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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Horror a la 'mili'

Estoy asustado, señor director. Estoy asustado. Y a usted se lo quiero contar: mi miedo es la incertidumbre, el no saber qué va a pasar. Verá usted: compro un periódico. Cualquiera. Busco en ofertas de empleo una posible oportunidad y encuentro siempre un obstáculo: el requisito esencial de servicio militar cumplido. Y ello dista mucho de ser mi caso.Estoy terminando derecho. Y están terminando mis prórrogas de segunda clase. Dentro de poco tiempo no tendré con qué justificar mi miedo. Seré obligado a ir al Ejército. Y no quiero ir. Como español, debo hacerlo. Así lo dice mi Constitución. Pero como hombre libre quisiera tener libertad de elección. No puedo tener el consuelo de la objeción de conciencia, pues mi conciencia me dice que atentaría contra mi igualdad, pese a lo que digan los más altos tribunales. Ni me puedo aútolesionar para no ir, pues ni soy tonto ni quiero incurrir en un ilícito penal.

Pero sí puedo pensar. Y pienso que un servicio sustitutorio durante el mismo período de tiempo no genera desigualdad. Pues una labor social, cívica y humanitaria siempre será para mí más honorable que una labor militar. Pienso que el honor mil¡tar debe ser para quien desee ser militar. Y pienso que no mancilla al honor militar elegir tener honor civil.

Hubo un tiempo en que era maravilloso luchar y morir por la madre patria. Lo quiera o no, mi madre patria es España. Y yo sé que las madres son buenas, y que no desean la muerte de sus hijos ni siquiera por ellas. Ha llegado el momento en que los héroes no son los que mueren, sino los que logran vivir día a día en paz para sí y para los suyos. Yo desprecio las novatadas, el no poder opinar, el obedecer sin pensar y el aguantar sin poder replicar. Yo quiero servir a mi patria, pero desde mí verdadero puesto. El que sea, cuando termine derecho. Y vivir siempre al pie del cañón. Pero, eso sí, de un cañón que esté fuera de un recinto de acuartelamiento. Y morir tranquilo cuando llegue mi hora, sin mediar error humano o el fallo de un fusil.-

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Salamanca.

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