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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tráfico de drogas

YA ES más que evidente que los traficantes mundiales de la droga han escogido España como plataforma de distribución de su mortífera mercancía en Europa. Las capturas de los dos últimos meses -nada menos que casi 2.000 kilos de cocaína aprehendidos en Fuenlabrada (Madrid), Vilanova i la Geltrú (Barcelona) y recientemente en Irún, valorados en unos 30.000 mi Rones de pesetas- confirman que las playas y aeropuertos españoles se han convertido en las vías de penetración hacia nuestro continente de la droga actual mente más en boga a este lado del Atlántico. Las dificultades crecientes para la introducción de cocaína en Estados Unidos y la saturación de su mercado, por una parte, y la sobreproducción de hoja de coca en la mayoría de los países productores, por otra, han inclinado a las mafias suramericanas, y en especial al colombiano cártel de Medellin, a potenciar al máximo el mercado europeo.La elección de España como centro de la operación no fue fruto del azar. Además de las facilidades de lengua y de contactos de todo tipo, incluso familiares, nuestro país ofrece a la industria de la droga del otro lado del Atlántico una excelente posición geográfica y un flujo turístico a tener en cuenta como factor de camuflaje de primer orden. En el pasado, también ayudó a esa elección una notable insuficiencia de recursos humanos, tecnológicos y económicos para hacer frente a una invasión que cuenta con todo tipo de medios para alcanzar sus objetivos, según denunció en su día el antiguo fiscal especial antidroga José Jiménez Villarejo. La aprehensión de tan grandes alijos en tan poco tiempo es, a este respecto, una noticia importante, no sólo por la cuantía de la droga incautada, sino porque podría interpretarse como el resultado de una política más agresiva contra el gran tráfico de drogas.

El desafío que la nueva situación representa para España y para Europa entera no es para tomarlo a broma. Es ésta una cuestión que, como la del terrorismo, exige la actuación solidaria de todos los países y la adopción de estrategias conjuntas. Como es palmario allí donde opera con más descaro, el poder de la droga no sólo hace fortunas al margen de la ley, sino que corrompe y envilece las instituciones económicas y políticas y alimenta los focos de violencia en el seno de la sociedad. Durante demasiado tiempo, la lucha contra el tráfico de drogas en España se movió entre la demagogia y la incompetencia, Se recurrió con facilidad, por motivos electorales o por presión social, a redadas espectaculares sin apenas otras consecuencias que las de la intimidación o el trato vejatorio a buen número de ciudadanos; la acción policial se había centrado principalmente en la represión del consumo de drogas blandas y de los pequeños traficantes-consumidores, y mientras tanto habían permanecido prácticamente impunes el tráfico organizado y las redes que suministran la droga dura. Sin embargo, el alcance de la penetración de esas mafias en España era evidente: la presencia en nuestro país de Jorge Luis Ochoa y de otros narcotraficantes colombianos en 1984, los datos existentes sobre operaciones de blanqueo en zonas turísticas españolas de dinero sucio proveniente del narcotráfico y la ingente cifra del comercio ilegal de la droga en España, calculada cada año entre 250.000 y 500.000 millones de pesetas lo ponen de manifiesto.

Otras actuaciones deberán seguir a las últimas capturas para que pueda certificarse que nos encontramos ante una actitud más enérgica de los poderes públicos en la lucha contra el gran tráfico de la droga. Y una de ellas, sin la cual ninguna de las demás sería creíble, es llegar hasta el fondo en las posibles complicidades de tan macabro comercio dentro del aparato del Estado y de sus fuerzas de seguridad, de las que se han publicado en el pasado más que indicios.

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