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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Deterioro en Polonia

LA ABSTENCION registrada en las elecciones polacas del domingo pasado -más de la mitad del censo no acudió a las umas, la cifra más alta desde la II Guerra Mundial- supone un serio fracaso para el general Jaruzelski. Es la segunda vez en siete meses que los polacos expresan en las umas su desacuerdo con el régimen. Cuando en noviembre de 1987 la reforma econónúca fue sometida a referéndum, los votos dieron una respuesta negativa. Esta vez se trataba de elecciones municipales, y el Gobierno ofreció como un gesto de apertura la presentación en ciertos lugares de varios candidatos. Pero todos estaban tutelados por el llamado Frente Patriótico de Reconstrucción Nacional, lo que convertía la pluralidad de candidaturas en una farsa. La oposición quedó excluida, y el sindicato ilegal Solidaridad llamó al boicoteo de las elecciones.Este nuevo revés político se agrega a los resultados negativos que ha tenido la política económica del general Jaruzelski y que éste ha reconocido en una reciente sesión del comité central del partido comunista. Las subidas de precios dictadas en febrero, que provocaron importantes huelgas en abril y mayo, se han traducido, a la vez, en una inflación que tira por tierra todos los cálculos del Gobierno. De este terrible bache de la situación económica no se puede salir sin iniciativas en el terreno político que den confianza al país. Jaruzelski no parece capaz de tomarlas, porque cierra los ojos ante una realidad elemental: en Polonia hay una oposición potente, que no está formada por militantes clandestinos, sino por personalidades conocidas, que escriben, dan conferencias y hacen declaraciones a la Prensa extranjera, hablan con embajadores y ministros de diversos países, y cuya influencia es considerable en extensos estratos de la sociedad.

Es cierto que los cambios introducidos en los órganos máximos del partido -buró político y secretariado- indican una tendencia positiva. Ha sido promovido un economista, Baka, director del Banco Nacional, que criticó aspectos de la reforma, y han ascendido a puestos más relevantes dos reformistas, Rakowski, que fue el interlocutor de Walesa en 1981, y Ciosek, que ha sostenido más recientemente contactos con la oposición. Pero tales medidas se quedan muy cortas ante el deterioro de la situación económica y política.

Polonia es el país del Este donde el pluralismo político se ha impuesto de manera más evidente en la vida social. El fenómeno de Solidaridad -independientemente de su actual nivel. de organización- ha ayudado a crear una oposición con figuras conocidas. En la cuestión decisiva de la necesidad de una reforma económica, la oposición coincide con el Gobierno. Pero esa reforma no podrá llevarse a cabo, con los sacrificios que acarrea para los trabajadores, si el Gobierno no tiene un mínimo de credibilidad, de la que hoy carece. Mientras Jaruzelski siga rechazando el diálogo con la oposición estará condenado a la impotencia. Así, la situación política polaca aparece bloqueada: ni la oposición tiene fuerza para imponer el cambio ni el Gobierno puede realizar su política y sus planes con los métodos que han funcionado en otras epocas. Y el desánimo y la frustración cunden en amplios sectores de la población, de lo que es prueba evidente la abstención del pasado domingo.

El caso polaco ilustra la diversidad de situaciones que se están creando en el este de Europa como consecuencia de los nuevos vientos que soplan desde Moscú. En Hungría, con una presión menor de la sociedad y con una oposición menos poderosa y estructurada que en Polonia, la corriente reformista ha logrado tomar la dirección del partido e iniciar un nuevo curso. En cambio Jaruzelski -considerado como el dirigente comunista más favorable a la reforma de Gorbachov- no parece capaz de tomar las medidas que, en el marco polaco, permitirían llevar adelante el proceso de reforma. Claro que la enfermedad polaca requiere remedios distintos a los que serían precisos en Hungría o la URSS. Probablemente más que en ningún otro país comunista la solución a los problemas polacos pasa por un reconocimiento real y urgente del pluralismo sindical y político.

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