_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Fronteras

Culturas fronterizas y discursos marginales es el tema del simposio que se está preparando aquí, en la San Diego State University (California), mientras escribo este artículo. Cuando se publique ya se habrán celebrado sus jornadas, organizadas en mesas redondas y nutridas de ponencias y debates. Sobre Las fronteras de Carmen he de decir, yo algo -y sí la de Merimée como personaje triplemente marginal (mujer, gitana y euskalduna) y habitante de lo que nuestro querido Bergamín llamó "fronteras infernales de la poesía". Aunque tanto o más que Carmen es interesante José, extranjero flotante y errático. Extrañado José. Modelo para armar un Dasein al estilo del existencialismo más convencional o camusiano. "Soldado, fronterizo" (Kierkegaard) y mil cosas se le ocurren a uno mirán dolo ahí, arrojado en España, lejano de su Euskal Herria y al margen de la ley después de haber conocido las fronteras de la transgresión. Lejano también, y no es lo menos grave, de su lengua. "Nuestra lengua, señor, es tan hermosa", le dice a don Próspero, "que cuando la escuchamos en tierra extraña [el subrayado es mío (A. S.)], nos hace estremecer". Desde luego, su relación con Carmen es casi metafísicamente imposible. Ríase usted de Calisto y Melibea, Romeo y Julieta u otros. El ser euskaldunes de ambos es apenas, en algún momento, un ensueño de comunicación. También la frontera entre ellos es infernal, digámoslo así. Cuando Carmen, al percibir su acento, le pregunta en euskera: "Compañero de mi corazón, ¿es usted del país?", José ya entra en el trance -casi en el éxtasis- que lo ha de llevar al asesinato y a la propia muerte en el patíbulo. También es de recordar que al final, ya al borde de su muerte, expresa su deseo de que lo confiese un sacerdote vasco. El euskera, ¿divinas palabras? Hace ya tiempo que le oí decir, con su extraordinaria gracia, al escritor vasco (del otro lado de la muga). Marc Legasse, el autor de aquellas preciosas Carabinas de Gastibeltsa, que el euskera es el opio del pueblo... vasco. Abertzale de pro y amante profundo de su pueblo, su humor apuntaba sin duda al hecho de que el uso de la lengua puede producir entre vascos de distintas ideologías esa especie de ensueño suspensivo de antagonismos y problemas que, sin embargo, no se han de resolver por el mero hecho de que los interlocutores sean euskaldunes, sin que por ello haya de reducirse en nada, claro está, la grave importancia del problema lingüístico y la verdad de que todos los esfuerzos serán pocos para que el proceso de reuskaldunización del país haga entrar en su lengua propia en vías de verdadera y efectiva recuperación.Especie de pasmo es lo que se produce en José cuando, al conocer a Carmen, habla en euskera con ella y le dice -en "tan hermosa lengua"- que él es de Elizondo, y Carmen, en la misma lengua, le responde que ella de Etxalar. Vascos, pues, ambos: del corazón -que otros navarros pretenden descorazonar- de Euskal Herria. Poco dura, sin embargo, el ensueño, y José llega a definir a Carmen por su condición de gitana de la siguiente manera: los gitanos .no pertenecen a país alguno", y como van de aquí para allá, "hablan todas las lenguas". No vamos, claro está, a contar ahora la novelita de Merimée, aunque en mi opinión es, ciertamente, tan citada como poco conocida.

Me refería, pues, a este simposio de San Diego y al tema de las fronteras y las marginaciones que en él se va a tratar. Es éste un sitio apropiado para ello, aunque el carácter fronterizo de esta ciudad de San Diego (originariamente San Diego de Alcalá) está un poco en entredicho si es cierto, como he leído en una revista del otro lado -aquí se emplea esa expresión, del otro lado, de la misma manera que en el País Vasco-, que posiblemente 'la mitad de los .adultos nacidos en San Diego no hayan estado nunca en Tijuana". "Gran parte de la población está casi completamente desvinculada de la relación fronteriza directa", leo en esa revista; "ésa es, quizá, la razón por la que San Diego no se considera fronteriza, y sólo se le atribuye ese carácter a San Ysidro y Chula Vista". Este artículo se titula 'Cruces fronterizos; su autor es Bernardo GonzálezAréchiga, y la revista, El Vaivén, Tijuana, marzo de 1987.

. Atribuyo a Carlos Fuentes, porque lo habré. leído u oído en alguna parte, la imagen de que esta frontera entre México y EE UU es, más que una frontera, "una cicatriz". En cierto sentido más podría definirse como una herida, y no me refiero tanto a que aquella primitiva herida de la separación de estos territorios no,se hubiera cerrado aún del todo como al hecho cotidiano de que es el escenario de numerosos conflictos y tragedias. Las víctimas son siempre los indocumentados: víctimas, para empezar, de unos miserables compatriotas (coyotes y polleros) que tienen montados sus negocios sobre el pase clandestino de la frontera. Cobran fuertes cantidades por ello y no pocas veces los abandonan de mala manera en este lado, donde la patrulla fronteriza (border patrol) procede a detenerlos y a ponerlos de nuevo de patitas en el México de sus amores, cuando no son sorprendidos en algún paraje por la citada patrulla y allí mismo fallecen en un tiroteo de esos tan particulares en los que sólo dispara, claro está, la policía, entre otras razones porque la parte contraria carece de arma alguna con que hacerlo. Casos lamentables se producen cada día, a veces tan estremecedores como el que se dio hace unas semanas en otro punto de esta frontera -no recuerdo si en la línea que separa Arizona de Sonora o Tejas de Chihuahua-: un grupo de mexicanos indocumentados apareció muerto por asfixia en el interior de un contenedor, en una estación de ferrocarril, ya de este lado. El pollero en cuestión seguramente les aseguró que de ese modo llegarían con toda seguridad y felizmente a su destino... También hace unos días, y esto fue aquí mismo, se ahogó un mexicano que trató de pasar desde Baja California a nado por el mar. El comentarista de la radio aludió amargamente a la condición de espalda mojada de este desdichado.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Pasado este trámite del cruce ¡legal de la frontera, y en el mejor de los casos, los indocumentados consiguen empleos con muy bajos salarios, sin contratos ni seguridad social alguna. (Por otra parte, he podido saber que trabajar sin seguridad social es cosa corriente en este

Pasa a la página siguiente

Viene de la página anterior

país, aun siendo anglo y perfectamente documentado, y aun realizando los trabajos en establecimientos o dependencias federales o estatales. Interesante dato, en mi opinión, para enjuiciar la situación real de los trabajadores norteamericanos.) "Tienen salarios bajísimos" le oí decir el otro día a un mexicano de Tijuana, "y viven en condiciones infrahumanas". Se trata de una pobreza invisible para nuestras miradas superficiales y que, sin embargo, se revela incluso a una mirada turística cuando se pasea por el centro de Los Ángeles o aquí, en San Diego: los down town exhiben la miseria de los homeless (sin hogar) y otros parias errabundos, que arrastran todas sus pertenencias en carritos distraídos a los supermercados.

En el caso concreto de los indocumentados se vive ahora bajo la promulgación de la ley Sympson-Rovino, que se empezó a aplicar, si no recuerdo mal, allá para abril o mayo del año pasado. Se trata de una gran operación para la legalización de quienes entraron ¡legalmente a este país hasta febrero de 1982 -y se presenta, en este sentidio, como una ley de amnistía- y que plantea grandes sanciones para los empresarios que a partir del próximo día 4 de mayo -aunque ya se habla de una posible ampliación de seis intieses- empleen a estas personas indocumentadas. Todavía hoy es, pues, posible acu dir a estas oficinas de amnistía y legalización. A partir de en tonces la cosa va a ser más dura todavía, porque los em presarios se van a encontrar en el trance de elegir entre su deseo de seguir empleando esta mano de obra barata y la amenaza de las sanciones que por hacerlo pueden recaer sobre ellos. Para los indocumentados, esta ley ha sido considerada desde sus principios como muy sospechosa: la forma de la amnistía era seguramente un modo de recubrir una magna operación de fichaje y reenvío de ¡legales a México. Efectivamente, muchísimos han sido ya reenviados desde que la operación se puso en marcha y, por otro lado, no dejaba de ser absurdo que personas que han vivido sin papeles -se caracterizan precisamente por eso- tuvieran, y aún tengan durante este plazo que acabará lo más tardar en noviembre, que presentar un montón de papeles para acreditar... su falta de papeles durante ese período. Así se les ha planteado la exigencia, para obtener la amnistía y la legalización, de presentar contratos de los trabajos que habían realizado, precisamente, sin firmar contratos: - en la ilegalidad de unas relaciones laborales impresentables.

¿Frontera-cicatriz? ¿Frontera-herida? Desde luego que yo no soy quién para analizar la significación y los efectos reales de esta ya famosa ley en este área, pero cualquiera puede observar que la situación seha puesto en los últimos tiempos más caliente. La muerte a tiros por la policía en San Ysidro de dos indocumentados mexicanos que presuntamente formaban parte de un grupo de atracadores (me dicen que, al parecer, llevaban unas pistolas de juguete y que ello hizo que los policías se sintieran en peligro) ha encrespado mucho los ánimos, y es reciente una declaración del jefe de la patrulla fronteriza que ha dicho que la policía, en cuanto se sienta amenazada, va a disparar. "Esto puede traer muy graves consecuencias", ha dicho un comentarista, "en cuanto haya varios muertos", y hasta se ha traído a colación a Líbano, anunciando que esta frontera puede ver muy agravada su situación. Hace un par de años la policía disparó desde este lado contra un grupo de jóvenes que, al parecer, le estaba arrojando piedras. Cayó herido en la espalda un mexicano que estaba, desde luego, en México y que, al parecer, no formaba parte del grupo que arrojabaaquellas piedras. Incidentes tan o menos graves pueden darse si prospera la filosofia de este jefe policiaco. En la comunidad méxico-americana de este lado se vive ahora con mucha inquietud esta situación. Téngase en cuenta, para entender la magnitud de estos problemas, que en Chula Vista alcanza a un 45% la población hispana, y que es un 35% si se considera el conjunto de lo que se Rama el Distrito 44, el cual abarca el sur de San Diego, Chula Vista y San Ysidro.

Veremos qué da de sí -como ahora suele decirseeste simposio universitario en San Diego. Hablará uno, como he dicho al principio, del infortunado personaje José Lizarrabengoa y de su novia, no menos infortunada, Carmen. Aquella muga -aquella herida- será la frontera más particular de nuestra preocupación. Pero, sobre todo, creo que ha de ser para mí un momento de escuchar lo que aquí se diga, y por las gentes de aquí, sobre estas heridas, cicatrices o llagas que tantas veces son las fronteras.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_