Dentro del borrón
Ayer la sala parecía una tienda de electrodomésticos, con diversos modelos de televisores distribuidos equitativamente por el estrado. Comenzaban las pruebas periciales, y los expertos de la Guardia Civil, que mantienen que en el atestado policial se han falsificado tres firmas de Corella, se aplicaron en demostrar su teoría.Así es que los monitores se encendieron y en las pantallas comenzaron a aparecer, magnificadas, las firmas dubitadas (o sea, presuntamente falsas), y las firmas indubitadas o auténticas, procedentes de otros documentos, con las que comparaban los rasgos, las tildes, los microscópicos titubeos del bolígrafo. Cuentan los entendidos que el gabinete grafológico de la Guardia Civil posee gran prestigio y sofisticados métodos. Los peritos, ayer, fueron impecables e implacables, exhaustivos en el estudio de las letras, minuciosos en sus deducciones hasta un virtuosismo digno de Sherlock Holmes.
De modo que dijeron, por ejemplo, que las tres falsificaciones fueron hechas por la misma mano, y que probablemente se usó una firma fotocopiada como modelo, "porque hay rasgos que parece que quien los copió no los tenía claros". En las pantallas parpadeantes, y ayudándose por una flecha transparente, algo así como la fantasmal esencia de una flecha, los peritos nos enseñaron el complejo universo que se oculta en una raya. Porque el bolígrafo va dejando rastros diminutos, impresiones concretas de la personalidad de escribiente. Y así, hay panzas de vocales muy dudosas o caracteres que en las firmas auténticas comienzan por abajo y en las dubitadas arrancan precisamente del revés. Elemental, querido Watson.
Y es tan obsesiva la explicación, tan minuciosa, que al final una cree llegar a apreciar, en las firmas supuestamente falsas, una torpeza en la ejecución atronadora. Resulta vertiginoso pensar que ahí, dentro de un mísero borrón o en la diminuta diferencia entre dos tildes, pueda caber una severa condena a muchos años.
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