Regístreme, por favor
PROVISTOS DE las fotos de tres terroristas y de una carta de cortesía, 500 policías nacionales, 300 de ellos uniformados, con el apoyo visible de los geo, peinaron ayer la localidad madrileña de Alcorcón en busca de los captores del industrial Emiliano Revilla, secuestrado por ETA hace poco más de dos semanas. El registro recuerda el que sufrió hace cuatro años el máscéntrico barrio del Pilar, en el que los policías buscaron a otro secuestrado, Diego Prado y Colón de Carvajal. Aparentemente, el peinado de Alcorcón ha sido efectuado porque algunos indicios aportados por la vecindad han hecho que la policía encaminara sus investigaciones hacia esa zona.Con respecto al histórico peinado del barrio del Pilar, la operación Parque desarrollada ayer en Alcorcón presenta diferencias sustanciales, entre las cuales, la ausencia del caos urbano que en la otra ocasión causó la afanosa e insólita búsqueda del rehén de los terroristas. Junto con esa diferencia esencial, que el ciudadano debe agradecer, el Ministerio del Interior nos ha querido regalar con otra, la famosa carta de cortesía, en virtud de la cual a los habitantes de la localidad se les daba a conocer el alcance constitucional de sus derechos. En la carta, la policía, haciendo una astuta sustitución del juez, explicaba a los ciudadanos que se les ofrecía la posibilidad de negarse a permitir el registro de sus domicilios, que son inviolables, pero se les rogaba que franquearan sus puertas a los agentes de la autoridad. En cualquier Estado de derecho resulta insólito el registro indiscriminado de los domicilios, aunque éste se haga con todos los requisitos que marca la ley. Que ese registro se pretenda, además, sin el consentimiento o la orden expresa del juez mediante el truco de la cartita, entra de lleno en el mundo de la coacción.
La medida es probablemente legal, pero dudosamente moral. Sobre todo, y además, es renovadamente inútil. Los adjetivos lo son también a la hora de calificar la gestión del Ministerio del Interior y de la delegada del Gobierno en Madrid, dedicados últimamente a armar ellos solos más follones callejeros que los que logran malamente arreglar.
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