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Discreto apoyo público de Reagan al candidato presidencial Bush

Francisco G. Basterra

Ocho años de lealtad clónica de George Bush al presidente fueron finalmente pagados, el miércoles por la noche (madrugada de ayer en España), con un más que discreto apoyo público de Ronald Reagan a la carrera presidencial de su vicepresidente. El esperado espaldarazo a Bush, que ya tiene los delegados necesarios para ser designado candidato del Partido Republicano, ha sorprendido en Washington y ha irritado a los próximos a Bush por su timidez.

Ronald Reagan aprovechó una cena de gala de 3.000 personas, a 1.500 dólares (unas 166.000 pesetas el cubierto) para recoger fondos para el Partido Republicano, para abandonar su pretendida neutralidad y ofrecer públicamente su apoyo a su fiel número dos. Pero lo hizo tan de pasada como para provocar suspicacias. La cena, teóricamente pensada para proyectar a Bush como presidenciable, se convirtió en un espectáculo monográfico del viejo actor de Hollywood, que achicó por completo al vicepresidente y se comparó a sí mismo con Rambo.

"Futuros planes"

"Si me dejan", dijo Reagan casi al final de su discurso, "me gustaría decir unas palabras sobre mis futuros planes". "Pienso hacer campaña con la mayor intensidad posible. Mi candidato es un congresista, embajador ante las Naciones Unidas, director de la CIA y presidente del Partido Republicano. Voy a trabajar todo lo que pueda para hacer que George Bush sea el próximo presidente de Estados Unidos".Y aquí se acabó todo. Ni una sola mención a la valía de Bush o a lo mucho que le ha ayudado estos años o a su influencia. Muchos observadores señalan que George Bush sólo ha sido una figura decorativa estos ocho años, en los que ha sido incapaz de proyectar una personalidad propia en ninguna cuestión diferente a la de Ronald Reagan, que le ha sepultado bajo su tremenda popularidad. Pero ahora el vicepresidente está solo y obligado a transmitir una imagen independiente de la de Reagan v una visión de por qué y para qué quiere ser presidente si quiere ganar la elección, el 8 de noviembre al demócrata Michael Dukakis.

George Bush, que ayer recibió el apoyo del televangelista Pat Robertson, que anunció que abandona su campaña, tiene a su favor la continuación, a pesar de los escépticos, del boom económico. Pero no puede contar con que la popularidad de Reagan es transferible. Ahora debe separarse ya del presidente.

Su inacción en el escándalo Irangate, a pesar de que Bush utiliza su experiencia en política exterior como su principal capital; los problemas éticos del ministro de Justicia, Edwin Meese, y las últimas revelaciones sobre una Casa Blanca dirigida por los astros y por un presidente totalmente pasivo pueden dañar la candidatura del vicepresidente.

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