorio y que murió en París unos meses antes que su gran intérprete; Federico Mompou, al que se le dedicó un homenaje, pero que estuvo ligado a Segovia, para el que escribió la magnífica Suite compostelana; el catalán Miguel Llobet, destinatario del Homenaje a Debussy, de Manuel de Falla; Ángel Barrios y Valentín Ruiz Aznar, de tanta significación en el ambiente granadino; Roussel, que tituló una obra guitarrística con el nombre de Segovia; José Muñoz Molleda, autor de unas diferencias que revisó el mismo Segovia, y, en fin, para no prolongar la relación, Joaquín Turina, cuya obra guitarrística supone una de las más bellas aportaciones al instrumento hechas por un compositor español contemporáneo.

Con todo, la persistente dedicación del 37º Festival a la figura de Segovia revela una actitud fervorosa de homenaje a quien tanto hizo por la guitarra desde su sonido "lejano que no débil" y el misterio de una poética cuyo secreto residía en la cambiante calidad sonora.

En el centro Manuel de Falla, Blas Vega ha montado una exposición de propaganda flamenca tan sencilla como interesante, con aportaciones que van desde 1867 a nuestros días. Los pintores y dibujantes más característicos en esta suerte de género trazaron programas, anuncios, pasquines y carteles, y allí encontramos las firmas de Francisco Ortego, Planas, Pellicer, Ramón Casas, Jano (Fernández Zarza), Isidoro Marín, Gabriel Morcillo, José Carazo, López Rubio, Soria Aedo, Gonzalo Bilbao, Laffita, García Ramos, Bacarisas, Capuleti, Moreno Galván y Manolo Ángeles Ortíz, entre otros muchos. En el catálogo se incluye un excelente trabajo de Vega que, con el de Orozco, sobre Andrés Segovia, constituyen lo más valioso de cuando se ha escrito este año para los programas y catálogos del festival. Casi a modo de cima sonarán dentro de unos días en el patio de Carlos V Las noches en los jardines de España, una de las geniales transfiguraciones de la guitarra que creara Manuel de Falla.