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Mitterrand y Chirac polemizan por la modalidad de un debate televisado

Lluís Bassets

La celebración de un debate entre los dos candidatos a la presidenela de la República que consigan pasar a la segunda vuelta en la elección del próximo domingo, se ha convertido, a las 48 horas de que se abran las urnas, en la cuestión central de la campaña electoral entre François Mitterrand y Jacques Chirac. El cuerpo a cuerpo entre los dos candidatos es el espectáculo central de la campaña.

En 1981, el combate televisivo de nuevo entre Giscard, el titular de la presidencia, y Mitterrand, el aspirante, fue decisivo para la victoria del socialista.Jacques Chirac, viene retando a Mitterrand a un cara a cara desde hace varias semanas, en un intento de demostrar que el presidente de la República rehúye el enfrentamiento con su principal adversario. Mitterrand ha asegurado que aceptaba el debate con el candidato de la derecha, ha ironizado sobre la precipitación de Chirac a presentarse como vencedor dentro de su campo en la pirimera vuelta y ha propuesto la fecha del 28 de abril.

El presidente de la República desea que el debate se celebre sin diálogo directo entre los dos candidatos, que deberán responder, según su fórmula, a las preguntas de un equipo de periodistas, reloj en mano. Mitterrand quiere evitar que la discusión se convierta en un debate de baja categoría entre quienes ocupan, todavía la presidencia de la República y el primero de los ministerios, el de jefe del Gobierno.

Chirac ha descartado la fecha propuesta y el sistema de discusión, al que ha calificado de "debate a la americana", y ha exigido un "debate a la francesa". El primer ministro desea que el debate se halle lo más cerca posible de la segunda vuelta y que se produzca en un enfrentamiento libre y sin muchos controles, con el objetivo de hacer una demostración en vivo de su reciente argumento sobre la edad avanzada de Mitterrand y para intentar ganar la elección presidencial en un golpe de fortuna dialéctica.

Mitterrand, en cambio, se ha situado por primera vez a la defensiva. Su campaña, destinada a proporcionar una imagen de presidente ya electo, ha sido organizada alrededor de cuatro mítines antes de la primera vuelta, su "Carta a todos los franceses" y unas pocas entrevistas a los diferentes medios de comunicación. Para sus enemigos, la austeridad de sus apariciones se debe a la inseguridad, al miedo y a la falta de auténticas propuestas políticas.

Todas estas cuestiones no conmueven excesivamente a los franceses, a quienes les interesa mucho más el comentario cotidiano de la campaña realizado por los muñecos televisivos del Bebette show que las intervenciones de la campaña oficial. La prueba: los Bebette tienen una audiencia de un 27%, y la campaña oficial, entre un 7% y un 9%.

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Pero el "debate sobre el debate" prepara, sin lugar a dudas, el iinomento más espectacular de estas elecciones, que es el enfrentamiento a cuerpo descubierto de los dos contendientes. En el espacio humorístico de la televisión, de momento, la rana con cara de Mitterrand que se cree Dios salió anteayer reflexionando en voz alta sobre el difícil problema del debate televisivo. "¿Quién mejor que yo para debatir con Dios?", dijo la rana. Su conclusión fue clara: nadie mejor que Mitterrand para hacer un cara a cara con Mitterrand.

Mientras desgranaba sus reflexiones, la rana se elevaba a los cielos con música celestial como fondo sonoro. El presidente, para que no quedara lugar a dudas, declaró, a propósito de la parodia televisiva, que "en toda caricatura hay un fondo de verdad".

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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