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Un Estado minúsculo y bien organizado

Tinduf, a 2.300 kilómetros al sur de Argel y 800 al este de El Aaiún, es el país polisario. En esa parcela del desierto argelino los independentistas han levantado un Estado tan minúsculo como bien organizado. Son cuatro grandes campamentos de jaimas, donde los días son ardientes; las noches, estrelladas, y los ratos muertos se: matan bebiendo té y jugando en la arena al sig, una especie de damas.

Los hijos de la nube acampados en Tinduf son, en su mayoría, refugiados del antiguo Sáhara español, aunque hay también grupos del Sáhara petenecientes a los territorios de Argelia, Mauritania y Mali. El desierto es sólo uno, y fueron las antiguas potencias coloniales quienes le pusieron fronteras.

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Los polisarios enseñan estos días a unos 300 invitados extranjeros las escuelas, telares, talleres, hospitales, huertas y hasta una granja avícola que han construido con sudor, ayuda internacional y adobe. Todo es modesto, limpio y muy ordenado. En los campamentos de Tinduf no circula el dinero, no se aprecian diferencias sociales, nadie bebe alcohol. El agua procede de los pozos; la electricidad, de los generadores; el teléfono es inexistente, y parece reinar una especie de socialismo primitivo.

Los ciudadanos de esta república de arena son hombres vestidos con uniformes verde oliva, ancianos con daraa blanca o azul, montones de niños vivaces que aprenden castellano y mujeres de hermosos rostros y velos multicolores que están constantemente gritando yuyu. Encuadrados por los militantes del Polisario, todo ese mundo da una bienvenida coral a los visitantes, canta canciones de combate y grita "toda la patria o el martirio".

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