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LA CARRERA HACIA EL ELISEO

El 68, un Mayo inacabado

Inquietante relación entre la Francia actual y la de los sucesos de hace '20 años

Lluís Bassets

, París no ha olvidado que hace 20 años sus estudiantes se hallaban al borde de la rebelión. La elección presidencial está ocultando, sólo por unos días, las celebraciones enormes que prepara la industria cultural francesa sobre Mayo del 68: exposiciones, libros, emisiones televisivas... París no lo ha olvidado, pero para las jóvenes generaciones la historia de aquel mayo es parte de un pasado ya remoto, una batallita de viejos. Y sin embargo este mayo de 1988, ornado de los colores pardos y negros de la ultraderecha, lejos del rojo y del negro de la revolución y de la anarquía, se emparenta de forma inquietante con lo que sucedió hace 20 años.

Hace 20 años casi todos los grandes actores del drama político estaban ya en escena. Una parte de los protagonistas de hoy eran peones de brega de la revuelta. Mitterrand, por ejemplo, calificaba de estudiantes vagos a los revoltosos y se ofrecía, con Pierre Mendes France, a encabezar un Gobierno que sacara a Francia del atolladero. Jacques Chirac, joven secretario de Estado para el Empleo de De Gaulle, negociaba con los sindicatos, en nombre del Gobierno y pistola en el bolsillo, los acuerdos que terminaron con la huelga general.Charles Pasqua, el ministro del Interior, proclive ahora a la alianza con el Frente Nacional, era el jefe del servicio de orden de los gaullistas y organizaba la manifestación de adhesión al general que debía llenar con un millón de personas los Campos Elíseos. Pierre Juquin, el candidato comunista renovador, era una de las bestias negras de los estudiantes y se hacía expulsar de la universidad de Nanterre por burócrata y por estalinista. Numerosos "partidarios de Mitterrand se hallaban entonces en primera fila de la barricada y abucheaban a su actual ídolo, como síntesis de la política burguesa y florentina. Buen número de los partidarios de Chirac, y alguno de sus ministros incluso, formaban en las filas minúsculas y violentas de la extrema derecha.

De Le Pen apenas se hablaba. Tampoco de Raymond Barre, al que sólo conocían los universitarios por su manual de economía política. Toda Francia se hallaba controlada por el gaullismo y por los comunistas. No había lugar para una extrema derecha fuerte ni tampoco para el protagonismo de una derecha o un centro no gaullistas. La extrema derecha ha resucitado casi 20 años después. El centrismo sólo dejó pasar seis años antes de instalarse en mitad de la vida política, con la elección de Giscard d'Estaing como presidente, sobre las ruinas del gaullismo.

Dos pilares del régimen

La revuelta de Mayo del 68, objeto ahora de críticas, desmitificaciones y sarcasmos de todo tipo, dio la puntilla a los dos pilares del régimen: al gaullísmo y al comunismo. Ambos movimientos ofrecieron pruebas de su extrema fortaleza a los pocos días y parecieron triunfar sobre el izquierdismo juvenil. Los gaullistas en la calle y en unas elecciones desastrosas para la izquierda. Los comunistas en la huelga obrera y en su recuperación de la revuelta. Pero era la fortaleza de dos viejos y enormes diplodocus tocados de muerte. Su agonía les iba a. llevar más de veinte años: y todavía siguen desfalleciendo y agonizando. Los comunistas no han llegado en estas elecciones al 7%. Los gaullistas, transmutados en chiraquistas después de ser pompiduistas, siguen languideciendo sin conseguir el monopolio de la derecha. Su candidato, Jacques Chirac, no ha conseguido superar la barrera del 20% y empieza a aparecer resignado a la derrota.

Mayo del 68, aunque parecía buscar la revolución, la sociedad sin clases, el comunismo y la utopía, fue el salto a la modernidad moral y cultural. Francia no ha terminado todavía el viaje que empezó en aquel entonces. Una fracción importante de la sociedad, la derecha fundamentalmente, no ha sabido adaptarse aún a las consecuencias de Mayo. El impuesto que debe pagar la modernidad, representada ahora por el europeísmo de François Mitterrand, su liberalismo temperado por el socialismo, su centrismo humanista, es la aparición de un partido antimoderno, el Frente Nacional, que ha tenido el 24 de abril pasado su Mayo del 68 negro y que promete un "Movimiento Nacional" para salvar a Francia en los próximos años. En este partido se concentran las dificultades de Francia para superar el otro mayo, el de 1968, y para instalarse definitivamente en los nuevos tiempos.

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Mitterrand, que no supo comprender a los revoltosos de hace 20 años, se ha convertido en el gran albacea político de aquella generación, convertida al capitalismo. Quienes los esperaban agazapados en las esquinas, con cascos y barras de hierro, cruces celtas y cráneos rapados, son hoy el núcleo de más feroz oposición al socialismo reciclado y adaptado. Unos y otros intentan zamparse a la derecha clásica, tan clásica que arriesga quedar con el papel más feo: ellos que no estuvieron en la revuelta de mayo pueden aparecer, junto al partido comunista, como los fósiles producidos en los últimos 20 mayos.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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