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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La conferencia de la 'perestroika'

LA PREPARACIÓN de la conferencia del Partido Comunista de la URSS (PCUS) que se abre el martes en Moscú ha puesto de relieve un hecho esencial: en la reforma emprendida por Gorbachov, los aspectos políticos son hoy protagonistas. Aunque la transformación económica es decisiva para la suerte de la perestroika, todo depende en la fase actual de que se efectúen los cambios políticos necesarios para superar el anquilosamiento del régimen y abrir paso a su democratización. En el pasado, intentos de reforma económica ha habido muchos, algunos técnicamente bien concebidos. Pero un sistema político que permite a la burocracia del partido -y del Estado- dirigir y controlar todo acaba anulando cualquier reforma económica. Por eso, en el debate que ha precedido a la conferencia, el enfrentamiento entre conservadores y reformistas se ha polarizado en torno a las medidas enfiladas a democratizar el sistema estatal y el funcionamiento del partido; a la vez, sobre la profunda revisión ideológica e histórica, sin la cual se hundiría la razón de ser de la perestroika.La conferencia se va a celebrar en un entorno político desconocido desde hace más de 60 años. Será totalmente diferente del XX Congreso del PCUS, en1956 -el congreso en que Jruschov denunció a Stalin-, al que se tiende lógicamente a compararla. En 1956, la denuncia de Stalin se hizo en una sesión secreta. En público sólo circulaba la fórmula engañosa de los males del culto a la personalidad. Hoy, la glasnost ha efectuado una apertura informativa y cultural que cada vez se ensancha más.

Quizá el rasgo más sorprendente es que, al lado de la discusión en el partido, diversos grupos avanzan ideas y propuestas pidiendo una democratización mucho más radical que la prevista en las tesis de la conferencia. El libro publicado en vísperas de la conferencia, con textos de personalidades comunistas y no comunistas, desde Sajarov hasta la socióloga Zaslavskaia, revela hasta qué punto han cambiado ciertas cosas. En él figuran las demandas más atrevidas, como la de que se investigue el papel del KGB o la de que se legalice el pluripartidismo.

En el terreno del debate de ideas, los conservadores están a la defensiva. Los intentos -en los que se distinguió Ligachev- de acallar las voces que iban demasiado lejos en la denuncia de los aspectos negros del estalinismo no han prosperado. Pero la glasnost está sufriendo ciertos recortes: a pesar de la idea tantas veces expuesta por Gorbachov de que el éxito de la perestroika depende de que todo el pueblo se sienta concernido por ella, la conferencia no será pública.

La conferencia se va abrir en medio de una agudización del conflicto de Nagorno-Karabaj: las posiciones contrarias que sobre esa región -cuya población es armenia en un 75%- han adoptado los soviets supremos de las repúblicas de Azerbaiyán y Armenia crean una situación sin precedentes en el plano constitucional, y que entraña el peligro de choques violentos. Según los principios de las tesis aprobadas por el comité central, parece difícil no tener en cuenta la opinión casi unánime de los habitantes de Nagorno-Karabaj, que no desean seguir encuadrados en Azerbaiyán. Pero Moscú no se inclina en ese sentido, y a todas luces Gorbachov desea evitar que este problema se coloque en primer plano al iniciarse la conferencia. Aunque la realidad que ahora sale a la luz es consecuencia de las etapas de Stalin y Breznev, los conservadores podrían utilizarla para atacar la perestroika como factor desestabilizador.

En todo caso, la fuerza de los conservadores no está en el debate de ideas, sino en la inercia del aparato del partido, que en muchos sitios ha manejado la elección de los delegados según los métodos tradicionales, si bien, en no pocos casos, reformistas conocidos, incluso radicales, han sido elegidos como delegados. Pieza clave de la conferencia, como base de discusión, son las tesis elaboradas por Gorbachov y que el comité central ya ha aprobado. Representan un compromiso mínimo de aquél con el sector más reticente a la reforma en la dirección del partido. La batalla no se presentará, pues, entre un sí o un no a la perestroika, sino entre una interpretación restrictiva, que la reduciría a cambios económicos, o un impulso al proceso renovador, de ideas e instituciones, que reclaman crecientes sectores de la sociedad civil. La orientación de la conferencia podrá medirse por las decisiones que tome para aplicar las nuevas ideas y por los cambios en los órganos dirigentes.

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