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Crítica:'JAZZ'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un concierto europeo

Modern Jazz QuartetMilt Jackson, vibráfono; John Lewis, piano; Percy Heath, contrabajo; Connie Kay, batería. Concierto de fin de curso de la universidad Complutense. Teatro Real, 7 de junio de 1988.

El crítico no debe contar su vida, pero tampoco está mal hacer una excepción de vez en cuando. Verán, el primer disco de jazz que tuve yo era uno del Modern Jazz Quartet. Se llamaba -y se llama- European concert, concierto europeo. No es mal título, por lo menos no es mal sustantivo, para un recital de estos caballeros de la música.

Años más tarde me enteré de que el disco era testimonio de una gira por los países escandinavos. Pero en mi ejemplar no ponía nada y, como me lo trajeron de Italia, pues di en pensar que estaba grabado en la Scala de Milán. Por entonces uno, aunque era pequeño, ya se había acostumbrado o resignado a que los conciertos fueran de los otros, con orquestas sinfónicas, cuartetos de cuerda y señoras dando gritos, y pensaba que jamás llegaría a asistir a un concierto tan europeo y tan maravilloso como el de aquellos cuatro señores. Pero sí. Han pasado muchos años, pero al fin lo he conseguido. Y dos veces en un día, por la tarde y por la noche.

Luego, claro, la realidad es siempre peor de lo que uno se imagina. No voy a cargar las tintas sobre el Real, que está a punto de jubilarse como sala de conciertos, pero tampoco hay que ocultar que el santuario madrileño de la música seria tiene muchos inconvenientes.

En el Real la música suena bien, pero las presentaciones se oyen muy poquito. Y aunque el público no merece más que elogios, porque estuvo ejemplar, o los ingenieros escandinavos son muy habilidosos o los españoles tosemos más que los suecos y los noruegos. Y luego, el propio teatro está en un sitio endemoniado. Es muy bonito, de acuerdo, pero resulta difícil llegar, se aparca mal, y a la entrada se forman unas aglomeraciones tremendas, con lo cual después del primer tema hay que cortar para que se desparramen por la sala los que llegan tarde.

Elegancia

Los músicos del Modern Jazz Quartet asistieron entre sorprendidos y corteses a la irrupción de los rezagados, demostrando que la misma elegancia que tienen para tocar la tienen para esperar a que el orden se restablezca. Cuando todo el mundo estuvo sentado y volvió el silencio, Milt Jackson tardó poco en encontrarse a sí mismo; encorvado sobre el vibráfono, elaboraba sus típicas sentencias, compendios de sabiduría, y al terminar levantaba la cabeza y miraba al público, como diciendo: "¿Alguna pregunta?". Era suficiente, porque ya se sabe que, cuando Milt Jackson funciona, funciona el Modern Jazz Quartet y cualquier grupo de jazz.

John Lewis, como era previsible, tocó el Steinway del Real con bastante mejor técnica que muchos concertistas que han pasado por allí. El contrabajo es el instrumento más perjudicado cuando no hay micrófonos, pero Percy Heath estuvo soberbio y trajo, en Jack the bear, el recuerdo del maestro Jimmy Blanton. A Connie Kay la sonaron a gloria sus triángulos y cascabeles, y dio un curso de cómo tocar el hi-hat, ese plato que se acciona con el pie.

Salvo la propina, que por la tarde fue Confirmation y por la noche Bags' groove, el repertorio fue exactamente igual en las dos sesiones. Las mismas piezas, y por el mismo orden. Esto a algunos les parecerá poco jazzístico, porque el jazz es el sonido de la sorpresa, y a otros mucho, porque el jazz es el arte de que las mismas cosas sean siempre diferentes.

Por lo demás, fue un repertorio modelo. Lo fianquearon dos suites de John Lewis, la primera sobre los viejos temas de Sait-on jamais, y la segunda una composición nueva, A day in Dubrovnik. En el centro del programa estuvo Reunion blues, el himno a la continuidad del grupo. Todo lo demás fue Ellington, homenajes a Ellington y obras de Ellington: Prelude to a kiss, Koko, It don't mean a thing, los juegos chinescos de Rockin' in rhythm. Es una decisión que no admite crítica: para concierto tan concierto, nadie mejor que Duke Ellington, un compositor ante el que cualquier sala de conciertos no diré que se queda pequeña, porque el Real es grandísimo; pero sí que se vuelve como indigna.

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