Penumbras y murmullos
En la penumbra, unos seres que se adivinan como deformes y extraños, quizá salidos de dibujos de Topor, musitan palabras ininteligibles. Apenas se les ve, nunca se les tiene que entender. La acción es lenta y sin sentido directo, en escenas sucesivas. En muchos espectáculos hay un momento de desesperación en el que se comprende que todo va a seguir siendo así hasta el final, que no va a haber ningún desarrollo en la acción, que lo que pasa es irreversible.En el Mystère Bouffe, de François Tanguy, -espectáculo presentado en la programación del Festival de Teatro de Madrid -esta terrible revelación llega pronto. Siempre queda el recurso de ir buscando algunas fuerzas positivas, o algo que identificar, para matar un tiempo que se va haciendo inmortal.
Mystère Bouffe
Creación colectiva. Compañía del Théâtre du Radeau, de Le Mans, Francia. Iluminación de Clément Chicoisne. Escenografía y dirección: François Tanguy. VIII Festival de Teatro de Madrid. Sala Olimpia. Madrid, 4 de marzo.
Por ejemplo, el recuerdo de alguno de los hallazgos antiguos del surrealismo que van apareciendo; o el vuelo imaginativo hacia una franja sombría de la Europa del Noroeste, donde apareció, también hace tiempo, esta plástica oscura: tierras de vientos y llanuras, de carbón, de noches interminables, algo de cuya escuela aún perdura como una influencia en un estilo de tiras dibujadas, en el comic.
El escenario recortado dentro del escenario, cerrado o ampliado a lo largo o a lo ancho, recuerda aquellas viñetas. Hay unos buenos, quizá muy buenos, actores detrás de todo esto: en lo que se entrevé, hay movimientos ligeros, ágiles, perfectos. Y en lo que se oye, un par de canciones bien afinadas.
Vergüenza
En el patio de butacas, algunas personas, veloces y agachadas, arrastrando las gruesas prendas de abrigo de una noche helada, huyen hacia la salida. Con vergüenza: con la cultura hay que tener mucho cuidado de no aparecer como ignorante o insensible ante lo que puede ser una obra de arte de primera categoría. Pasará luego, al final, a la hora de los aplausos: son mucho más largos y más vehementes que las señales de protesta muy aisladas, como es muchísimo mayor el público que resiste que el que se ha ido marchando.Hay un reconocimiento de la obra bien hecha, de la consecuención de lo imaginado: las reminiscencias efectivamente culturales que se trasladan al teatro están conseguidas sin duda con arreglo al propósito imaginado. Quizá se pudiese apreciar mejor todo ello si se viera un poco más del escenario y los personajes. ¿O no?
Tal vez el misterio del Mystère está en su adivinación. Tal vez tuviera mejor resultado si se exhibiera en una sala pequeña, íntima, donde tuviera otras proporciones. O no...
Babelia
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