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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El fin del diálogo

LA NEGOCIACIÓN entre ETA y el Gobierno parecía el método de acelerar y hacer menos cruento el proceso de pacificación vasco. Hubiera permitido además abrir paso a una reconciliación interna de la sociedad de Euskadi, condición para su recuperación económica, política y moral. Tras los golpes policiales del segundo semestre del año pasado, a ambos lados de la frontera, pareció que en el mundo del radicalismo abertzale se abría paso el convencimiento de que el momento de esa negociación había llegado. Así lo dijeron claramente los mismos intérpretes del pensamiento de ETA que ahora, tras el violento portazo a la esperanza que supone la reanudación de la escalada de la muerte, callan o dicen tonterías con fingida euforia. La experiencia indica que las condiciones no han madurado todavía: ETA no ha interiorizado su derrota política hasta el punto de convencerse de que la salida que se le ofrece es la única posible. La perspectiva de la negociación se cierra, y sólo cambios en la situación interna de ETA -los derivados, por ejemplo, de la eventual detención de la dirección clandestina en Francia- podrían abrirla en el futuro.Cuanto más tiempo tarde ETA en llegar al convencimiento de que el cese de los atentados es condición imprescindible para negociar una salida personal para los presos y demás activistas, menor será su campo de maniobra en esa negociación. Hace un par de meses, la perspectiva de ampliar, por vías. indirectas, las posibilidades de reinserción social de los efectivos de ETA encarcelados era bastante elevada. Hoy es mucho menor, sin que ello dependa únicamente de la voluntad del Gobierno. Si ETA no hubiera perdido todo contacto con la realidad, sabría que ningún Gobierno puede estar interesado en asumir los costes políticos de una negociación cuando reiteradamente es puesto entre la espada y la pared mediante la reanudación de los atentados. La derecha, cuya asociación pasiva a la iniciativa de Argel era condición necesaria para la viabilidad de la negociación, ya ha dicho que el Gobierno debe cambiar de estrategia, y que la única vía que queda abierta es la del "aplastamiento de la banda terrorista". Y los dirigentes nacionalistas vascos, con Arzalluz a la cabeza, han reconocido que la esperanza de una salida no cruenta, negociada, se ha vuelto a difuminar.

La paz sólo puede ser la consecuencia de la desaparición de ETA. A ello se puede llegar por la vía lenta del "aplastamiento policial" o por la menos cruenta de la negociación previa a la total destrucción del aparato terrorista. La negociación no es propiamente, por tanto, un medio para liquidar a ETA, sino un método para acelerar el proceso pacificador y hacerlo menos costoso en vidas y sufrimientos. Sólo que sin un aumento de la presión policial no parece posible que los terroristas se avengan a transitar por esa vía.

La lógica militarista de ETA hace poco probable que esa organización sea capaz de comprender por sí misma que negociación y atentados son términos contradictorios. Que el mismo día que Felipe González se entrevista con Mitterrand en Doñana y que los simpatizantes de HB se concentran en Mondragón, en tomo al recuerdo de Txomin Iturbe, para pedir una negociación sea elegido por los terroristas para asesinar a un guardia en Durango indica que esa lógica militarista ha acabado con cualquier atisbo de inteligencia o racionalidad en el grupo que hoy dirige la organización. Por ello, la responsabilidad de Herrí Batasuna es mayor si cabe que en el pasado. A sus dirigentes corresponde decir lo que saben pero callan: que no es cierto que el proceso negociador sea "irreversible", ni que los atentados y la negociación sean hechos "que nada tienen que ver entre sí", ni que el pueblo vasco apoye mayoritariamente el lenguaje de la muerte, ni que ETA esté "más fuerte que nunca", ni que por la vía de los secuestros y asesinatos sea posible "ganar la paz". Así lo único que se gana es más dolor, más muerte, más cárcel, más desesperación.

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