_
_
_
_
_
Tribuna:LA FERIA MÁS IMPORTANTE DE LA TEMPORADA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El Pimpi y sus caballos

Los oficios taurinos se transmiten de padres a hijos

La fiesta de los toros se sustancia generalmente en el toro y en el torero, pero el ritual de este espectáculo secular se sirve también de unos lementos materiales imprescindibles para el esarrollo de los festejos, como son las banderillas o garapullos, las puyas o el vestido de torear. Los secretos de la confección de estos útiles se van transmitiendo de padres a hijos, y los modos son puramente artesanales, con el regusto de la costumbre, la perfección y el trabajo bien hecho.

Eduardo Vallejo, 39 años, dueño de la cuadra de caballos de picar de Las Ventas. El nombre de El Pimpi está tan arraigado a la plaza como el ladrillo rojo a la fachada del primer recinto taurino del mundo. Heredero de la actividad de su tío Basilio Barajas y de su padre, el primer Pimpi, picador de Manolete entre otros, propie-tarios ambos en distintas épocas de la cuadra de caballos de la plaza de la calle Felipe II, Eduardo lleva ya 28 años responsabilizándose de distintos cometidos de la cuadra.Hablar del caballo de picar requiere también hablar del peto. El peto es un manto cuyo objeto es la protección de cornadas al caballo y está com puesto por dos lonas con un relleno de algodón entre las dos, anudadas con cuerda y formando unos puntos de relieve llamados motas.

Sin manguitos

El peso del peto es de 30 kilos. "No es suficiente la protección que actualmente tienen tanto el caballo como el jinete con estos petos", objeta Eduardo Vallejo. "Por indicación del presidente, esta temporada los caballos están saliendo sin manguitos, que es la pieza de lona que protege la bragada del caballo, es decir, el pecho y los genitales y que tiene un peso de siete kilos. Por tanto, las cornadas son o pueden ser mortales y el propio picador es más vulnerable".

Entre 18 y 20 caballos tiene la plaza de Las Ventas. Propiedad de Eduardo Vallejo, los equinos son caballos españoles cruzados con, percherón. Pesan un promedio de 600 kilos cada uno, tienen una edad entre cinco y 12 años y están valorados en 250.000 pesetas cada caballo. El riesgo de esta actividad "que yo mantengo más por continuidad familiar que por interés económico", dice Vallejo, también existe. Cada año mueren varios caballos a consecuencia de cornadas de toro, siendo el año pasado uno de los de más siniestralidad, con seis caballos muertos.

En régimen de contrata con la empresa de Las Ventas, Eduardo tiene a su cargo a dos picadores reservas, aunque él mismo sea uno de ellos, dos mozos de cuadra que también trabajan en la fabricación de los petos y 10 monosabios. A su cargo tiene la cuadra y el guardanés, el lugar donde se hallan los petos, las correas, las bridas y las monturas. "En tanto tiempo dedicado a estos menesteres me ha ocurrido de todo", comenta El Pimpi.

"Soy picador reserva", dice, "aunque antes salía a la plaza como monosabio. Como picador tengo dos anécdotas que serán simpáticas para la gente pero que a mi no me hicieron ninguna gracia. La primera, hace cuatro años. Después de picar un toro como reserva, el caballo salió de la plaza por el portón sin obedecer a control alguno; entró conmigo encima hasta la capilla y allí nos caímos los dos en medio de la guasa del servicio de la plaza".

El presidente se equivocó "La segunda", añade, "hace tres años. Piqué, según el presidente, excediéndome en el castigo a un toro de Ruiz Miguel. El presidente se confundió y creyó que era titular de la cuadrilla, con unos honorarios por corrida de alrededor de 60.000 pesetas, cuando en realidad había cobrado 13.000 pesetas como reserva. Como el reglamento dice que la multa a los picadores tiene que ser proporcional a los honorarios percibidos, me puso una sanción de 21.640 pesetas cuando lo que había cobrado eran 13.000 pesetas. ¡Vaya gracia, eh!".

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_