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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Foto de familia

LA 'CUMBRE' de jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN que concluyó ayer había sido convocada con la solemnidad de los grandes acontecimientos. De hecho, los máximos responsables políticos de los países de la Alianza se han reunido en contadas ocasiones y la última vez que lo hicieron fue hace ya seis años. Tan magna reunión debía estar justificada, pues, por la importancia de los objetivos propuestos, así como por los resultados que se esperaba obtener. Pero si puede decirse que eso era cierto en cuanto a lo primero, desde luego no lo ha sido en lo segundo.El principal objetivo de la cumbre consistía en discutir las diferencias surgidas- sobre el futuro de la defensa de Europa después de las reticencias suscitadas en algunos aliados por el acuerdo sobre misiles de alcance intermedio que firmaron las dos superpotencias a finales del pasado año en Washington. Otro, el reafizar una operación de maquillaje político, claramente patrocinada por Estados Unidos, para proyectar hacia el exterior la imagen de una unión sin fisuras en el seno de la organización atlántica en vísperas de una nueva cumbre soviético-norteamericana. Al final, la falta de acuerdos concretos sobre las diferencias ha convertido la asamblea en poco más que una -reunión para la foto de familia.

Los gobernantes atlánticos han evitado, por medio de un pacto de caballeros fraguado entre Reagan y, Kohl, sacar a relucir sus diferencias sobre los misiles nucleares de corto alcance, instalados sobre todo en territorio alemán. Para evitar problemas a Kohl, cuando se acercan elecciones regionales en Alemania Occidental, se ha evitado hablar de la modernización de dichos misiles -a la que se opone mayoritariamente la opinión pública alemana- y se ha preferido la expresión "puesta al día".

En el documento aprobado por la cumbre acerca de las negociaciones sobre armamento convencional se ratifica el valor primordial de las armas nucleares para la disuasión. En él se piden reducciones "netamente asimétricas" a la URSS en el terreno convencional para equilibrar la clara ventaja que los soviéticos tienen en este terreno. Pero ello no puede disimular uno de los problemas m ás graves que tiene hoy la OTAN: las enormes dificultades para aunar los critenos de los diversos países y definir una oferta concreta sobre este punto. A pesartel largo tiempo invertido en discusiones, se calcula que la oferta no podrá estar preparada hasta dentro de dos o tres meses.

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Felipe González no ha escapado a ese clima, en el que predominaba el deseo de la imagen de unidad sobre la expresión de las diferencias, y así su actitud ha sido bien distinta a las ideas expresadas en otros lugares por su Gobierno. No puso el acento, como en otras ocasiones, sobre la necesidad de avanzar hacia el máximo de distensión posible. Más bien Felipe González se ha sumado a la tendencia general que debía salir de esta cumbre, de reafirmación de la estrategia de la Alianza.

Siempre que se trata de hacer afirmaciones sobre la necesidad del arma nuclear para la disuasión, la posición del Gobierno español es muy incómoda. Es dificilmente explicable, en efecto, defender la disuasión nuclear, y por tanto la necesidad de instalación de armas nucleares, y tratar de mantener el territorio propio a salvo de ese despliegue. Tal vez, el presidente del Gobierno español se haya unido al coro general presionado por la proximidad de unas difíciles negociaciones en las que se tiene que definir concretamente la aportación militar española a la estructura militar de la OTAN y por el hecho de que España sigue aspirando a ingresar en la Unión Europea Occidental (UEO).

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