Jesse Jackson, más allá del voto negro
El reverendo será el árbitro de la designación del candidato demócrata a la presidencia de EE UU
"Amén", "tienes razón, Jesse", responde rítmicamente su público arco iris, coalición de desheredados -no sólo negros-, en sus mítines, que tienen algo de sermón dominical. Una banda empalma blues mientras el reverendo baptista Jesse Jackson, trajeado como un pincel, explica a una parroquia entregada que se trata de "fabricar una colcha con diferentes pedazos": los obreros urbanos, los granjeros quebrados, los ecologistas, los pacifistas, los gay, los enfermos de SIDA. No habla de razas. Sí afirma -un recuerdo a Salvador Allende en la América de Reagan- que esta amalgama "unida jamás será vencida".
ENVIADO ESPECIALY viene después el plato de la colecta. Una anciana negra, que sólo hace 40 años no podía votar, saca el sobre de su pensión y separa 25 dólares para Jesse. El candidato pide bíblicamente que 'los niños se acerquen a mí", y varios infantes, bebés incluso, rubios son empujados al escenario y son pasto demagógico de las cámaras de televisión.Jackson, antes de irse, grita tres veces, en un acto final de sugestión colectiva: "¿Qué ocurre el 8 de marzo?". "El supermartes", responde la audiencia. ¿Y qué vais a hacer?". "Votar". "¿Y a quién vais a votar?". "A Jesse Jackson". Si se cumplen los pronósticos, este hombre puede ser el martes el triunfador demócrata en el Sur. Y dejar irresuelto el problema de liderazgo de su partido.
Jackson, en su segundo intento por lograr la presidencia, trata de superar el color de su piel y llegar al votante blanco. Y lo está consiguiendo én gran parte. En cuatro Estados del norte y el medio oeste -Iowa, New Hampshire, Maine y Minnesota- ha logrado ya entre un 8% y un 28% de los sufragios de la raza mayoritaria. Hace 20 años la batalla era la desigualdad racial, ahora es la injusticia económica, explica este predicador baptista, que no será presidente, pero que puede llegar a la convención demócrata -en julio, en Atlanta- con suficiente número de delegados para decidir el nombre del candidato de su partido.
Ningún Dukakis podrá ganar en noviembre sin los votos negros de Jackson. Pero, al mismo tiempo, este polémico político que rechazó un contrato de 6.000 dólares mensuales para convertirse en jugador profesional de béisbol, prefiriendo el seminario teológico de Chicago, podría arruinar las posibilidades de su partido si le fuerza a adoptar un programa excesivamente liberal. A diferencia de 1984, esta vez todos, incluido Wall Street, se toman en serio la candidatura de este hombre de 46 años, hijo ilegítimo de una adolescente soltera.
"Esto ya no es una cruzada, sino una verdadera campaña", comentan los expertos ante la transformación de este predicador en un político, si no convencional, sí eficaz.
Jackson, que está logrando que más negros que nunca, y también hispanos, se registren y vayan a votar, ha pasado a ser respetable. Pero no es viable y es inelegible como el 41º presidente de Estados Unidos.
La sombra de Luther King
El apóstol de los negros Martin Luther King, de quien Jackson se convirtió en su sombra y pretendió ser su heredero, se quejaba de que Jesse tenía un ego excesivo al que se une "un desorbitado apetito por llar la atención".
Sólo así puede explicarse el episodio más polémico de la vida de este político. El 4 de abril de 1968 Martin Luther King, MLK, caía asesinado en un motel de Menphis (Tennessee). Jesse aparece en la televisión con un jersei de cuello alto manchado de sangre, afirmando que es la sangre de MLK y que éste murió en sus brazos. Se ha demostrado que es falso. Fue un invento publicitario de Jesse, que sí estaba en el motel ese día, pero no recogió al moribundo King.
Jesse Jackson, sociólogo por el Tecnológico de North Carolina antes que cura, propugna un movimiento popular contra la "violencia económica" similar al movimiento de los derechos civiles de los años sesenta. Quiere subir el salario mínimo hora -actualmente 3,65 dólares- a cinco dólares. Difunde un mensaje de nacionalismo económico no proteccionista.
Propugna exprimir fiscalmente a los ricos e incrementar la presión fiscal sobre las empresas. Promete doblar el presupuesto de educación y seguridad social para todos los norteamericanos. Para ello reduciría drásticamente el gasto militar.
Su política exterior es lo que le convierte en un extremista a los ojos de la América profunda. Es el único candidato que pide una patria para los palestinos. Abraza a Fidel Castro, con quien restauraría inmediatamente relaciones diplomáticas plenas.
En los temas sociales, por el contrario, su discurso es conservador. Condena el sexo sin amor y, recordando su propia historia, está obsesionado por el alto nivel de embarazos de las adolescentes negras.
Su moralina de clérigo no le impide ser un reconocido mujeriego. Entre sus amantes se citan a las cantantes negras Roberta Flack y Aretha Franklin.
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