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Duarte, con más pena que gloria

Las fuerzas políticas responsabilizan al moribundo presidente de El Salvador de gran parte de la crisis interna

Antonio Caño

Las pintadas que llenan las calles de la capital salvadoreña con acusaciones contra el presidente José Napoleón Duarte por los males que sufre el país suenan ya a música del pasado. Apenas dos semanas después de descubrirse la enfermedad que lo tiene al borde de la muerte, el hombre que ha ocupado el papel protagonista en el último decenio de la vida política de El Salvador comienza a entrar en la historia con más pena que gloria.

Derecha e izquierda, enfrentadas en un conflicto que ha costado 70.000 muertos, coinciden a la hora de atribuir a Duarte gran parte de la responsabilidad por el fracaso del proyecto democristiano en El Salvador, por el desprestigio de las instituciones democráticas y por el incremento de la guerra. Entre los dirigentes políticos se aprecia además una estremecedora sinceridad para reconocer que la inminente muerte de Duarte -inevitable si los diagnósticos médicos sobre su cáncer de estómago con metástasis no están equivocados- no significa un cambio sustancial de la situación política.La enfermedad de Duarte tampoco ha alborotado especialmente los cuarteles. El golpe de Estado parece estar fuera de los cálculos de todas las fuerzas del país. El único movimiento, aunque intenso, que se observa dentro y fuera de la institución militar es el del reacomodo de posiciones ante el final del predominio democristiano y el previsible comienzo del mandato de la ultraderechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena), que ya empezó a hacerse efectivo con su triunfo en las elecciones legislativas y municipales del pasado mes de marzo.

El coronel Segisfredo Ochoa, dirigente de Arena, manifiesta que la desaparición física de Duarte "sencillamente no significa nada". Arena acusa a Duarte de haber actuado con mano blanda frente a la guerrilla, "y los resultados ahí están: ha soltado subversivos para que se incremente la acción violenta". Ochoa cree que "Duarte ha actuado más para su imagen exterior que para el interior".

El polo opuesto

En el polo opuesto, Rubén Zamora, uno de los líderes políticos coligados con la guerrilla que ha regresado a El Salvador, considera que "no se puede decir que la muerte de Duarte no significa nada, pero tampoco se puede decir que es el fin de una era, porque nunca ha habido una era Duarte". Las consecuencias más claras de la desaparición de Duarte, según Zamora, son "el aumento de la inestabilidad institucional, el incremento de la intervención de los militares en la política del día a día y el debilitamiento de la Democracia Cristiana (DC)".En opinión de uno de los más cercanos colaboradores de Duarte en el Gobierno y en la DC, "la gente, inicialmente, se impactó con la noticia de su enfermedad, pero después se ha acostumbrado". De acuerdo con esta fuente, "nadie le va a dar éxitos al presidente por el hecho ele que esté al borde de la muerte, pero su prestigio está más alto que antes de enfermar". Igualmente, un diplomático extranjero cree que "poco a poco se va a ir haciendo justicia a la figura de Duarte", ayudado tal vez por el hecho de que su sustituto en la presidencia, Rodolfo Castillo Claramunt, es un hombre sin ningún prestigio.

En el saldo negativo de Duarte hay que apuntar tal vez, en primer lugar, el fracaso del diálogo de paz, en el que, lejos de avanzar, se ha retrocedido desde la firma de los acuerdos de Esquipulas 2. La izquierda no cree que el presidente sea el principal obstáculo en ese diálogo, pero sí admite, según dice el dirigente rebelde Héctor Oquelí, que "probablemente sea más fácil hablar con Arena (principal aspirante a la victoria en las elecciones presidenciales del próximo mes de marzo) porque Arena está más cerca del poder real, está dentro del poder económico y cerca del poder militar".

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La impresión de que con la DC y con Duarte se habían cerrado ya todos los caminos para la negociación la comparten incluso miembros de su partido "Es cierto que las posibilidades de diálogo pueden mejorar con la desaparición de Duarte en cuanto que la personalidad de Duarte era muy fuerte y su dirección muy centralizada", opina un dirigente muy próximo al presidente.

Esa misma personalidad, cada vez más dada a los gestos histriónicos, hace pensar en que, si Duarte regresa con vida a El Salvador, busque encabezar una iniciativa desesperada de paz apelando a su vida que se extingue. De momento, está ya decidido que Duarte recupere las funciones dentro de un mes aproximadamente, sí conserva las fuerzas suficientes.

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