La fórmula funcionó
Anteayer se celebró en EE UU el supermartes, la gran primaria en la que 20 Estados eligieron a aproximadamente un tercio de los delegados republicanos (803) y demócratas (1307) que el próximo verano acudirán alas respectivas convenciones nacionales para designar a los candidatos de uno y otro partido a la presidencia.Se trataba de averiguar si una primaria regional como la del supermartes serviría para consagrar a un candidato (lo que ha ocurrido con los republicanos), o al menos para descolgar a los marginales (como ha sido el caso de los demócratas). También se quería reducir la exagerada importancia atribuida a las primeras escaramuzas electorales, ocurridas a principios de febrero en los pequeños Estados de Iowa y New Hampshire. Ambas han tenido siempre la atracción cosmética y algo estereotipada de un muestreo de opinión reducido. Antea, er se trataba de comprobar si podía darse mentís a la leyenda de que desde 1952 ningún candidato ha llegado a la Casa Blanca sin ganar antes en Io-ara (Estado en el que apenas se dirime el 1%, de los delegados). Después del supermartes, no parece que el demócrata Gephardt o el republicano Dole, los dos ganadores en Iowa, sean los mejor colocados en la carrera por la presidencia.
Este dato es el que influirá en otros bloques regionales de Estados a la hora de establecer nuevos superdías, nuevas superprimarias, en sucesivas campañas presidenciales. La fórmula de la primaria regional está resultando bastante más expeditiva que el tradicional goteo de caumses y primarias Estado a Estado, tan costoso y poco decisivo a la hora de dirimir opciones políticas.
Es interesante destacar, además, que la campaña del supermartes ha introducido una innovación adicional: instalando una antena parabólica en su autobús, cada candidato, por el módico precio de la conexión a un satélite, ha podido ahorrarse millones de dólares en publicidad, concediendo desde un solo punto entrevistas exclusivas a decenas de estaciones de televisión local. Se han librado así de infles de kilómetros, docenas de comparecencias públicas, centenares de cafés.
No parece, por otra parte, que el supermartes, irrupción masiva de un bloque de Estados del Sur en el proceso electoral, haya servido, como se quiso inicialmente, para contrarrestar el excesivo liberalismo del Norte. Francamente, a la vista de los resultados, la especulación es irrelevante. La superprimaria del 8 de marzo ha servido, más bien, para acelerar la tendencia positiva o negativa que habían ido cobrando los candidatos a lo largo de la campaña. Y para poner de relieve la tremenda importancia del voto de color y del de los hispanos; ambas minorías, aun cuando siguen estando lejos de alcanzar la integración plena en la estructura social americana, han dejado de ser meras espectadoras del proceso electoral. La fuerza que Jesse Jackson ha adquirido como candidato negro en el Sur y como opción de izquierda en todo el país, o el hecho de que Dukakis haga discursos en español o George Bush se presente en Tejas con su nieto hispano en brazos, lo demuestran cumplidamente.
En el campo republicano, el vicepresidente Bush parece ¡niparable. Ha vencido tan aplastantemente (ya tiene 774 delegados para la convención nacional de Nueva Orleans y Dote sólo 252) que es dificil no considerarle ya candidato a la presidencia.
Entre los demócratas, se diría que el gobernador Dukakis ha superado en el Sur el obstáculo de ser un elitista del Norte, pero Jackson y Gore todavía son contendientes fuertes (los 1.000 delegados ya elegidos para la convención nacional de Atlanta se distribuyen prácticamente a partes iguales entre los tres). El propósito demócrata de que tras el supermartes quedara un solo candidato en la liza no se ha hecho realidad. Si el empate siguiera, por tanto, no sería extraño que los barones del partido decidieran visitar al gobernador Cuorno de Nueva York para forzarle a presentar su candidatura, aun en contra de su voluntad. Todo depende de los resultados que obtenga en las subsiguientes primarias el otro gobernador norteño, inmigrante mediterráneo y liberal, Dukakis.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.