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Los socialistas franceses incian su 'asalto' a la mayoría

Lluís Bassets

Los socialistas franceses incian hoy su asalto a la mayoría absoluta en unos comicios en los que 38 millones de ciudadanos elegirán 577 diputados de la Asamblea Nacional entre 2.869 candidatos. En una cuarta parte de las circunscripciones, uno de los candidatos obtendrá previsiblemente hoy mismo la mayoría absoluta de votos y el escaño corres pondiente. En el resto de circunscripciones, donde se calcula que ningún candidato llegará a obtener más del 50% de los votos, los electores deberán votar de nuevo el próximo domingo 12 de junio.

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En esos casos deberán dar el escaño al candidato que obtenga la mayoría simple. Todos los candidatos que lleguen hoy al 12,5% pueden presentarse de nuevo el próximo domingo, lo que permitirá en algunos casos elecciones triangulares, especialmente asesinas para los candidatos ideológicamente próximos. Entre las dos vueltas se producirán las principales alianzas políticas y retiradas de unos candidatos en favor de otros mejor situados que empezarán a definir el nuevo mapa político de Francia.El sistema electoral mayoritario, en el que se elige a dos vueltas a un diputado por circunscripción, fue impuesto por la mayoría conservadora que ha gobernado Francia desde 1986 hasta 1988, pero va a producir unos efectos perversos sobre sus propios autores, al amplificar en número de escaños la ventaja del partido socialista. Considerado como uno de los dogmas del sistema político implantado por De Gaulle con la V República, combatido y arrinconado por los socialistas y defendido hasta ahora por la derecha, el sufragio mayoritario ha perdido en esta campaña electoral gran parte de sus antiguos partidarios. El propio Raymond Barre, defensor a ultranza hasta ahora de este sistema, propugna una nueva reforma electoral que introduzca dosis de proporcionalidad y ofrezca un reparto más justo de escaños.

Buena parte de las fuerzas políticas se felicitan únicamente de los efectos aniquiladores que tendrá este sistema en los dos extremos del arco de fuerzas políticas, sobre: el Frente Nacional y sobre el partido comunista. Muchos observadores, en cambio, lamentan que el conjunto de fuerzas de extrema derecha y extrema izquierda, que representaron el 30% de los votos en la primera vuelta de la elección presidencial, queden sin representación en el Parlamento, y auguran como consecuencia graves turbulericias en la vida política francesa. Jean-Marle le Pen ha ad vertido que el orden público podría verse afectado por la ausencia de diputados de extrema derecha en el Parlamento, aunque ha matizado que su partido no propugna el golpe de Estado.

El Partido Socialista debe obtener, con un 42% de votos, según las últimas previsiones, la mayoría absoluta. La derecha, agrupada en la lista electoral Union pour le Rassemblement et le Centre (URC), debe intentar conseguir el máximo de diputados en la primera vuelta, para evitar situaciones incómodas entre las dos vueltas, en que puede necesitar los votos del Frente Nacional para conseguir buen número de escaños.

La unidad de la derecha

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El precario mantenimiento de la unidad de la derecha impedirá que en muchas circunscripciones sean los lepenistas quienes lleguen en cabeza en la primera vuelta, pero en algunas regiones, como en la zona mediterránea, no bastará para cerrar el paso a la extrema derecha. Los resultados de la URC en algunas circunscripciones serán especialmente significativos, sobre todo los que obtengan los candidatos proclives a la formación de un centro autónomo, y en el ala opuesta de la agrupación electoral, los que son proclives al pacto con el Frente Nacional.

El partido comunista espera mejorar sus resultados de las presidenciales, aunque cuenta ya con no obtener grupo parlamentario, y el Frente Nacional intentará condicionar la segunda vuelta y aparecer como víctima de la politiquería electoral, después de haber recogido 4,4 millones de votos en las presidenciales. El futuro de Le Pen empezará a jugarse en la segunda vuelta y en la posibilidad de desaparición de la Unión para la Democracia Francesa (UDF) e incluso de disidencias importantes en la Asamblea para la República (RPR) para llegar a alianzas estables con una parte de la derecha clásica de cara a las municipales de 1989.

Ésta ha sido uno de las campañas electorales más insípidas de la historia reciente de Francia. Las elecciones fueron convocadas el 14 de mayo, a los seis días de la reelección de Mitterrand, conseguida bajo el argumento político de la necesidad de una llapertura al centro". La rapidez de la convocatoria, que pilló a todos los partidos a contrapié y atenazados por la amplitud de la victoria de Mitterrand, ha impedido todo debate político y ha convertido la contienda electoral en una suma de batallas locales de cada uno de los candidatos por conservar su escaño.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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