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Tribuna:LA RISA EN LA FILOSOFÍA
Tribuna
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Un glorioso desorden

La risa nos pone contra las cuerdas de nuestra propia imbecilidad desvelando, totalmente desencajada la mandíbula, las profundas caries, empastes, oro que reluce y huecos de una razón dogmática, abstracta y pedante.Reír, en ciertas ocasiones, descubre el animal que aún no sabe mentir. Cuando no queremos decir lo que pensamos todavía nos brota esa sonrisa inocente por donde la sorpresa que nos producen algunos contrapiés ajenos acaba en carcajada, lo que parece herir en lo más profundo de la moralidad. Hay risas, dicen los beatos, que no deberíamos reír.

Pero, ¿quién nos salvará de la seriedad? El humor siempre rompe imágenes, es iconoclasta; por eso los dioses se murieron de risa al escuchar al dios más serio del Olimpo decir que no tendrían otro Dios más que a ÉL Pero la risa irrumpe en medio de todos los símbolos que pretenden explicamos y quema irónicamente el fondo de todas las banderas, razas y demás purezas reales. Reír descentrafiza; sacude el cuerpo y los humores porque es metafórica. Ignora la unidad de los órganos. La risa es el agua de jazmín contra el miedo a la muerte, auténtica arma del sacerdote; se mofa de la moral del partido y brota matinal frente a las escépticas ironías de la vida. Pleamar del suicida, bajamar de la mentira y mar abierta de la gente.

Desordenan ciertas sonrisas que nos estallan en la cara porque nos recuerdan la ignorancia e impotencia que somos. Memoria fiel del desamor transformada en sonrisa amarga cuando se agrietan los labios de esperar. Pero la más leve sonrisa que se nos abra frente a nuestro hastío vale más que todas las inferencias de la lógica; pues aquélla es la esquina epidérmica del mundo, secante donde el amor y tangente de la muerte, una de las formas del azar. Súbita e irreversible bofetada a nuestro narcisismo y estilete certero que nos sangra de vergúenza, ¿no es así, como nos pone la ironía?

Frente a la seriedad patológica religiosa y política del final de siglo, Incipit tragoedia que no cesa, quedan aún múltiples posibilidades para reír con nuestro propio error y desengaño. Esa capacidad está conectada con la posibilidad de dudar, centinela alerta hacia todo lo que desea instalarnos en el miedo y la piedad hacia nosotros mismos.

¡Y es que la duda está tan cerquita del buen humor! De hecho, el dudar comienza con ese viejo movimiento de la cabeza que no puede estarse quieta; tema para una fuga cuyos primeros compases inician los labios hacia delante, como si fuéramos a dar un beso cuando lo que decimos es ¡no! El hombre es el único animal capaz de reír; sí, pero porque es el único animal capaz de negar.

Crítica contra la metafisica de las esencias, contra lo eterno e inamovible. La risa, esa amante infiel y pendenciera, es una forma de cosmopolitismo, auténtica revolución cultural de la especie a la vez que canto del cuerpo a lo efímero. Por eso Cristo no reía. Y eso que el origen de la creación tiene que ver con la primera carcajada de Dios; sólo al "séptimo día de su risa apareció el alma". aunque U. Eco debía de haber añadido otro día más, el octavo, en donde Dios esparció males y quebraderos de cabeza infinitos. Al octavo día de su carcajada se dio cuenta de que reía; se autorreconoció corporalmente como un bendito bromista mientras se bamboleaba, rojo de risa, entre dios bellísimos agujeros negros. A los mortales nos queda indagar por qué empezó a reírse; sólo por eso aún filosofamos.

De ahí que dudemos de la seriedad filosófica. Porque la tarea del filósofo ¿no es tratar de que la verdad ría?; la auténtica duda metódica, ¿no tiene que ver con la infinita insistencia por librarnos de la insana pasión por la verdad? Dudo (luego me río) de que la entropía del pensamiento se combata con la gravedad cientifista con que nos atamos a la vida; sino más bien con la jovialidad crítica desde la que aceptamos la vida como problema. Pero, para ello, el filósofo debería, de cuando en cuando, reírse de sí mismo aunque la Universidad esté colapsada de lo contrario: el profesor de Filosofía sigue creyéndose eje volante del universo.

Tema 82. ¿Por qué no ríen las mónadas? Respuesta: porque carecen de ventanas. Tema 83. ¿Por qué son tan serios los analíticos? Respuesta: porque de lo que no se puede hablar, lo mejor no es callarse, sino reírse.

En fin, la risa es el otro glorioso desorden de este cuerpo social tan aparentemente ordenado que, por encima de los pájaros del mal agüero, a veces nos une a pesar de ti y de mí.

Julio Quesada es profesor de Filosofía de la U. Autónoma de Madrid.

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