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Tribuna:LA LUCHA CONTRA PINOCHET
Tribuna
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Las cosas se mueven en Chile

En los primeros días de este mes de abril se ha celebrado en Barcelona un importante simposio con el título de ¿Es posible la transición en Chile?, organizado por las fundaciones Rafael Campalans y Salvador Allende y patrocinado por el Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona.En el simposio han participado algunos de los exponentes más significativos de la oposición chilena, entre ellos, el presidente del Partido por la Democracia, el socialista Ricardo Lagos; el dirigente democristiano Ignacio Balbontín; el dirigente del partido socialista (sector Almeyda) Francisco Rivas; el comunista Augusto Samaniego; el brigadier general (retirado) Horacio Toro; el presidente de la Federación de Obreros Ferroviarios de Chile, José Criado Reyes; los sociólogos Manuel Antonio Garretón, Luis Alvarado, Ignacio Walker y Giselle Munizaga; la dirigente femenina de la Asamblea de la Civilidad, Antonieta Saa, y el dirigente juvenil Mauricio Salinas.

La reunión ha tenido escaso eco en nuestros medios de comunicación, y eso es de lamentar seriamente, porque creo que ha sido un encuentro muy estimulante y porque se han aportado datos de gran interés sobre la actual situación política de Chile.

Hace unos meses tuve ocasión de visitar Chile y volví con la impresión de que, si bien las fuerzas democráticas habían ganado terreno, el panorama era todavía muy sombrío y se corría el riesgo de que la oposición -muy fragmentada e indecisa sobre la táctica a seguir- fuese incapaz de ganar la batalla del próximo plebiscito, desaprovechando con ello la posibilidad de desalojar al general Pinochet de la presidencia y de eliminar el obstáculo principal que se opone al restablecimiento de la democracia.

El informe presentado al simposio de Barcelona por el sociólogo Ignacio Walker confirma esta impresión personal cuando describe el clima optimista que reinaba en las alturas del régimen de Pinochet en el último trimestre de 1987, y frente a ello, la incapacidad de la oposición de encontrar una línea común de avance y de pasar de la reivindicación genérica de elecciones libres a la lucha por el no en el próximo plebiscito sobre la continuidad del general Pinochet en la jefatura del Estado.

Pues bien, el simposio de Barcelona ha demostrado claramente que en los tres primeros meses de 1988,ese estado de cosas ha experimentado un giro espectacular, y mientras en el régimen de Pinochet, empiezan a producirse importantes disensiones, la oposición gana iniciativa y asume la ofensiva.

Esto ha sido posible, sobre todo, porque los partidos políticos de la oposición han sabido finalmente unir esfuerzos y programas de acción, abandonar estrategias y tácticas colaterales y tomar la iniciativa en torno a un solo tema, claro y decisivo: la lucha por el no en el plebiscito sobre la continuidad de Pinochet, que debe celebrarse este año.

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Trece partidos de la oposición -prácticamente todos, con la excepción, por el momento, del Partido Comunista y del MIR- han llegado ya a una concertación en torno al no, y siete de ellos han suscrito incluso un programa económico-social y político-institucional para iniciar la transición en caso de victoria del no.

Por otro lado, el proceso de inscripción de electores para poder participar en el plebiscito, que era uno de los desafíos principales, dadas las trabas puestas por el régimen para la inscripción y las reticencias de la oposición a entrar en el terreno de juego definido por el propio Pinochet, se ha acelerado finalmente de manera espectacular, y a finales de marzo, pese a la mayor dispersión del período veraniego en aquellas tierras, el número de inscritos era. ya casi de cinco millones, acercándose al objetivo de 6,5-7 millones fijado por el conjunto de la oposición.

Esto ha exigido una tarea larga, dura y tenaz de la oposición, una lucha por convencer a los ciudadanos casa por casa y puerta a puerta. Pero precisamente por esto puede decirse que la lucha por la inscripción ha sido un enorme combate político para la organización de los ciudadanos y la superación de pasividades, temores y retraimientos.

Lo mismo puede decirse de la creación del Partido por la Democracia, idea surgida entre diversos sectores de la oposición y especialmente de núcleos del Partido Socialista, para superar los efectos paralizadores de la ley de Partidos Políticos de la dictadura y ofrecer un marco para la actividad legal de todos los sectores de la oposición.

Aunque algunos de los objetivos iniciales no se han cumplido y la Democracia Cristiana chilena ha decidido inscribirse por cuenta propia como partido, es importante constatar que el Partido por la Democracia ha conseguido inscribirse finalmente con más de 45.000 firmas, un porcentaje que en nuestro país equivaldría a más de 350.000, obtenidas una por una a lo largo y ancho del país.

Desavenencias militares

Al tiempo que la oposición avanza, han empezado a detectarse contradicciones y desavenencias entre el propio general Pinochet y la Junta Militar, hasta el punto de que los miembros de ésta han empezado a decir que el eventual triunfo del no en el plebiscito no significaría el caos, contrariamente a lo que afirma el eslogan principal del general Pinochet. Algunos exponentes importantes del empresariado más directamente ligado al régimen han empezado a tomar el mismo distanciamiento prudente. Y, por encima de todo, se ha producido una importante crisis en el seno del partido Renovación Nacional, el partido de la derecha del régimen, en tomo, precisamente, a la conveniencia o no de centrar su lucha en la continuidad personal del general Pinochet.

La política chilena ha entrado, pues, en una fase de movilidad, que, sin duda alguna, se acelerará a medida que se acerque la fecha de celebración del plebiscito.

Todas las encuestas de opinión mínimamente fiables dan hoy una clara mayoría al no, es decir, al rechazo de Pinochet, y éste es un claro indicio de la profundidad de los cambios ya ocurridos en estos últimos meses, cuando los partidos de la oposición han tomado la iniciativa y han roto el temor al vacío que un eventual voto negativo todavía provocaba en mucha gente.

Pero eso no quiere decir que la batalla por el no en el plebiscito esté ya ganada. Ni quiere decir tampoco que el triunfo del no signifique el paso inmediato a la democracia. El plebiscito sobre la continuidad del general Pinochet es una batalla que se libra en el terreno escogido y delimitado por la propia dictadura y por eso es especialmente difícil de ganar.

Mientras se habla de plebiscito, la dictadura sigue imponiendo el terror policial, sigue conculcando los derechos humanos y sigue sumiendo a millones de chilenos en la miseria y en la marginación. Por consiguiente, la oposición deberá realizar todavía enormes esfuerzos para conseguir la inscripción de dos milones más de electores chilenos, para vencer los temores y las incertidumbres de tantos hombres y mujeres, para controlar el desarrollo de la votación y el recuento de votos, para definir con claridad los pasos a dar ahora y después del plebiscito. Los datos de estos últimos meses son alentadores, demuestran que se está avanzando por el buen camino, pero no aseguran por sí solos un resultado favorable en este difícil combate.

Una victoria de Pinochet en el plebiscito significaría, naturalmente, un duro golpe para la democracia, pero si la oposición democrática trabaja bien, como parece que lo ha hecho en los últimos meses, la situación ya no volverá a ser la de antes y se abrirán, sin duda, nuevos espacios políticos para la lucha democrática.

Transición pacífica

En cambio, el posible triunfo del no abrirá una nueva fase de la política chilena, llena de posibilidades, pero con un desarrollo, hoy por hoy, difícil de prever. El triunfo del no puede significar en todo caso la derrota del general Pinochet, pero no exactamente de la Junta Militar ni de la derecha política y empresarial. Por consiguiente, las fuerzas democráticas tendrán que negociar con estos sectores para ensanchar el campo democrático, reformar la Constitución y dar soluciones a los problemas políticos, económicos y sociales más candentes. Para mantener y aumentar su fuerza tendrán que asegurar una ftierte movilización de la población, pero a la vez tendrán que asegurar la estabilidad y el carácter pacífico del tránsito a la democracia.

Por consiguiente, tendrán que definir claramente, y sin ambigüedades, algunas opciones muy delicadas, como, por ejemplo, los límites del castigo contra los culpables de torturas y de violación de los derechos humanos y también las condiciones irrenunciables para poder celebrar unas elecciones constituyentes auténticamente libres.

Lo que sí es indudable es que se avecinan tiempos decisivos para la democracia en Chile y que los demócratas chílenos van a necesitar el apoyo de todos los partidarios de la dernocracia de los demás países para crear las condiciones que permitan celebrar el plebiscito con las suficientes garantías, para controlar luego su desarrollo y sus resultados y para facilitar, finalmente, la transición a la democracia, en el caso de que el no triunfe efectivamente en las urnas.

Todo esto depende, en parte, de nuestra propia actitud.

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