Los 'cinco enanitos'

Los cinco candidatos restantes se hallan alejados del torbellino que desplazará el centro de la vida política francesa con la elección presidencial. Los votos que reunirán entre los cinco, entre un 12% y un 14% en total, pertenecen mayoritariamente a la franja izquierda del electorado, e interesan, lógicamente, a François Mitterrand, que necesitará de buena parte de ellos para vencer.La porción más sustanciosa de este pedazo de pastel son los votos comunistas, en fase de reducción acelerada, pero estimados todavía entre un 6% y un 7% en los últimos sondeos. Su candidato, André Lajoinie, hasta ahora presidente del Grupo Comunista en la Asamblea Nacional, es un medio dirigente, disciplinado y fiel a las consignas del eterno secretario general, Georges Marchais, y con una oratoria estereotipada e ineficaz. El PCF, que no puede esperar grandes cosas de esta elección, ha optado por no quemar una vez más a su dirigente y peso pesado y ha decidido hacer una campaña molesta.

La escisión renovadora de Pierre Juquin, con mayor capacidad de seducción entre los jóvenes y entre sectores izquierdistas tradicionales, ha limitado considerablemente las posibilidades electorales comunistas, que esta vez no aspira ni tan siquiera a igualar al Frente Nacional en número de votos, como sucedió en las últimas elecciones legislativas. Juquin quiere representar un comunismo abierto y dinámico, critica a Mitterrand desde la izquierda sin levantar bandera de antisocialismo y constituye, en el fondo, la mejor garantía con que cuentan los socialistas para seguir hundiendo al PCF en su propia miseria.

Voto testimonial

La voz más clara y persuasiva de la izquierda es la de una mujer, la militante sindicalista y trotsquista Arlette Laguiller, ya veterana en lides electorales, pues se presentó en dos anteriores elecciones presidenciales, en 1974 y en 1981, con algo más del 2% de los votos en cada ocasión. Sin medios de publicidad de ninguna clase, Laguiller adquiere cuerpo como candidata en los 15 días de campaña oficial, gracias a los espacios gratuitos en los medios de comunicación. En ellos, con su apelación "trabajadoras, trabajadores", se dirige en tono lloroso y frontal a los telespectadores y les propone un voto de testimonio y de protesta contra los grandes candidatos.

Otro trotsquista, de lenguaje más panfletario y correoso, el jubilado Pierre Boussel, se disputa el espacio de la extrema izquierda. Boussel, conocido como Lambert, es una destacada personalidad del trotsquismo internacional y de su enmarañado mapa de fracciones y disidencias.

Se ha decidido a salir a la palestra y a mostrar su rostro por primera vez en una contienda electoral para intentar sacar a su organización del aislamiento.

El último candidato es Antoine Waechter, representante del débil movimiento ecologista francés, que se niega a encuadrarse en las filas de la izquierda a pesar de que sus partidarios sean en su mayoría originarios de este campo. Sus expectativas de voto no han superado nunca el 2%, aunque sus votos pueden ser igualmente decisivos en esta elección, que puede jugarse entre sólo 400.000 votos.