Torerazo Ruiz Miguel
Fue emocionante ver a Ruiz Miguel peleando para meter en la muleta al primer Pablo Romero rucio y bergantín, aún más a los torazos peligrosos del Puerto de San Lorenzo. El cuarto era un torazo negro como el alma del diablo, de impresionante arboladura; sobre zancudo, alto de agujas; sobre chato de sien, armado para arriba hasta la desesperación; sobre manso, avieso. Al quinto le caía una solemne papada de cardenal del medievo, tensaba su capa una musculatura palpitante, también tenía como el alma del diablo negrura e intenciones, y los cuernos además, esos abiertos a este y oeste, en busca de femorales. A torazos, torerazo, y hubo la fortuna de que tal torerazo estuviera en la arena, Ruiz Miguel, javato y maestro máximo entre la torería coetánea que nos merecemos.Con esos torazos se peleó Ruiz Miguel a muerte. Tu o yo. Tu piel o la mía. Consintió y obligó Ruiz Miguel al cuarto torazo negro, sin acabar de templar la embestida bronca, pues no se podía -¿cómo, si todo eran gañafones?-, pero controlando la situación, y al quinto lo dominó, no podía ser de otra forma, pues puso en el combate el valor de un Espartero y la técnica que Paquiro puso en letra y regla para elevar a ciencia la tauromaquia. Fue emocionante.
P
Romero / Ruiz Miguel, Nimeño, CarreteroTres toros de Pablo Romero, desiguales de presencia, romos y descastados; 4º y 5º, de Puerto de San Lorenzo, de impresionante trapío y cornamenta, peligrosos; 6º, sobrero de Jiménez Pasquau, con cuajo y romana, difícil. Ruiz Miguel: bajonazo escandaloso y descabello (silencio); dos pinchazos y otro hondo (aplausos y salida al tercio); pinchazo hondo ladeado y descabello (leve petición y vuelta). Nimeño II: media delantera atravesada descaradamente baja (aplausos con pitos y sale a saludar) y, cogido por el 5º, sufre contusiones de pronóstico reservado. José Antonio Carretero: bajonazo escandaloso (silencio); estocada corta trasera baja (silencio). La condesa de Barcelona presenció la corrida desde el palco real. Plaza de Las Ventas, 15 de mayo. Tercera corrida de feria
Fue emocionante ver a Ruiz Miguel, cara a cara con el torazo ,hondo en el centro del ruedo, retándole, provocando la embesti,da que no tenía, pasándose el pitón del este, luego el del oeste, por junto a las femorales, a veces hasta junto a la yugular, sin importarle arreones, parones y hachazos. Nunca pareció el redondel tan inmenso; nunca tanto, durante aquella dramática soledad del torero frente al peligro en el centro geométrico del platillo, que estremecía al abarrotado anfiteatro.
Había más ayes que olés, más angustia que paladeo del arte, pero, en cualquier caso, había asombro por el poderío del hombre frente a la fiera. Sometido el toro, Ruiz Miguel la daba la espalda, pisaba firme y tranquilo el redondel inmenso cuya soberanía había conquistado, y se volvía a mirar arrogante al toro que le había querido destrozar y no pudo. Tuvo grandeza. La victoria de Ruiz Miguel sobre el torazo como el alma del diablo, tuvo grandeza.Ese toro se le había echado encima a Nimeño cuando remataba los lances de capa y lo pisoteé, dejándole fuera de combate. Mala suerte de Nimeño, que banderilleó a su anterior toro con facilidad y lo muleteó muy valiente, sin más defecto que hacer interminable la faena. También José Antonio Carretero estuvo fácil en banderillas y valiente con la muleta. Todo lo que hizo Carretero fue lo que se les podía hacer a los malos toros que le correspondieron; toros que se paraban al llegar al engaño, o si no se paraban, se revolvían de súbito, o topaban inciertos y, al menor descuido, se iban al bulto.
El sexto pesaba 642 kilos -morrillo a lo queso-bola, culata de rinoceronte- y la acorazada de picar le descuartizó los lomos traseros, dejándoselos con profundas simas de las que manaba la sangre a borbotones. Ese toro era de Jiménez Pasquau. El quinto sembró el pánico en banderillas y no causó un desaguisado en sus feroces persecuciones a los despavoridos banderilleros, porque continuamente entraba al quite el capote providencial de Joselito Calderón. Ese toro era de Puerto de San Lorenzo. De los anunciados, famosos, esperados pablorromeros, se lidiaron únicamente tres, y mejor habría sido que no se lidiara ninguno. A cual peor los tres, resultaron ser disparejos, romos de pitones y, lo que es peor, mansos, del ínfimo género de los descastados. No está ayer en el ruedo el torerazo Ruiz Miguel, y la corrida sólo se habría recordado por el estruendoso fracaso de esta ganadería histórica, que si siempre hubiera sido como ayer, no habría Regado a centenaria.
Babelia
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