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La amenaza viene del Norte

Guinea Ecuatorial teme que la 'crisis de los surafricanos' provoque una intervención nigeriana

La reaparición en Malabo de al menos cinco surafricanos ha resucitado los rumores de una intervención militar nigeriana en la isla ecuatoguineana de Bioko. El régimen de Lagos está irritado por lo que considera falta de seriedad del Gobierno de Teodoro Obiang, al que hace apenas un mes logró arrancar la expulsión de los miembros de la misión de cooperación de Pretoria en la isla.

La crisis que el mes pasado opuso Nigeria a Guinea Ecuatorial debía haberse zanjado con la reciente expulsión en secreto de al menos cuatro cooperantes surafricanos. Con ello culmina una tensa campaña de denuncias, iniciada por las autoridades nigerianas a principios de mayo, por la presencia de ciudadanos y personal militar surafricano. El día 3 de ese mes se presentó en Malabo el ministro de Asuntos Exteriores de Lagos, el general Ike Nuwachukwu, para advertir de la inquietud de su Gobierno por la presencia de surafricanos a la puerta de su casa.Nigeria considera que el proyecto de granja que los cuatro desarrollaban en el valle de Moka, al oeste de Malabo, podía ser un peligroso germen para el establecimiento de una base militar surafricana.

A la visita del ministro nigeriano, al que Obiang prometió, según afirma Lagos, rectificar la situación, siguió una violenta campaña de la Prensa nigeriana en la que se llegó a pedir la anexión de la isla. Nigeria no perdona al presidente Obiang que mintiera al negar la presencia de los surafricanos en Bioko, incluso después de que fuese reconocida por el Gobierno de Pretoria. Tampoco se conforman con las explicaciones guineanas, según las cuales ésta se limitaba a "dos personas y una mujer", dedicados a actividades privadas.

Ante la subida de temperatura, el ministro de Asuntos Exteriores guineano, Marcelino Nguema Onguene, viajó el día 16 a Lagos para entregar un mensaje del presidente Obiang a su colega nigeriano, Ibrahim Babangida. En Malabo, bajo la alerta de los rumores anexionistas, se movilizó un amplio dispositivo policial, especialmente en las proximidades de la representación diplomática nigeriana. El ambiente de crispación hizo también que el Gobierno guineano reforzara su Ejército (2.000 hombres, frente a los 90.000 soldados nigerianos) con efectivos traídos del continente en su único barco de pasajeros, el Acacio Mane, para hacer frente a una intervención.

La tensión no tardó en producir incidentes: en la noche del 16 un vigilante de la Embajada nigeriana salió del edificio, alertado por un extraño ruido; al no ver nada, aprovechó un seto para hacer sus necesidades, pero al situarse frente al matorral, linterna en mano, fue sorprendido por un hombre que emergió de entre las ramas, apuntándole con una pistola. El guardián logró volver a la Embajada; pero al día siguiente uno de los diplomáticos nigerianos, al entrar con su coche en el recinto, pudo comprobar que el policía seguía allí.

El 20 de mayo se produjo la detención, según iban saliendo de la Embajada, de los miembros del personal guineano de la misma. Según fuentes nigerianas, el ordenanza del embajador está todavía detenido, sin que haya sido juzgado, al igual que un empleado del aeropuerto acusado por la policía de informar a Nigeria del aterrizaje de un avión surafricano en Malabo.

Según estas fuentes, la psicosis de espionaje e invasión ha llevado a la policía a numerosos desmanes contra ciudadanos nigerianos, mientras Lagos, por su parte, advierte sobre los límites de su paciencia. Los hausas nigerianos, que suelen vender sus mercancías en el mercado, han aumentado sospechosamente estos últimos días y son la tapadera de esa eventual operación.

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