La hora de México
LA CAMPAÑA para las elecciones presidenciales mexicanas, que tendrán lugar el 6 de julio, presenta novedades interesantes. Sería exagerado pensar que la elección del candidato del PRI, Carlos Salinas, está en entredicho. Pero tanto en el lenguaje de éste como en las condiciones en que tiene que presentarse ante los ciudadanos se destacan hechos que difieren de lo que suele ser el ritual electoral mexicano.México ofrece un caso insólito de permanencia de un partido en el poder. El PRI lo ha ejercido sin interrupción desde hace casi 60 años, habiendo sido elegido su candidato a la presidencia, cada seis años, por mayorías aplastantes. El candidato es escogido por el presidente que termina su mandato, lo que otorga a éste poderes superiores a los de sus homólogos de países como EE UU o Francia. Con todo, la situación mexicana no admite comparación con la de los países del área comunista: en México existe el debate político y cultural, hay Prensa libre y la actividad de otros partidos es legal.
En una primera etapa, la hegemonía del PRI reflejaba un amplio consenso nacional, sobre todo de las masas agrarias, en torno a los ideales de la Revolución Mexicana. Pero esa raíz se ha ido perdiendo y el PRI ha tendido a apoyarse cada vez más en una utilización abusiva, y con frecuencia ilegal, de la represión policiaca y de la corrupción, falseando así el voto ciudadano. A la vez, el PRI carece de democracia interna: es un instrumento en manos del presidente y de un puñado de grandes caciques que dirigen las burocracias estatales y sindicales.
Hoy no es exagerado hablar de una crisis de estos métodos. De la Madrid, con Carlos Salinas como artífice decisivo de esta política, ha tendido a liberalizar un sistema en el que las pérdidas del sector estatal ,han sido una carga gigantesca. El nivel de vida de parte de la población ha sufrido gravemente y ha disminuido la capacidad del PRI, con medidas sociales mezcladas de clientelismo, de presentarse como defensor de los obreros. Para Salinas no será fácil obtener el voto de los sindicatos.
La novedad esencial que rompe los esquemas tradicionales es el surgimiento, dentro del PRI, de una disidencia democrática en nombre de la vena popular originaria. Se ha plasmado en una candidatura con gran fuerza simbólica, la de Cuauhtémoc Cárdenas, hijo de Lázaro Cárdenas, el presidente que ha dejado una huella más honda de acción progresista en la historia de la República. Además de morder en el electorado del PRI, a Cárdenas puede ir el voto juvenil y de izquierda, que suele dispersarse en pequeños partidos. Por otra parte, la derecha, el Partido de Acción Nacional (PAN), cuenta con un candidato, Manuel Clouthier, con apoyos considerables, sobre todo en los Estados del Norte.
Por tanto, estamos ante una batalla mucho más equilibrada que en ocasiones anteriores. En esta coyuntura, el lenguaje empleado por Salinas rompe con la tendencia tradicional del PRI a considerar que México es casi su propiedad. El candidato oficial ha hecho de la modernización el lema central de su campaña y está utilizando argumentos renovadores. En las tesis que ha expuesto aparece una actitud nueva ante el tema de la limpieza electoral. Desde el inicio de la campaña, Salinas ha destacado la necesidad de la transparencia. Ha pedido que se respete a los adversarios "en el trato, en el debate y en el voto". Un postulado central de su campaña es que hace falta "la conformación gradual de una nueva cultura política que conjugue lo mejor de nuestra tradición con las innovaciones democráticas que reclama la densidad actual de nuestra sociedad". La alusión a una nueva cultura política es esencial: para que en México la democracia sea efectiva, el cambio necesita ser profundo, en las mentalidades y en el funcionamiento del Estado. Por ahora, esta perspectiva figura sólo en los discursos de Salinas. Pero tanto la actual coyuntura económica y política como la propia personalidad del candidato, que responde más a la escuela tecnocrática de las universidades de EE UU que a la tradición política mexicana, acentúan la impresión de que la actual campaña quiere anunciar una era de cambio.
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