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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Avance socialista en Francia

LAS ELECCIONES de ayer no han aportado la confirmación rotunda de esa marea socialista que algunos preveían después del éxito de Mitterrand en las recientes elecciones presidenciales. El sistema electoral mayoritario, con dos vueltas, impuesto por la derecha después de su victoria de 1986, permite que el domingo próximo, en la segunda vuelta, el Partido Socialista obtenga una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. Pero el Partido Socialista y la coalición de centroderecha (URC) han obtenido un porcentaje de votos muy semejante. Ello representa un retroceso serio para ésta, mientras que el Partido Socialista supera los resultados obtenidos en anteriores consultas. Pero las urnas han puesto de relieve una diferencia considerable entre el apoyo masivo recibido por Mitterrand, con su política de apertura y de "unión de los franceses", y los votos del Partido Socialista.Por otra parte, la abstención ha sido una de las más altas en la historia de la V República. La campaña electoral careció de entusiasmo. Tras haber votado en abril y mayo para elegir al presidente de la República, es lógico que los franceses tengan cierto cansancio ante la acumulación de consultas.

Lo que a todas luces predomina en Francia es un deseo de estabilidad, de continuidad, y de que a la etapa gris del Gobierno de Chirac pueda sucederle un Gobierno que, sin poner en cuestión la orientación económica liberal que hoy los socialistas mismos han aceptado, responda de manera más efectiva a una serie de problemas concretos que tienen los ciudadanos en su vida diaria. En ese orden, la política "de apertura", proclamada por Mitterrand y Rocard, refleja el sentir de una gran mayoría de electores.

Parece evidente que esta política de apertura hacia el centro va a imponerse como una necesidad insoslayable en la nueva etapa de Francia. Si el Partido Socialista hubiera obtenido ayer una victoria más aplastante, sus dirigentes habrían podido sentir la tentación de volver a un Gobierno exclusivamente socialista. Pero tal perspectiva era considerada de manera negativa por los electores franceses, incluso por muchos votantes socialistas. Ello se ha reflejado en el equilibrio de votos entre el Partido Socialista y la coalición de centro-derecha.

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Por otra parte, el sistema electoral mayoritario puede dejar casi sin representación parlamentaria a una franja del electorado, próxima a un tercio, que vota por partidos situados en la extrema derecha o la extrema izquierda. Parece que no será así. El partido comunista ha logrado un moderado avance de sus votos en relación con los que tuvo en las legislativas de 1986, lo que sólo le augura una representación parlamentaria reducida. En cambio, el Frente Nacional, de Le Pen, ha sufrido un descenso en relación con sus resultados en las presidenciales, lo que puede eliminarle del Parlamento, si bien en la segunda vuelta sus votos pueden ser decisivos en no pocos lugares para que venza el candidato de la derecha.

Solamente la segunda vuelta disipará la incógnita de la composición de la futura Asamblea Nacional. Pero algo ha quedado claro en los resultados de ayer. Los franceses hoy dan la espalda a la derecha después de dos años de gobierno. Pero su inclinación hacia la izquierda es matizada. Incluso al votar socialista desean soluciones concertadas con sectores del centro dispuestos a colaborar con el presidente Mitterrand y con el primer ministro Rocard. La plasmación de esa eventual agrupación centrista puede ser más fácil tras los resultados de ayer.

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