_
_
_
_

El misterio religioso de Miterrand

El escritor y periodista Jean Daniel descubre las raíces cristianas del presidente

Lluís Bassets

En Francia hay un misterio llamado François Mitterrand. Se expresa en las múltiples contradicciones de su largo recorrido político y en los locos amores y odios sarracenos que puede suscitar el hombre que inventó el socialismo a la francesa y que aparece ahora como padre y encarnación de la patria. Jean Daniel, escritor y periodista, director de Le Nouvel Observateur, seguidor de Pierre Mendés-France y de Michel Rocard, ha intentado penetrar en este misterio y ha descubierto que su explicación es religiosa.

Más información
Un 'plan Shultz' fracasado

En los mismos días en que el presidente de la República construye un libro sobre Dios a través de unas conversaciones con el escritor judío Elie Wiesel, premio Nobel de la Paz, que son cuidadosamente grabadas y transcritas; en el momento en que se extiende el culto casi religioso al presidente socialista, conocido ya como mitterrandolatría o tontonmanía (del apelativo familiar tonton, equivalente a tío); en este preciso momento, a pocas semanas de la elección presidencial, Daniel ha publicado Las religiones de un presidente, un libro de reflexiones políticas que quiere desentrañar el misterio religioso de Mitterrand y que se ha convertido en lectura obligada para los seguidores más finos de la campaña electoral. Su autor contó a EL PAÍS las principales conclusiones sobre esta zambullida en busca de las raíces cristianas del presidente de la República."Mi libro", asegura Jean Daniel, "se ocupa de los dos temas fuertes de Mitterrand, que son el lugar de Francia en el mundo y su aversión al poder del dinero, un sentimiento perteneciente a la tradición cristiana que está en los orígenes de las nacionalizaciones. No es que Mitterrand se sienta cristiano y vaya a misa. Pero es heredero de una tradición religiosa y cultural. La fidelidad a esta tradición es lo que le hace más difícil renunciar a las nacionalizaciones".

Daniel es uno de los pocos periodistas franceses que no se han mostrado comprensivos con los excesos de los Gobiernos socialistas en política exterior, especialmente en el escándalo del sabotaje del buque ecologista Rainbow Warrior. "Sobre el Rainbow Warrior y la venta de armas a Irán yo no hago exactamente un proceso al mitterrandismo, sino al poder de los tecnócratas, que supera al poder del dinero".

El socialismo de Mitterrand tiene, según Daniel, unas raíces profundamente francesas y cristianas. "Mitterrand no es contrario al dinero, sino al poder excesivo del dinero o al poder del dinero sin controles. Es partidario de la economía mixta. Una vez ha nacionalizado algunas empresas, par a garantizar el control, lo permite todo. Su posición es parecida a la del calvinismo, el puritanismo o el jansenismo, que moralizan el mercado y convierten a los hombres de dinero en ascetas del capitalismo.

Mitterrand no quiere que el poder del dinero se sobreponga al poder del Estado. Diferencia entre el capital especulativo y el capital inversor, creador de riqueza. Su origen está en el mito de la tierra productiva o del trabajo del artesanado frente a quienes hacen dinero especulando. Es una tradición cristiana, latina y mediterránea que no es estrictamente anticapitalista. La estrategia de ruptura con el capitalismo la abandonó al cabo de un año de llegar al poder".

Aversión al dinero

La aversión al dinero, sentimiento clásico de un cierto anticapitalismo antisemita, convive en Mitterrand con otra circunstancia misteriosa, que es su simpatía indeclinable por el Estado de Israel. "Su posición sobre Israel corresponde a una tradición cristiana, la de quienes creen que Antiguo y Nuevo Testamento no están en contradicción, como creía o cree el integrismo católico. En la mayor catedral de Francia, en Chartres, tal como ha señalado André Malraux, los apóstoles aparecen subidos a las espaldas de los profetas y hay inscripciones hebraicas. Ésta es la corriente del cristianismo de Charles Peguy o de Uon Bloy. 0 la del cardenal de París, JeanMarie Lustiger, que dice: si soy antijudío, soy anticristiano. El antisemitismo y el antiprotestantismo franceses pertenecen a la otra corriente, la de la extrema derecha".Daniel reconoce en Mitterrand los valores que han caracterizado tradicionalmente a la derecha: "El amor vivido y proclamado por la tierra natal", "el sentido de la familia, el culto a los muertos, el instinto de la tierra y la fascinación por la historia", todos ellos elementos suficientes para producir algún tipo de exclusivismo nacional. Pero Mitterrand es un europeísta convencido y activo, uno de los más activos quizá. "Respecto al europeísmo, hay que comprender cómo cambia todo el país en los últimos años. Churchill decía que entre Europa y el gran océano elegía el gran océano. En Francia se pensaba lo mismo. Pero cuando no hay imperio hay que pensar en Europa. La segunda etapa llega con De Gaulle, que se identifica con 30 años de prosperidad que no volveremos a conocer nunca más. Se perdieron las colonias, pero éramos una potencia económica y teníamos una estrategia nuclear. Ahora, en la tercera etapa, sin imperio y sin crecimiento económico, sólo con una estrategia nuclear que es muy costosa, y con conciencia de decadencia, no podemos seguir pensando en el gran océano. Tenemos un vecino, la RFA, que es nuestro principal cliente y aprovisionador, pero a la vez quien manda sobre nuestra moneda. Europa empieza a existir, cuando se puede hablar del eje París-Bonn y de una estrategia de defensa común. Éste es el camino que ha realizado Mitterrand que, aunque piensa en una Europa latina, se ve obligado a jugar al eje alemán por necesidad. De ahí su interés por España".

"Mitterrand volverá a presentarse para evitar que el paso de la izquierda por el poder parezca un puro paréntesis en el dominio secular de la derecha", dice Daniel. "Su obsesión antes de 1981 era conseguir la alternancia política. Que la izquierda pudiera acceder con normalidad al poder. Ahora, para coronar esta obra, necesita desmentir la teoría de la derecha, que quiere ver su septenato como un episodio anormal en el dominio histórico del dinero y de las influencias".

Las reflexiones de Daniel suscitarán el escepticismo de los enemigos más encarnizados de Mitterrand. Pero también la ironía de observadores más templados.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_