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Festejando a T. S Eliot

Cuán rápidamente, al parecer, se deslizan hacia el pasado nuestros modernistas. Hemos celebrado los centenarios de James Joyce, Igor Stravinski y D. H. Lawrence, y aunque afirmemos que estos artistas son ya clásicos, esto no mitiga la hostilidad de los reaccionarios. Hay gente por ahí que cuando oye Le sacre du printemps se estremece y declara que no puede aguantar esas cosas modernas. Y esto pese a que esa obra revolucionaria es de 1913. El Ulises y The waste land producen los mismos estremecimientos, aunque son de. 1922. Pero cuando un modernista alcanza su centenario debía tener derecho a ser aceptado por los ortodoxos. Deben igualmente acabar la disputa sobre sus méritos y la reacción contraria a sus innovaciones. Si continúan chocándonos es tan sólo en el sentido en que nos chocan Shakespeare, Dante y Cervantes, como todo gran arte, por antiguo que sea, choca. El choque proviene de la exquisitamente exacta enunciación de verdades eternas que no nos place oír.Pero los choques del modernismo fueron, y en cierta manera lo siguen siendo, más sísmicos que los que provienen del arte tradicional. Es incluso algo anormal hablar de modernismo como algo del pasado y aceptar que estamos viviendo en la época del posmodernismo, pero es todavía más anormal pensar que el futurismo de Marinetti huela a lavanda inglesa o a bolas de alcanfor. Nos enfrentamos con un problema de terminología que niega la capacidad del idioma para expresar el tiempo. Es absurdo que modernista deba ser un término histórico, pero -es claro que la explosiva confrontación de una bien determinada novedad artística y una tradición caduca no ha ocurrido más que una sola vez en la historia de la literatura. Este sentido de que había algo totalmente nuevo, totalmente moderno - apareció tan sólo en un momento dado, y esta modernidad sigue unida a un período actualmente remoto en la historia.

Trato de rendir un homenaje a Thomas Stearns Eliot con motivo de su centenario; de modo que es mejor que me limite a la explosión en la poesía que él ayudó a provocar. Esta explosión asombró al mundo literario de Londres en el momento en que debía haber estado más -aunque de hecho estaba menos- preparado para ello. La gran guerra de 1914 a 1918 estaba en su tercer año, y el mundo ya había cambiado cuando Ezra Pound publicó su Hornmage to Sextus Propertius, y T. S. Eliot, su Prufrock and other observations, pero la poesía inglesa estaba estancada en el barro de una tradición de buen tono. Incluso los jóvenes poetas de la guerra, que se enfrentaban con las «experiencias más devastadoras que hasta entonces había conocido el hombre, podían expresar sus propias explosiones psíquicas en el lenguaje de la cortesía burguesa. El poeta favorito de todo el mundo en aquel momento era Rupert Brooke, muerto en los Dardanelos, que escribió sonetos patrióticos de una desconcertante ambiguedad. La atmósfera de la vida confortable del rentista, con té en el césped del cottage del fin de semana, se adhería a la poesía de aquel tiempo. Pound y Eliot, ambos americanos, intentaron aplastar esta tradición inglesa.

Eliot nació en Saint Louis en 1888, pero su familia era deNueva Inglaterra. Fue atraído hacia Europa, como anteriormente su compatriota Henry James, por la nostalgía de una civilización más rica y compleja de la que le podía proporcionar América. América estaba obsesionada por los valores materiales, y en asuntos de arte era, como todas las sociedades revolucionarias, desesperantemente anticuada.

El modernismo no hubiera podido nacer en un país preocupado por la conservación de riquezas o de ideas, y tenía que ser considerado esencialmente un movimiento europeo. El importante contemporáneo americano de Eliot, Williani Carlos Williams, el doptor-poeta, decía claramente que el modernismo era "no americano". Y era cierto. Era un fenómeno cisatlántico alimentado por un sentimiento de decadencia, pesimismo, total desencanto con la idea de progreso y reconocimiento del hombre como una criatura imperfecta. Esto era nuevo para la Inglaterra de 1917, pero no lo era para Europa.

Se ha señalado con excesiva frecuencia que Eliot debía su capacidad para innovar a los poetas de la Europa continental. S citan nombres como Jules Laforgue, Tristan Corbiére, Mallarmé y, detrás de todos ellos, Baudelaire. Con la misma razón hay que citar el nombre de Guido Gozzano. La calidad de Gozzano es eliótica, en. el sentido de que es coloquial, escéptica nostálgica. Nos transmite una imagen del poeta como una criatura menos vate profético que ,dividida, insegura de sí ciertamente en exceso humana impertecta. La imagen es más importante que el pensamiento. El imaginismo es, por cierto, uno de los movimientos dentro del modernismo. Ezra Pound fue el primero que empleó el término. La emoción había de transmitirse no por la afirmación directa sino por alguna imagen fisil que sena equivalente de la emoción; por emplear la expresión de Eliot, su correlativo objetivo. Era una reacción contra la vacía retórica, los grandes pensamientos y los prejuicios.

En el poema de Eliot The love song of J. Alfred Prufrock, el argumento es expresado en una serie de imágenes. Empieza: "Vamos pues, tú y yo / cuando la tarde está extendida contra el cielo como un paciente anestesiado en una mesa...".

Esto era muy chocante para los conservadores. Había rima en él, lo que es bastante tradicional; pero, conforme avanza el poema, vemos que no tiene una forma determinada y que sus líneas son variables y de longitud arbitraria: "Vámonos por calles medio desiertas, / las retiradas con murmullos / de noches inquietas/ en hoteles baratos por una sola noche / y restaurantes con serrín y conchas de ostras...".

En otras palabras, estamos en el mundo del verso libre. Pero son sus imágenes las que son chocantes: no son imágenes aceptables para la tradición poética. No provienen de la naturaleza, sino de la experiencia urbana, y de la experiencia urbana más sórdida o espantosa. Era poco correcto, por parte de Eliot, presentar hotêls de passe y restaurantes sucios: era indecente que invocara el terror del quiráfano. Lo que es sórdido también es ligera mente humorístico, y el humo no encuentra su lugar en la tradición. Incluso el magnífico Don Juan de Byron no podía ser calificado de verdadera poesía, porque hace sonreír al lector. La poesía era un asunto desesperantemente serio, y ahí estaba Eliot, que, al parecer, era jocoso.

Pero el poema es bastante serio, bastante más que los sonetos de guerra de Rupert Brooke. Es el monólogo de un hombre que suponemos más bien como Eliot y no diferente de Guido Gozzano. Como ningún movimiento artístico puede nunca ser completamente original, y las tentativas de ordenar la historia del arte en elegantes comportamientos están siempre abocadas al fracaso, no hemos de sorprendernos al encontrar este tipo de personaje que monologa un poco antes en la poesía inglesa. Ahí está el largo poema de Arthur Hugh Clough Amours de voyage, escrito en 1849, con su epígrafe "íl doutait de tout, méme de l'amour" ("dudaba de todo, incluso del amor"), que serviría también en el poema de Eliot Prufrock Clough presenta el monólogo de un joven inglés que está en Roma en el momento de la revolución de 1848 y no puede decidirse por nada, ni por la propia Roma, ni por la joven que le interesa o por la política revolucionaria. De la propia ciudad dice: "Roma me decepciona mucho; yo apenas / si llego a entenderla, pero / pacotilla me parece la palabra que / mejor le va".

De la acción política dice, pensativamente: "No me gusta que me emocione, porque me excita la voluntad; / y, la acción en algo muy peligroso; tiemblo por algo ficticio. / Alguna negligencia del corazón y / un proceso ¡legítimo. / Somos tan propensos a todas estas cosas / con nuestras terribles ideas del deber".

Ahí está el toque modernista, 68 años antes del Prufrock, de Eliot, pero J. Alfred Prufrock es el retrato, totalmente revelado, de lo que podemos llamar el hombre modernista: culto, tímido, inseguro de su sexualidad, hipersensible, un fracaso como ser humano totalmente integrado (como lo somos todos), sincero e incluso indiscreto. No le gusta la edad moderna y eso le hace modernista en vez de moderno. Parece que tenemos que aceptar que el modernismo está basado en el rechazo de la modernidad. Diré más de esto en un futuro artículo.

Traducción: Javier Mateos.

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