Prensa numantina
LA NOTICIA de que dos grupos editoriales extranjeros han tomado una participación importante en un diario económico español ha excitado los sentimientos nacionalistas de quienes consideran que las amenazas contra la independencia de los me dios de comunicación españoles sólo pueden venir de más allá de nuestras fronteras. Aquellos a quienes preocupa que la moda europea de la compra y venta de sociedades se extienda a las empresas de información españolas deberían preguntar antes por la solvencia y profesionalidad de la compañía susceptible de comprar o participar en un medio de información que por la nacionalidad de sus accionistas. Siempre habrá empresarios sin escrúpulos con dinero fresco procedente de la especulación tentados de adquirir un medio de información, bien para utilizar sus activos en otros negocios, bien para controlar su libertad de expresión; y ello con independencia de si se llaman Dupont, Smith o García.Los defensores de esa especie de Numancia informativa, no contaminada por capital extranjero alguno, añoran en realidad los postulados de la ley de prensa de Fraga y utilizan en su defensa algunos de los argumentos utilizados en el informe McBride sobre un nuevo orden informativo internacional, argumentos unánimemente rechazados por las naciones democráticas. Se dice, en efecto, que si no se ponen barreras a la entrada de capital extranjero en los medios de información de nuestro país, España dejaría prácticamente de ser nación para convertirse en víctima del neocolonialismo. No es otro el argumento que muchos dictadores utilizan para mantener bajo el más absoluto control una Prensa domesticada pero, eso sí, completamente nacional, al menos en apariencia. Tan celosos guardianes de la independencia informativa no se estremecen en absoluto, sin embargo, ante el fenómeno cada vez más frecuente de grupos económicos nacionales ajenos totalmente al mundo de la información que, por la vía de la participación social o el crédito, pueden someter a determinados medios de comunicación a una verdadera colonización interior ligando el ejercicio del derecho a informar de ese medio a intereses particulares de todo género.
Pero además, en la perspectiva de un mercado único europeo para 1992, esas hipotéticas barreras no sólo resultan anacrónicas: serán imposibles. El Acta única establece para esa fecha la libre circulación de personas y capitales en todo el ámbito de la CE, y ello regirá sin restricciones también para el mundo de la Prensa. El intercambio de bienes, servicios y personas es lo que ha hecho progresar a la humanidad desde el principio de los tiempos. En un mundo cada vez más interdependiente, ese constante flujo no es ya solamente una necesidad histórica, sino un imperativo de la razón. Por ello, frente al irremediable desafío que supondrá un mercado abierto de millones de empresas dispuestas a ampliar sus actividades, la mejor receta es arreglar la casa por dentro, sanearse económicamente y mejorar las condiciones de competitividad, antes que esperar una imposible ayuda protectora del Estado. Y eso vale igualmente para las empresas de comunicación. La penetración extranjera en la Prensa española es ya un hecho -y no solamente en el mundo de la información económica-, pero lo que está empezando a ocurrir río es sino un pequeño ensayo de lo que sucederá sin duda antes de que acabe el siglo. Por ello es mejor que nos vayamos acostumbrando a unas nuevas reglas de juego que ninguna legislación proteccionista será capaz de detener.
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