Historia de un perdedor
Santiago Corella, un delincuente sin experiencia al que todo el mundo engañó
No fue el destino, ni siquiera un azar adverso. No tuvo categoría para el difícil juego en el que se metió. Santiago Corella no pudo equipararse a personajes de talla como el aristócrata Jaime Messía, el perista Federico Venero, el inspector Victoriano Gutiérrez o el delincuente Ezequiel Gutiérrez. Fue un juguete de cristal en sus manos, un julai a quien todos engañaron. Le permitieron entrar en el club cuando quisieron y lo largaron por su obstinación. La heroína hizo el resto.
El Nani no pasó de ser un matao hasta dos días antes de cumplir los 27 años, cuando arribó en un tren a la estación de ferrocarriles de Bilbao. Allí le esperaban dos personas a las que sólo conocía por referencias de su mujer: Ezequiel Gutiérrez y Francisco Javier Sánchez Rico, conocido éste último como Pardi. Dejaba atrás dos cortas estancias en la trena y un pasado poco brillante: miembro de la banda Los Grillos que infundía respeto a los chicos de su edad en los barrios de San Blas y la Elipa, de Madrid.Entre las dos estancias en Carabanchel, Corella abrió un bar en Canillejas, el Euripides, que tuvo su marcha, presidida por un corpulento hombre de color, en torno al cual giraba la introducción de droga en la zona. Según algunos de sus allegados, El Nani no tenía nada que ver con aquel tráfico. Sin embargo, la policía le cerró el bar y le multó con 300.000 pesetas. Santiago perpetró tres atracos para reunir aquel dinero y reabrir el Eurípides. En aquellas acciones le acompañaron dos conocidos del barrio, ambos cojos. Acabaron de nuevo en la cárcel.
En Bilbao con sus nuevos socios, la cosa cambió. Ezequiel y Pardi eran unos profesionales. El Nani entró a formar parte de una banda seria, que la completaban José Manuel Sotuelas, Santiago Oleaga, José Fernández y Segundo Mediavilla. Ezequiel era el jefe de la banda y el más listo de todos. Era también el contacto con un perista de Santander, joyero de profesión y por aquel entonces confidente de la Guardia Civil, Federico Venero.
Venero, quien por su profesión conocía un montón de joyerías, era el que daba a la banda los santos para perpretar los atracos. De este modo, Ezequiel y sus chicos, incluido El Nani, pegaron tres palos y un sustancial botín: 70 kilogramos de joyas. Los enterraron en algún lugar a la espera de colocarlos en el mercado. Tan sólo Ezequiel, Pardi y Nani conocían el lugar donde estaban las joyas. Tan espectacular botín sólo podía ser vendido a través de un primera fila: Jaime Messía Figueroa, vizconde de los Palacios de la Valduema.
El 'rey de las estafas'
Corella conoció al rey de las estafas a través de Ezequiel. Messía a través propuso sacar el botín de España y venderlo en Suramérica. Al vizconde, mientras tanto, le faltó tiempo para delatar a la banda al inspector Victoriano Gutiérrez Lobo, conocido suyo desde hacía tres años. El trato incluía el traslado de la banda y Messía a México para preparar la venta, pero el vizconde exigía antes del viaje conocer el lugar donde estaba enterrado el botín. Ezequiel y Nani viajaron a México sin decírselo para forzar al aristócrata a que les acompañase. Sin embargo, Messía no fue y se rompió el trato. La policía ya sabía de la existencia de un botín oculto.Ezequiel y sus amigos regresaron a España en agosto de 1981. Tenían un botín del que no podían sacar provecho y se encontraban sin un duro. Venero les propuso una solución original y atrevida: atracar su propia joyería de Santander un día que el sabía que unos colegas de La Coruña depositarían en su local seis maletines de joyas. El 15 de septiembre efectuaron el atraco, pero Venero les falló. Un inspector de Santander, Antonio Caro, no se creyó un atraco tan fácil. Después de horas de interrogar a Venero, este se derrumbó. Cantó todo. Desde aquel día Federico Venero pasó a ser uno de los mejores confidentes de la policía. Venero delató a toda la banda, excepto a su amigo Ezequiel. El resto de la banda fue detenida.
Santiago Corella ingresó por tercera y última vez en la cárcel de Carabanchel. Era el mes de noviembre de 1981. Temía por las joyas enterradas. Necesitaba pagar la fianza para salir a la calle y recuperarlas. En su camino se puso un buen amigo, alquien que nunca trató de engañarle: Angel Manzano, quien se ofreció a vender una colección de relojes que había robado a principios de 1982 en un domicilio particular. En julio de 1983, Pardi y Manzano ya se encontraban en libertad. El Nani dice a Manzano, que se ponga en contacto con Pardi para vender los relojes. Pardi se los ofrece a Venero y este se traslada a Madrid. La entrevista fue realizada en la casa de Corella. Ese día el confidente Venero conoció el último reducto de Santiago Corella.
Pagada la fianza, El Nani abandonó Carabanchel el 25 de agosto de 1983. Se refugió en su casa. Pasó muchos días acostado en un sofá cama de una reducida habitación. El resto del tiempo lo empleó para idear un nuevo atraco con su nuevo amigo Manzano y lo que es peor Venero estaba al tanto.
El 31 de octubre, unos desconocidos atracaron la joyería Payber en Madrid. Corella no tenía nada que ver, pero Venero comentó a Caro que El Nani pensaba hacer un trabajo. Caro informó a Victoriano Gutiérrez. El 12 de noviembre, la policía detuvo a El Nani en su casa, acostado en el mismo sofá cama que en su juventud le sirvió para conocer el cuerpo de su mujer: Soledad Montero. Venero indicó a los policías el domicilio de Corella, quien trasladado a la Puerta del Sol fue interrogado por Victoriano Gutiérrez, que no había olvidado la delación de Messía: hay un botín oculto. Corella no cantó, pero su cuerpo, fatigado por varios años de consumo de caballo, estaba demasiado débil. Desde entonces no se ha sabido a ciencia cierta más de él.
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