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Tribuna:ELECCIONES AUTONÓMICAS EN CATALUÑAANÁLISIS
Tribuna
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'Botiguers'

El president dijo el lunes, ante comerciantes de Barcelona, sentirse satisfecho cuando se le considera un botiguer. Para aclarar su idea añadió, a modo de contraste, que los socialistas son culpables de creerse gente "más inteligente, más formada, más racional". Atento al mensaje, el candidato convergente Arcadi Calzada escribió ayer que los recelos contra Pujol provienen de "ciertos sectores del mundo de la cultura que, herederos del progresismo de los años sesenta y setenta, todavía no acaban de entender cómo se puede haber generado un fenómeno -el pujolismo- de tal magnitud". Si algunos no se han dado cuenta todavía de la importancia de ese fenómeno es porque "los esquemas de los intelectuales formados en las esperanzas de la lucha contra el franquismo nunca habían previsto que el nacionalismo catalán adquiriese tan grandes dosis de seny' Efectivamente, nadie hubiera previsto en 1977, cuando la izquierda obtuvo en Cataluña tres veces más votos que la candidatura encabezada por Pujol, que una década después se llegaría e la actual hegemonía nacionalista. Sus críticos lo explican por el talento del pujolismo para alzarse con el santo y la limosna: "Eso se lo tenéis que pedir al Ayuntamiento, no a nosotros", respondió el honorable, el lunes, a unos vecinos de Nou Barris que reclamaban el arreglo de sus calles y más seguridad ciudadana. Es decir, que lo que va bien es gracias a nosotros y lo que va mal, culpa de los otros. Pero ¿quiénes son los otros? Por definición, todos menos nosotros. La Generalitat administra un presupuesto de casi 700.000 millones, tiene competencias plenas en sevicios como el bienestar social o la enseñanza. Pero cuando hay huelga de maestros, los insultos, sarcasmos y peticiones de dimisión son casi en exclusiva para Maravall.Pero si el truco es tan simple, ¿cómo es que no se lo cogen? Según algunos, porque el nacionalismo español, con su renovado centralismo, legitima permanentemente las quejas del nacionalismo catalán. El pujolismo ha tomado del discurso del progresismo antifranquista -y éste de Lenin- el argumento según el cual quienes se proclaman no nacionalistas "son en realidad unos grannacionalistas españoles". Pero, si ello fue cierto en un momento dado, ¿sigue siéndolo hoy? El nacionalismo español en que pensaban los antifranquistas se definía por rasgos ideológicos como la exaltación de la ortodoxia católica (luz de Trento, martillo de herejes), por el rechazo del racionalismo y del liberalismo, por el desprecio a los intelectuales como pervertidores del pueblo llano, por la asimilación casticista de España con Castifia, por una concepción mística de lo español identificada con valores inmanentes. ¿Puede hoy de buena fe reconocers,e ese discurso en los opositores no nacionalistas de Pujol? ¿Son esos rasgos dominantes o muy influyentes en la España actual? Y algunos de esos valores de la España eterna, ¿no han tendido más, bien a refugiarse en las formas, más extremas de los nacionalismos fándamentalistas de la periferia?

Entonces, cuando se acusa de nacionalistas españoles a gentes como Solé Tura -lo hizo un convergente-, lo que se está haciendo es considerar que la defensa de un marco estatal plurinacional constituye una manifestación actualizada del vie o nacionalismo español. Ahora bien: tal reproche sólo resulta coherente desde la reivindicación de la independencia. Pero ¿no habíamos quedado en que esa tentación no existía en el nacionalismo moderado, europeísta, moderno, del pujolismo? ¿No será que se ha comprobado que mantener vivo el mito del nacionalismo español resulta muy rentable para seguir quedándose con el santo y la limosna? ¿O será que los intelectuales y los progres de los sesenta no entienden las evidencias al alcance de la mentalidad de cualquier botiguer?

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